Sección: Internacional: Reordenamientos y transiciones globales

América Latina: continuidad y cambio

J. D. G.

www.centroavance.cl
Diciembre 2005

América Latina se apresta, en el curso de 2006, a vivir una crucial coyuntura electoral. En el continente se realizarán varias elecciones presidenciales (12 en total) que pondrán en juego tanto el crecimiento económico y el desarrollo democrático de los países; como el engorroso proceso de integración y la siempre determinante relación con los EE.UU.

El actual ciclo democratizador continental, que ya cumple dos décadas, ha tenido en los últimos años una serie de quiebres y desafíos; situaciones en las cuales las movilizaciones masivas de ciudadanos exasperados han jugado un rol decisivo. Frecuentemente, las salidas políticas encontradas han extremado al máximo el orden constitucional, pero al final la institucionalidad se ha mantenido. Los ritos de la democracia, de los cuales el principal es elegir a las máximas autoridades políticas, parece un hábito instalado en la región.

Volviendo a lo electoral, todo indica que en la mayoría de los comicios que se concretarán en los próximos 12 meses, serán confirmados los grupos políticos que detentan actualmente el poder. Sin embargo, algunos cambios se producirán; trasformaciones tanto en lo estrictamente político (qué sector ejercerá el poder, el gobierno en especial) como también en el ámbito de la que podría llamarse la “cultura política”.

Las principales continuidades se manifestarán en un par de vecinos nada amistosos: los presidentes de Colombia Armando Uribe y el venezolano, Hugo Chávez. En marzo, Uribe debiera ganar en forma holgada y Chávez lo debería emular en diciembre. El problema es que esa es una de las fronteras eventualmente más calientes, por la presencia de las guerrillas de las FARC (aunque no exclusivamente), y que divide a dos políticos con perfiles en las antípodas: un colaborador acérrimo de los EE.UU., y el campeón anti-imperialista por excelencia.

En Colombia, aunque las diversas guerrillas siguen tan fuerte como a inicios del período de Uribe, este gobernante conservador pudo avanzar en el tema de la seguridad ciudadana y el control de la delincuencia (en especial en las zonas urbanas), dando cuenta de una de las dos principales preocupaciones de la ciudadanía en la región.

En Venezuela, el estridente Chávez, echando mano a los ingentes recursos provenientes del petróleo, ha implementado una serie de planes y proyectos en el ámbito social, de salud y educacional, tendientes a paliar las condiciones económicas más apremiantes de los grupos populares del campo y la ciudad. Chávez responde así a la demanda económico-social que constituye el otro eje que moviliza a los votantes en el continente. El asistencialismo chavista, junto a una oposición dividida, constituyen las fortalezas de su modelo populista, que le ha permitido convertirse en el referente continental de una izquierda, cuyas señas de identidad son el cuestionamiento a los EE.UU., el “neoliberalismo” y la globalización.

En los dos gigantes de América Latina, Brasil y México, los comicios están aún abiertos. En México, las elecciones serán en julio, y existe la posibilidad de que se produzca una alternancia en el poder, si llegara a ganar en las elecciones Andrés López Obrador y su Partido de la Revolución Democrática, PRD. Se daría un transito desde el derechista PAN de Vicente Fox a un ex alcalde de la ciudad de México, catalogado como un populista de centro izquierda.

Por su parte, en Brasil, el ex ministro Serra, heredero de Fernando Enrique Cardoso, tratará de desbancar a un “Lula” disminuido en la actualidad, pero aún popular (y queda un año para las elecciones). En la práctica, las alternativas son entre un Lula cada vez más centro-izquierdista y un oponente algo más inclinado a la centro derecha. No obstante la división anterior, la política exterior brasileña, paradigma del profesionalismo, seguirá jugando el rol “tutelar”de la región, y barrera verdadera a la excesiva influencia de los EE.UU. (obviamente en función de sus propios intereses nacionales).

Probablemente, novedades serán un aumento de un neo-populismo de izquierda (cuyo paradigma es el ex teniente coronel Hugo Chávez), con el posible triunfo en Bolivia del MAS, de Evo Morales y la vuelta al poder del Sandinismo en Nicaragua. El triunfo de Morales, pondría en la agenda, entre otras cosas, el tema de lo étnico y la discriminación racial; ya que sería la primera vez que un indígena llegue a la Presidencia del país altiplánico.

Un cambio más bien cultural, que puede ser permanente, es el protagonismo de líderes mujeres; tema importante para la modernización de países tan machistas como los nuestros. Será una novedad la eventual elección de mujeres como primeras mandatarias de países medianos, como Chile y Perú.

Como es sabido, no es la primera vez que las mujeres llegan a la presidencia en la región; es cosa de recordar en los años 70 a Estela Martínez de Perón de Argentina y Lidia Gueiler de Bolivia, o más recientemente a Violeta Barrios de Chamorro, de Nicaragua o Mireya Moscoso de Panamá. Sin embargo, será la primera vez que en un par de países medianos del continente lleguen a la presidencia, en forma simultánea, dirigentas políticas meritorias, con amplias mayorías y representativas de sus respectivos sectores. Esto parece una tendencia, en particular si se concreta en 2007 la postulación en Argentina de Cristina Fernández.

Por su parte, los procesos de integración en la región seguirán su vida azarosa, conjugando bien o mal una retórica integracionista algo gastada, con intereses nacionales frecuentemente ajenos a las invocaciones a nuestros padres de la patria. El mejor ejemplo lo da la Venezuela de Chávez, que efectúa millonarios negocios “integracionistas” con el Presidente Kirchner, pero mantiene las barreras que impiden a la soya boliviana ingresar a su mercado (para favorecer a la ¡norteamericana!).

En los últimos años los avancen integracionistas se han logrado alrededor de temas acotados; por ejemplo, el infraestructural (el IIRSA). La convergencia de intereses específicos entre vecinos es el mejor acicate, las inversiones necesarias, en general realizadas por el sector privado (muchas por transnacionales), tienen que tener viabilidad económica. Por otro lado, el caso el “anillo energético” es la mejor demostración que previamente deben resolverse problemas pendientes entre los involucrados; de otro modo la confianza necesaria para concretar las inversiones no estará presente.

Finalmente, los nuevos gobiernos deberán lidiar con una potencia hegemónica que se encuentra en fase signada por la obsesión con la “guerra al terrorismo internacional”, a la lucha con las organizaciones terroristas ligadas al fundamentalismo islámico. Cuestión que para casi todos nuestros países constituye una realidad ajena; casi sin presencia efectiva (salvo los dos atentados sufridos por Argentina en los años 90).

Esta breve reseña de los procesos electorales que vivirá América Latina en el curso del próximo año, señala por una parte la consolidación del principal rito de la democracia (las elecciones) y que todo indica que las continuidades superarán los cambios en el perfil político del panorama presidencial regional. Entre los cambios, se deben registrar la incorporación de la variable étnica, en especial en países donde los pueblos originarios son demográficamente importantes; y la llegada de mujeres a los más altos cargos de representación. Ambas transformaciones se vinculan a los procesos de modernización cultural de las sociedades latinoamericanas.