Sección: Política y modernidad: Cambios, instituciones y actores

¿Contra los periodistas? Visión preliminar de la telemática

Claudio Santis Acosta

AVANCES Nº 36
Marzo 2000

Este ensayo pretende ilustrar dos contextos teóricos radicalmente distintos respecto del desarrollo de la “sociedad de masas” durante el siglo XX. El fuerte contraste entre ambos escenarios apunta a un objetivo simple: alegorizar respecto de la experiencia de apertura y democratización de la sociedad chilena durante los noventa en un escenario integrado y altamente tecnologizado al cual accedemos -aquellos que estamos en la red – de manera desenfrenada. La primera parte de este trabajo es la caricatura del modelo de sociedad que abandonamos rápidamente a fines de los ochenta a raíz de esta apertura democrática, tecnológica y comercial, pero que definió el discurso crítico sobre los mass media y motivó el enjuiciamiento a los poderes ideológicos detrás de las comunicaciones. Las alegorías no siempre son precisas y demasiados conceptos pueden extender el objetivo de este trabajo: constatar los desafíos teóricos que comienzan a ser interpretados por intelectuales y la clase política sobre el devenir de su actividad y su relación al universo telemático.

Dos premisas: lo masivo y lo técnico

A finales del siglo antepasado, en la ciudad de Viena, se reunía la vanguardia artística e intelectual. Mucho se ha escrito sobre esta ciudad heredera de la bella época europea por variadas razones: cuna del psicoanálisis y de rumores en torno a las indagaciones que realizaba el doctor Freud; convivencia polémica de cantantes y compositores de ópera que reinventaron la tradición musical; meditaciones sobre el relato del progreso; suspicacias de poetas y filósofos sobre la lengua alemana y el lenguaje; divagaciones de próceres arquitectos sobre la ciudad, entre otros aspectos. A este emplazamiento y al reflejo de su actividad cultural se le denomina la elevada “cultura vienesa de fines de siglo”, o resumidamente, Viena del 900. (1)

La convergencia de reflexiones sobre las artes y las ciencias sin duda que generaron un escenario atractivo para investigadores y pensadores. Viena se convirtió de paso en la metáfora de un enclave desde donde emergieron definiciones, conceptos y proyecciones que acompañaron a la modernidad como fenómeno cultural y social. Junto con transformarse en una ciudad convulsionada, Viena desde mediados del siglo XIX hasta pasada la primera Guerra Mundial, se convirtió en un emplazamiento atractivo para extraer de la vida de sus personajes una serie de apreciaciones sobre el devenir moderno.

Entre estos personajes destaca Karl Krauss, autor de Los últimos días de la humanidad y Contra los periodistas. Periodista a regañadientes, es conocido por su labor de editor y columnista exclusivo de su propio periódico. Su nombre:La Antorcha. Su objetivo: relatar las impresiones de este escenario cultural vertiginoso. Su valor: denunciar lo kitsch en el arte de masas – estética de las formas desprovistas de su misión ética – y disputar a periodistas y a escritores el sentido metafísico del lenguaje, asesorado en ese proyecto por otro famoso personaje de la época: Ludwig Wittgenstein. Prestigioso filósofo que fundó el “Círculo de Viena” para debatir la ontología (ser y vida de las cosas) mediante el análisis del discurso y las palabras.

Para entender la dimensión de su labor y la misión de “guardián” que se le asigna a Krauss frente a la emergencia de la prensa de masas, observemos la siguiente sentencia sobre su devoción por la lengua alemana. Y dice Krauss: “cuando las ideas no son verdaderas las palabras no son justas; si las palabras no son justas, las obras no tienen lugar; si las obras no tienen lugar, la moral y el arte no marchan bien, la justicia no se aplica bien, la nación no sabe donde poner su pie ni su mano. En consecuencia, no toleres que haya desorden en las palabras, todo depende de ellas”.

Sin duda que esta confuciana sentencia resume el desafío que plantea Krauss a sus colegas periodistas, interpelando al oficio y al uso pormenorizado del lenguaje en un escenario en el cual se intentaba traducir al Ser a través de la palabra, mientras la sonajera y el ruido de las técnicas impedía que se le oyera en su plenitud. En Krauss “se encuentra además, una especie de amor cortés hacia la palabra, del que también da testimonio la posible proximidad del viejo vocablo alemán ‘Minne’ (el amor) y de ‘Meinen’ (querer decir)” (2) y que tiene resonancia problemática en su periódico La Antorcha (1899-1936), que refleja esta tensión en el oficio del escritor que odia al periodismo y a las fábricas de papel como acostumbraba calificarlas.

