Sección: La Transición en Chile: Su devenir y sus temáticas
De la Concertación post dictadura a la Concertación por un Chile moderno y solidario
Ricardo Lagos E.
Las turbulencias que han tenido lugar con motivo de la discusión de la mal llamada Ley Aylwin, ha hecho a algunos pensar que la Concertación como coalición política se acerca tal vez a su fin.
Creo que ese es un profundo error. La Concertación ha sido la coalición política más exitosa a lo menos en los últimos cincuenta años de la vida política chilena. Ella fue consecuencia de 17 años de dictadura tras los cuales las fuerzas de izquierda y de centro perciben que la recuperación democrática es el elemento principal que nos obliga a unirnos por sobre las diferencias que existen en los proyectos individuales de cada uno de nuestros grupos políticos.
En cierto modo, la Concertación es consecuencia y resultado de la dictadura. Es una paradoja que esta experiencia exitosa sea el producto del drama acontecido en el país durante esos años de dictadura.
Estos últimos años, a medida que maduraba la transición, fue resultando cada vez más claro que una nota peculiar de este proceso es que no estábamos frente a una transición sino a dos. Que el paso de la dictadura a la democracia es parte de una transición más amplia y profunda, la de una sociedad con importantes resabios arcaicos, primitivos, a una sociedad de mayor modernidad y solidaridad. Son estas dos transiciones, por así decir, lo que nos plantea entonces grandes desafíos como Concertación y como Gobierno. Nosotros, la izquierda chilena, fuimos importantes en la primera transición, y la segunda transición será imposible sin nosotros. Por tanto, debemos darnos cuenta de ello y medirnos contra ese gran desafío. El país nos va a juzgar en la medida en que seamos capaces de enfrentar exitosamente estas dos transiciones.
Lo que estamos queriendo decir, es que la Concertación surge, en lo esencial, como un grupo de partidos que teniendo una común vocación democrática, se unen para decirle No a la dictadura. Fuimos capaces de oponernos de manera coherente al camino que debía transitar Pinochet para permanecer en el poder. La lucidez de nuestra posición dentro de la izquierda, consistió en percibir que Pinochet, para permanecer en el poder, tenía que transitar por un cierto camino y que era posible en ese camino derrotarlo. Así surge la Concertación de Partidos por el No.
EL triunfo del 5 de octubre de 1988 abre el camino para que la Concertación devenga en Concertación de Partidos por la Democracia, en donde lo que se busca entonces es la forma y modalidad de transformar la Concertación en un instrumento político capaz de una proposición de tránsito de la dictadura a la democracia. Es así como definimos el gobierno de Patricio Aylwin como un gobierno de transición, entendida ésta como una transición en donde lo esencial es restablecer el respeto a los derechos humanos y hacer que la autoridad civil prime sobre la autoridad militar. De lo que se trata, entonces, es fundamentalmente de una transición política.
Sin embargo, a medida que el Gobierno del Presidente Aylwin tiene éxito, a medida que vamos constatando que la consolidación democrática requiere no sólo del respeto a los derechos humanos, en un sentido clásico, y del restablecimiento del poder civil sobre el poder militar, empieza a percibirse que hay una transición más profunda, más compleja, más lenta para alcanzar, pero tal vez más sustantiva: aquella que significa cambiar la sociedad chilena, hoy heterogénea, dividida entre aquellos chilenos que acceden a un mundo moderno y aquellos chilenos que están en el atraso.
Cuando con motivo de la reciente campaña presidencial enarbolamos el slogan de “Más Chile para Todos” no estábamos simplemente levantando una consigna electoral, estábamos llamando la atención sobre una segunda transición. Creemos que no puede fortalecerse la democracia de un país, en el largo plazo, cuando coexisten simultáneamente un trabajador minero que dispone de un millón de dólares de inversión para su trabajo (como ocurre en algunos proyectos mineros que con 500 millones de inversión hay 500 trabajadores que laboran allí), con aquel otro que sólo con un combo y un pico extrae casi con sus manos el mineral de la tierra, lo que constituye el trabajo de miles de pirquineros en el norte de Chile; no puede coexistir el sofisticado campo que riega gota a gota y en donde una computadora indica la cantidad de fertilizante que debe contener el agua que va a la raíz de esa planta, conjuntamente o al lado de un otro campo en donde la tierra se cultiva como 200 ó 300 años atrás, en donde se vive de una ganadería caprina y en donde la leche de la cabra difícilmente convertida en queso, escasamente pasa el test sanitario para poder venderse al público. Ambos mundos son incompatibles en el largo plazo.
