Sección: Gobierno Bachelet: Gestación y desarrollo

Bachelet y el país emergente

Ernesto Águila Z.

www.centroavance.cl
Abril 2004

El ascenso de Michelle Bachelet a un sólido primer lugar en las encuestas – por sobre el candidato de la derecha y de los precandidatos democratacristianos -, ha constituido una sorpresa al interior de la elite política y un fenómeno hasta ahora indescifrable para analistas y comentaristas políticos.

El estrecho triunfo de Lagos en segunda vuelta, de la mano de Soledad Alvear como jefa de campaña, y a través de cuya figura se intentaba recuperar el voto femenino, católico y de un segmento de la Democracia Cristiana que se había cruzado a la derecha; instaló la idea que el 2005 vendría la alternancia con la derecha, y que de tener alguna opción la Concertación, ahora “tocaba” a la DC. O dicho de otro modo, que la próxima elección se ganaría en el “centro” (y un poco estibado hacia la derecha), siguiendo la rigurosa geometría política de izquierda, centro y derecha que quedó flotando en el aire tras el milimétrico triunfo de Lagos.

La pregunta que cabe hacerse ahora, seria y rigurosamente, a la luz de la irrupción del liderazgo de Bachelet, es si se estamos frente a una nueva realidad política, que implique cambiar estas percepciones que quedaron instaladas en la elección presidencial pasada. No como un acto de voluntarismo de un sector de la Concertación, sino como parte de un proceso de reflexión colectiva del conjunto de ésta.

Nuestra hipótesis es que en Chile ha venido operando en el último tiempo un profundo cambio cultural y de comportamientos políticos, y cuya consecuencia más inmediata ha sido la conformación de una realidad electoral menos determinada por los tradicionales clivajes de izquierda, centro y derecha. Diversas mediciones de opinión pública vienen mostrando el aumento del segmento electoral que no adscribe de manera “dura” a ninguna de las opciones políticas hoy en juego.

De esta nueva realidad electoral se benefició en la anterior elección Lavín, quién sorpresivamente, para el análisis político tradicional, penetró en los electorados juveniles y de menores ingresos. Estos dos electorados tradicionalmente “progresistas”, y en los cuales Lavín mantiene, según las últimas mediciones de opinión – una fuerte implantación y donde más aventaja a los candidatos democratacristianos – son recuperados por la figura de Michelle Bachelet para la Concertación.

En este contexto, sería un error de análisis y un apresuramiento, pensar que el lugar que ocupa Michelle Bachelet hoy en las encuestas representa un vuelco del electorado a la izquierda. Los datos disponibles más bien indican que Bachelet es percibida más que como representante de un determinado sector político como un liderazgo nacional, capaz de ser atractivo y de dar garantías tanto a electores de izquierda y centro, como de esa franja cada vez más amplia de votantes que no es parte del electorado cautivo de ningún sector político, y que en la anterior elección dio su voto, en parte, a Lavín.

Transformar el carisma y la popularidad de Michelle Bachelet en una opción presidencial sólida constituye todavía un proceso en marcha y en construcción. Al respecto no está dicha la última palabra, y las aprehensiones y dudas que genera su emergente liderazgo – como los señalados recientemente por el cientista político Alfredo Joignant – más que reacciones ofendidas de sus partidarios, debiera significar procesos reflexivos e iniciativas políticas, que signifique ir solidificando su opción futura. Probablemente lo que menos necesita hoy el liderazgo de Michelle Bachelet es la construcción de una corte de acríticos aduladores, incapaces de hacerse cargo de las dificultades y obstáculos que objetivamente están en el camino.

Probablemente una de las grandes interrogantes – no la única – que habrá que ver como se despeja en el horizonte próximo es la actitud y conducta que adoptará su propio Partido. La manera como éste procesará esta nueva realidad y la oportunidad que se le ha abierto, de manera bastante azarosa, para su propio futuro y el de sus ideas. Un Partido con un cierto gen opositor e indisciplinado, con tendencias al ensimismamiento, al fraccionamiento interno y a los alardes verbales. Todas características que van en el sentido exactamente contrario de lo que requiere la consolidación del liderazgo y de la opción presidencial de Michelle Bachelet.