Para hacer más explícito este gesto, es conveniente recordar que Krauss proviene del eclipse de la enciclopedia por el manual de bolsillo; de la vigencia de la novela de iniciación y del folletinismo complaciente que contrariaba la actitud de la cultura vienesa. Krauss observa en lo masivo, en la serialización de las artes y en la reproducción de folletines la fuente de todo mal “y la perversión se agrava a medida que las técnicas se mejoran, volviendo casi ilimitado el número de copias y cada vez menos perceptible la diferencia con el original. Más precisamente – como intentamos tildar -, el enemigo es la industria aplicada a las bellas artes, fenómeno aún nuevo en la época de Krauss, aunque él pronto señale los inicios del bazar de la cultura”. (3)

A la par, el resto de Europa comienza a observar con recelo la aparición de la industria cultural. Walter Benjamin – pensador alemán y contemporáneo de Krauss – asumió este dilema en el ámbito de las artes y la política, es decir: en la emergencia de la industria cultural no agotando el tema a la denuncia del mercadeo o en la desvalorización del “sentir” profundo de lo estético por la masa tibia. Benjamin observó con privilegio los cambios sociales que se producen en la incipiente industria de la cultura, en un período – las primeras décadas del siglo XX – en que el cine aún no era apreciado como una expresión de las artes y todo lo que olía a masivo se asociaba al proyecto político de la Alemania de 1930: la ideología Nacional Socialista.

El escenario de Benjamin es particular para pensar esta vinculación entre lo masivo y lo técnico en el inicio del siglo XX por dos razones: a) la primera Guerra Mundial daba las primeras pistas sobre la consolidación de la industria bélica y por tanto de la Revolución Industrial que fecundó el desarrollo de las restantes “industrias”; b) Hitler – dictador alemán elegido democráticamente y pintor de frustrada carrera – se mofó y disputó a las vanguardias parisinas su proyecto político-cultural en lo que constituyó un hito en las disonancias entre política y arte en el seno de la sociedad de masas. Al respecto conviene recordar la polémica que causó la exposición itinerante denominada Arte Degenerado – que comprendía obras del expresionismo entre otros – y que paseó por Alemania en la década de los 30 bajo la mirada irónica de los militares quienes ideaban a la par, una política de recuperación de la tradición artística e iniciaron un proyecto arquitectónico para la ciudad de Berlín, que representara la hegemonía absoluta de la autoridad y la veneración de parte de las masas.

Este pensador alemán estaba en una encrucijada sobre el papel de la cultura en el escenario político recientemente descrito: la vinculación entre el arte de masas y el desarrollo de un soporte técnico-político que respaldara este despliegue. Para Benjamin y Krauss el imperio de la técnica comenzaba a demostrar su poderío: los aparatos de guerra, la duplicación industrial, el cronómetro de las factorías afectaba el sentido “auréatico” e irrepetible de la experiencia del arte. Paralelamente, emergía el “best-seller” en la literatura, el cine atraía a las masas y los folletines de la prensa del Reich buscaban atraerlas sobre la base de la expansión de los medios de difusión.

La reinvención de lo masivo y lo técnico

El anterior escenario, definió, en su momento, el campo de acción de la ideología de masas bajo el mandato de la técnica y las maquinarias industriales que orientaban a los medios de difusión. En este contexto se gestó además, la mirada crítica sobre los universos masivos y los aparatos de difusión, desarrollando un contexto teórico que cobijó la idea de dominio ideológico, mass media y centralización del poder graficando a la luz de los hechos, un escenario anecdótico para el actual despliegue de lo masivo y de lo técnico.

El emplazamiento metafórico de Viena del 900 y los dilemas de la elite enfrentada a la emergencia de la sociedad de masas, junto al cuestionamiento de Benjamin a la incipiente industria de la cultura, recrean una visión político-ideológica que se proyectó en el análisis del control de los medios de difusión, entendiéndose por ello, el poder de los órganos emisores: el Estado, el capital y la prensa.

La radicalidad del cambio, cultural y tecnológico que se desarrolló alrededor del universo telemático de los noventa (incluyendo en este concepto la globalización de las comunicaciones, satelización, desarrollo de Internet, espacio anárquico y regulado de intercambio y poderío de la imagen entre otros aspectos), caricaturiza la mirada sobre la manifestación de poder centralizado que definieron la racionalidad de los mass media en décadas anteriores. A la par, relativiza la idea de una sociedad de masas homogénea influida por las redes de comunicación en el contexto de la guerra fría.