Cuando hablamos de la coexistencia de un Chile tradicional y moderno, estamos hablando de un Chile de 8 millones que no son pobres, y de 5 millones que lo son. No debemos aceptar esta verdadera contabilidad de la pobreza en Chile. Tenemos que rebelarnos contra ello, pero haciéndolo de modo sustantivo. No basta con la mera asistencialidad, no basta con entregar recursos para que el pobre deje temporalmente de serlo. Es indispensable darle las herramientas, la educación y la capacitación para que de una manera efectiva alcance un nivel de ingreso que le permita ponerse de pie y por sus propios medios derrotar la pobreza. Esta otra transición es infinitamente más compleja y por ello, entonces, si la Concertación asume esta tarea, debemos nosotros decir que la izquierda está por la Concertación hoy y mañana. Qué duda cabe que estamos dispuestos a dar esos pasos para que ello sea así.
Por cierto, en esta lucha no olvidamos a nuestros desaparecidos ni a nuestros muertos. Para ellos queremos justicia y para sus hijos queremos democracia, igualdad de oportunidades y progreso. Somos habitantes lúcidos de un mundo que cambia a una velocidad vertiginosa y en el que se requiere inspiración, talento y audacia para avizorar el futuro y asegurar en dicho futuro un lugar un lugar expectable para Chile. Por ello, creemos que el esfuerzo que hicimos en las recientes elecciones primarias para señalar un camino a la izquierda chilena, dentro de la Concertación, tiene que hacernos ahora en las próximas campañas tanto presidencial como parlamentaria, enfatizar este nuevo rol que tiene que cumplir la Concertación.
Por cierto que participar en una coalición como esta, debe hacernos meditar a la izquierda chilena: socialistas, PPD, militantes del PDI. Tenemos una responsabilidad en tanto estamos obligados a plantear con fuerza nuestras ideas al interior de la Concertación. La Concertación es diversidad. No se conciertan los que piensan igual. Porque pensamos distinto que los democratacristianos, es que necesitamos concertarnos con ellos para un programa común que dé cuenta de esta nueva etapa de la Concertación, en que debemos impulsar una política que busque soluciones a lo que son los problemas fundamentales de la mayoría nacional. Por ello es que me parece tan importante el poner énfasis en nuestras ideas, en decir que tenemos un proyecto y una visión del país, en señalar que nuestros sueños, los de ayer, los de hoy y los de siempre, de mayor libertad y justicia social en este mundo de pragmatismo no se han extinguido, por el contrario, se han fortalecido. Debemos señalar que el mercado por sí solo no resuelve un conjunto fundamental de problemas. Educación, salud, vivienda, no son temas que resuelva el mercado y tiene que haber una política pública activa a favor de los humillados y desposeídos. Es en ese contexto que me parece que tenemos un rol fundamental las fuerzas progresistas de Chile.
Es cierto que dentro de una coalición se plantea un tema de tremenda importancia, que es el cómo hacemos el peso para que haya una Concertación equilibrada, el cómo estamos en condiciones de asegurar que esta Concertación siga siendo verdaderamente homogénea en relación a los grandes temas, en cuanto a los miembros que la integran. Por eso he dicho que tenemos tareas pendientes. Así como hoy existió una posición común frente al tema de los derechos humanos que nos perfiló con nitidez frente al país, debiéramos mañana (mañana después de la elección, porque la tarea de hoy es ganar las elecciones), pensar las modalidades y mecanismos para configurar una sola gran fuerza progresista dentro de la Concertación, para que seamos capaces de restablecer equilibrios al interior de ella e impulsar la que creemos es la gran tarea de la Concertación en esta segunda transición: como tener un Chile más grande y más igual para todos los chilenos.
Por ello es que no compartimos el que algunos crean que estamos en la etapa final de la Concertación. Si somos fieles a nuestras ideas y nuestras concepciones y si creamos los instrumentos adecuados para empujarlas con entusiasmo y decisión, quiere decir que tenemos las condiciones para iniciar con eficacia esta Concertación en su segunda etapa. Es una tarea más compleja y difícil que la de derrotar una dictadura y transitar a la democracia, pero es una tarea que tiene que ver con la esencia misma de lo que nosotros somos: una falange de hombres y mujeres que lucha porque no haya oprimidos, humillados y desheredados en este mundo. Para ello, la coalición llamada Concertación es importante, pero para que ella sea efectiva tenemos que hacer nuestra tarea: construir una gran fuerza progresista que exprese nuestra visión dentro de la Concertación.
*Algunos de los planteamientos de este artículo fueron expresados por el autor al intervenir en la Cena de homenaje que se le ofreció el 31 de agosto de 1993 en el Club Unión Española