Sección: Gobierno Bachelet: Gestación y desarrollo

Bachelet: Expectativas sociales y proyecto político

Ernesto Águila Z.

www.centroavance.cl
Abril 2005

El liderazgo de Bachelet está llegando a un momento de su desarrollo en que comienza a ser necesario avanzar hacia una nueva etapa, cuyo rasgo principal debiera ser transformar gran parte de sus cualidades personales y las razones de su popularidad – su carisma – en un proyecto político de mediano y largo plazo.

Como se ha reflexionado y señalado desde estas páginas, Bachelet no es un fenómeno que pueda reducirse a lo mediático, sino que expresa transiciones socio-culturales profundas por las que ha pasado y está pasando la sociedad chilena, y frente a las cuales las cualidades personales y la biografía de Bachelet – aunque su biografía es casi un programa – conectan y expresan con gran naturalidad. Ello explica la solidez y persistencia de su popularidad, y el error estratégico de las campañas de Lavín y de Alvear de tratar de reducirla y enfrentarla desde una lógica exclusivamente mediático-publicitaria.

Pero, a su vez, constituiría un error de sus partidarios pensar que el liderazgo de Bachelet podrá seguir avanzando y siendo útil a un proyecto progresista por la sola inercia de las cosas. El peligro de liderazgos tan carismáticos y que despiertan tan fuertes expectativas sociales y populares, es que pueden producir, también, rápidas decepciones y frustraciones.

Probablemente este peligro no está en el horizonte de corto plazo y está más vinculado a su eventual gobierno que a la campaña, pero si constituye una posibilidad cierta hacia adelante, y de las cuales la historia política – particularmente latinoamericana – es pródiga en ejemplos.

Se trata, por tanto, de prever y anticipar situaciones, y de no quedar preso de ese conservadurismo analítico que se ha apoderado de parte del entorno de Bachelet, que mira la política y el desarrollo de su liderazgo, exclusivamente desde la óptica de como se mueve su popularidad en las encuestas; donde si los números están bien, se concluye de manera lineal, que es mejor no mover nada (olvidando aquello de “las cosas están bien hasta que dejan de estarlo”).

Como se ha dicho, el liderazgo de Bachelet es sólido por su conexión con fenómenos estructurales de la sociedad chilena. Tampoco su principal dificultad está en lo programático: no solo porque ha venido desplegando sus ideas y propuestas en un número igual o superior a sus contendores en el último período, sino porque allí no está el rasgo diferenciador de Bachelet y lo que explica su explosiva popularidad.

Su principal desafío político nace de la expectativa social y popular que ha abierto – se ha hablado de un “sentimiento” – de representar una manera diferente de entender y ejercer la política y una ruptura con una elite muy insensible y ensimismada (crítica que cubre por igual tanto a la derecha como a la Concertación). En el contexto de una actividad política que es vista con gran escepticismo y desconfianza, Bachelet expresa una reconexión entre la ciudadanía y la política; la posibilidad de devolverle a la acción política parte de la credibilidad social perdida.

Transformar esta expectativa ciudadana en un proyecto político consistente, que tenga como centro el liderazgo de Bachelet, pero que implique la modificación de conductas, hábitos y actitudes políticas, de parte de un arco más amplio de dirigentes, intelectuales, lideres sociales, de los partidos políticos que la apoyan, etc., constituye un desafío mayor, y cuyo éxito no está asegurado.

Entrar en este proceso de reconversión de la popularidad de Bachelet y de la expectativa social que ha abierto en un proyecto político, constituye, ciertamente, un riesgo, porque implica comenzar a tomar decisiones políticas más precisas y posiblemente a herir intereses. Sin embargo, tampoco es muy realista postergar indefinidamente ciertas definiciones básicas.

Algunos ejes que debieran estar presente en este proceso de construcción del proyecto político Bachelet:

• Acentuar el esquema participativo y ciudadano de la construcción de su propuesta programática; y desarrollar una nueva matriz de construcción de políticas públicas en un futuro gobierno. Lo anterior implica desarrollos metodológicos precisos para lograr una real y eficiente participación ciudadana y popular. Constituiría un grave error reducir a operaciones mediáticas este tema.

• Proponer un “paquete” de medidas tendientes a renovar las elites políticas y a acentuar la participación y fiscalización ciudadana sobre los actos del gobierno y de las instituciones públicas. Dentro de ello cabe propuestas como la Iniciativa popular de Ley; reducir a tres periodos el número de reelección de diputados y a dos el de senadores; elección directa de los Consejeros regionales; fin del sistema electoral binominal; etc. Algunas de estas propuestas ya se han hecho, pero falta un “relato” que las articule como parte del proyecto Bachelet de acentuar la democracia, la participación y el control ciudadano.

• Persistir en propuestas y acciones concretas de inclusión de los jóvenes y de las mujeres en el sistema político y en los ámbitos de decisión pública de un futuro gobierno. El proyecto Bachelet debiera ser una recuperación de la voz de los actores sociales en la política, y de una sociedad civil más organizada y activa.

• Decantarse rápidamente y sin mayores complejos por una identidad socialdemócrata moderna que signifique compatibilizar y articular el crecimiento económico con la construcción de un Estado social, que brinde protección e igualdad de oportunidades. Su liderazgo y futuro gobierno debiera significar reducir la incertidumbre y temores en que hoy viven las clases populares y medias. Ello implica propuestas progresistas, dentro del repertorio socialdemócrata, en empleo, seguridad ciudadana, educación, salud y previsión social.

• Producir avances en la agenda ético y valórica. Distinguirse por acoger y promover la diversidad y pluralismo de la sociedad chilena actual. Sin duda, los avances en esta agenda deben estar acompasada del grado de reflexión, deliberación y maduración que sobre estos temas ha ido alcanzando la sociedad chilena.

El liderazgo de Bachelet implica una gran oportunidad para abrir un nuevo ciclo de cambios progresistas en Chile. Representa el camino más seguro que tiene la Concertación para renovarse y reconcursar frente a la sociedad chilena. Es también una gran oportunidad para la emergencia de una nueva elite política más sintonizada con las nuevas dinámicas y transformaciones de la sociedad chilena.