El actual escenario global de intercambio de tecnologías obliga a acercarse al desarrollo del universo telemático con la mirada atenta sobre nuevos nudos problemáticos que generan estas redes en las comunicaciones humanas, creando simulaciones y cambios sensorios y perceptivos en múltiples planos: modificación del espacio político y la forma de entendimiento entre el Estado, los partidos políticos y la ciudadanía; transformación de la subjetividad posmoderna respecto de la interacción con la técnica; dispersión y desconcentración de tecnologías, entre otros aspectos. La apertura al mundo tecnológico e informativo obligó a reformular las líneas de pensamiento alrededor de la comunicación de masas, introduciendo nuevos desafíos y definiciones respecto de la democratización de los medios de comunicación que se asocia al actual escenario de globalización.

Por de pronto, existe un acuerdo tácito en el devenir del pensamiento crítico sobre la sofisticada revolución informática y de los medios de difusión que imposibilita anteponer en el análisis las nociones de ideología, dominación y de mercantilismo (como antesala del marketing), licuando de paso, las relaciones causales entre ideología y capital. El bosquejo histórico descrito anteriormente sobre las primeras décadas del siglo XX, nos sirve como reseña respecto del drástico cambio de escenario y las nuevas dimensiones de este nuevo universo.

La telemática entendida como dispersión sin límites de las redes de comunicación humana, emerge en un escenario que diluye la relación entre medios de difusión y poder, ya que configura mecanismos que anulan la tendencia a la concentración de información mediante la seducción por lo diverso y diferente, lo que atrae a cibernautas, televidentes, audiencias, receptores satelitales y constituye el atractivo por las comunicaciones y las tecnologías que acercan a las personas. Internet por ejemplo, a pesar de que relaciona comunicación útil y permite la integración de conocimiento científico, entre otras cosas, invierte a través de sus propios mecanismos el ideal de la “comunidad de habla” interconectada: otorga espacios y redes a grupos políticos subversivos, paramilitares, comerciantes de la pornografía, vendedores de órganos humanos, etc., que desactivan universos concéntricos y anulan los censores superando cualquier intento por conducir/construir mayorías en su relación con la red. Estos se apropian de igual modo, de lenguajes y códigos asimilables a la demanda de cambio permanente que oferta la relación interactiva.

Lo que se logra al atomizar el contacto persona/técnica y persona/mercado es ampliar la posibilidad de decisión en un escenario altamente diversificado que reafirma la subjetividad emocional y perceptiva del navegante. Internet dentro del universo telemático, fortalece la noción de un mercado altamente desarrollado, pero sobre la base de reafirmar lo diferente y lo diverso en una prolongación incesante de los mecanismos de oferta.

Una de sus paradojas se refleja respecto del Apocalipsis que visualizaba el pensamiento crítico sobre el poderío de la técnica y el eventual control de los mass media que consolidaría el modelo vertical de dominación capitalista. Lo que ilustra de paso, un contexto teórico superado por la anárquica conformación que generan las redes de información y los aparatos tecnológicos de los cuales se negaba.

Y esta es una de las principales ironías que grafica el momento actual de la técnica moderna cada vez menos supeditada al dominio de una determinada tecnología y forzada a diversificarse y diferenciarse en el mercado de oportunidades. El contexto teórico sobre este tipo de modificaciones en el universo telemático lo esboza bien Baudrillard describiendo la paradoja entre poder y técnica en el actual escenario posmoderno. “Estamos en plena ilusión de la técnica como extensión del hombre y su poder – señala el autor -. Pero hoy este principio operativo es derrotado por su misma extensión, por esta virtualidad sin freno que supera las leyes de la física y de la metafísica. Así todas nuestras tecnologías sólo serían el instrumento de un mundo que creemos dominar, cuando él es el que se impone a través de un equipo del que sólo somos meros operadores. La ilusión ingenua sobre los media es que, a través de ellos, el poder político manipula o engaña a las masas. La hipótesis inversa es más sutil. A través de los medios, las masas alteran definitivamente el ejercicio del poder (o de lo que se cree tal”) (4)

Pero el universo telemático reflejado en la diversidad permanente que genera la red Internet, modifica también el contacto y la interacción entre las personas. La mayoría está de acuerdo que la telemática anula distancias mediante el e-mail, los portales de compra virtual, los “chats” de conversación inmediata, las imágenes con las cuales comprendemos otras realidades, etc.; pero tal como se destaca reiteradamente, esta conexión simula relaciones y pertenencias modificando el contacto cara a cara y acrecentando de algún modo la ecuación de la vida posmoderna: su soledad. A modo de ejemplo, el tiempo destinado a interactuar con el mercado global y diversificado o la relación de placer que se sostiene con las consolas de video-juegos, desvirtúa la idea de que la subjetividad se reafirma y conecta según sus propios intereses a un universo fragmentado pero “integrado”.

En el actual escenario, si bien la telemática diluye la tendencia a la concentración y acrecienta el horizonte de expectativas a través de los medios de comunicación en la red y en la interacción con las máquinas, tampoco es menor el hecho de que recrea un escenario que altera la relación con los otros, la percepción y la dinámica de lo real generando actitudes evasivas respecto de la comprensión de los hechos públicos entre otras materias.

En este nuevo escenario, las ciencias sociales comienzan a asumir con mayor intensidad los desafíos para comprender la sociedad de la información y el universo telemático en donde las imágenes configuran percepciones y estímulos sobre lo que sucede en el espacio público. A modo de ejemplo, Giovanni Sartori – prestigioso teórico que ha graficado con precisión el curso y las modificaciones de la actividad política – publicó Homo Videns: la sociedad teledirigida (Taurus, 1998) reflejando de esta forma el interés por la dimensión medial y televisiva en el análisis de los procesos políticos de los años 90. La sensibilidad intelectual respecto de los procesos de construcción de opinión pública y las transformaciones en la subjetividad; el atrofiamiento que imposibilita la comprensión de los días ante la saturación informativa como condición actual de la política bajo el formato de las comunicaciones modernas constituyen sus principales ejes.

Para Sartori la investidura del escenario político con el ropaje de los medios de comunicación y de la TV fundamentalmente genera cambios drásticos en la vinculación entre actores, partidos políticos y poder. La mirada de Sartori sobre estos procesos se centra en el auge de una socialización alrededor de los medios de comunicación; en la interrelación entre los hechos de la política, su valorización y la construcción de opinión pública; en la vinculación entre el periodismo y las modalidades para acceder y difundir este conocimiento entre otros aspectos.

En lo que respecta al dominio de la imagen como fuente de interacción entre los hechos de la política y las teleaudiencias, existe coincidencia sobre la hegemonía que esta relación establece en la definición de lo “real”. Baudrillard y Sartori – dos autores claves en la comprensión de este proceso – centran su mirada en la estimulación de la conciencia, el “tele-ver-vivir”, con similar atención sobre la percepción/estímulo que recrea la imagen de TV de lo fáctico.

Para Baudrillard, lo relevante es que la telemática pone el eje en el cómo se ve por sobre lo que es. Y en similar concordancia, pero mediante un discurso menos apocalíptico y aplicado a los dilemas de la sociedad de la información, Sartori instala su preocupación respecto de la complicidad de la imagen y la definición de la acción como uno de sus aspectos problemáticos. Para Sartori, la obligación de “mostrar” genera el deseo o la exigencia de “mostrarse” produciendo “el pseudo acontecimiento porque sólo hay una cámara que lo está rondando, y que, de otro modo, no tendría lugar. El pseudo acontecimiento es, pues, un evento prefabricado para la televisión y por la televisión. A veces esta fabricación está justificada, pero aún no deja de ser algo ‘falso’ expuesto a serios abusos y fácilmente queda como verdadera desinformación”. (5)

La tergiversación de la información y la construcción de opinión a través del procesamiento informativo de lo real, permite que se construya alrededor de la política realidades comunicacionales que tienden a transformar “la pureza” de la acción. La atención sobre estos procesos asociados a la fuerza de las imágenes, enfrenta un similar cuestionamiento al que en su momento aquejó a Krauss respecto de la finalidad de la prensa escrita. Krauss, a diferencia de Sartori, centraba su preocupación en cierta ontológica política sobre el lenguaje, mientras hoy, se atiende con preocupación ontológica la pureza de la imagen.

El contexto actual que define el comportamiento de los actores en el ámbito de la comunicación promueve lecturas controvertidas que, los teóricos y la clase política comienzan a evaluar como estratégicas en la construcción de mayorías para ganar elecciones o mantener a los públicos atentos a los juegos de imágenes y en donde domina, trágica o resueltamente, el cómo se ve antes de lo que es como parte de la misma doxa.

Notas

(1) Nicolás Casullo, intelectual argentino compiló un texto en el cual se reúne una serie de artículos de colección sobre la vida intelectual y artística de esta ciudad europea. Entre sus páginas se observa todo el atractivo de una ciudad de la cual se extraen reflexiones claves sobre los dilemas de la modernidad europea: los avatares del progreso técnico, social y cultural; el fraccionamiento de este proyecto por parte de las vanguardias, disonancias entre la elite y lo masivo, entre otras categorías y nudos problemáticos (N. Casullo, Viena del 900: Remoción de lo Moderno. Edit. Nueva Visión, Bs. As., 1991.
(2) Nike Wagner, Karl Krauss: La lengua y el mal. En N. Casullo, Viena del 900: la remoción de lo moderno, op.cit., pág. 163.
(3) Wagner, op. cit., pág. 162.
(4) Baudrillard, El crimen perfecto. Anagrama, Barcelona, 1996. Págs. 100-101.
(5) G. Sartori, Homo Videns; la sociedad teledirigida. Taurus, Madrid, 1998. Pág. 83.