Sección: Partido Socialista: Recomposiciones y debates

El debate programático y la institucionalidad del PS*

Entrevista a RICARDO SOLARI

AVANCES de actualidad Nº 16
Noviembre 1994

- El debate del Proyecto Socialista estaba programado que tuviera un cierre hacia fines de este año. ¿Cómo marcha ese debate y en qué medida se ha ido arribando a ciertas conclusiones?

- El debate ha tenido dos espacios privilegiados de desarrollo. Uno es el de los cuarenta compañeros que componen el grupo de trabajo destinado a producir materiales sobre distintos temas, que informen a la discusión de todo el Partido. El segundo ha consistido en la realización en los distintos comunales de jornadas o paneles de discusión y de múltiples otras maneras de intercambio de opiniones.

Así se ha iniciado una discusión sustantiva respecto del Proyecto Socialista en un sentido muy preciso: ¿cuál es la convocatoria, cuál es el propósito de la acción política de los socialistas, y cuál es su sello, su identidad? Hay un esfuerzo de identificación de nuestras singularidades, de nuestras particularidades, como primer gran propósito. ¿Qué es lo que nos hace ser socialistas? Pregunta que en épocas pasadas puede haber estado plenamente respondida, o que en épocas relativamente más recientes, hacia fines de los años 80, tiempos de urgencias contingentes, bastante dramáticas, resultaba una pregunta que podía aparecer absolutamente insustancial o irrelevante. En una época teníamos demasiado resuelta nuestra identidad y en otra etapa nuestra identidad era menos importante que el propósito político de ganar la democracia. Hoy día estamos en una situación en que la reidentificación de nuestra identidad es un asunto importante para los socialistas. El debate tiene mucho que ver con ese propósito.

- ¿Cuáles son los temas claves que están redondeando el trabajo de la comisión o grupo de los cuarenta?

- Los temas que están en el centro de las ponencias de la comisión nacional y de las dudas o consultas que surgen del debate en los comunales, son la relación entre Estado y mercado en primer lugar, y en segundo lugar el tema del bloque histórico, su naturaleza y fines.

- ¿La discusión efectivamente se ha extendido a todo el país?

- Hay un proceso heterogéneo que tiene mucho que ver con el estado de desarrollo del Partido. En un importante número de comunales ha habido jornadas de discusión, en otros ha habido esfuerzos y en otros la evaluación es menos feliz. Pero el animar un debate de esta naturaleza en un partido político hoy día es un esfuerzo bien interesante y singular, y de hecho ha prendido mucho más allá de lo que se pensaba, en una forma muy razonable, muy poco dado a las caricaturas, con mucha tolerancia, con mucha pluralidad interna, rasgo que es digno de destacar.

- La labor de los intelectuales socialistas se aprecia en publicaciones y en su presencia en gran cantidad de seminarios donde exponen opiniones sobre todos estos temas y otros más. ¿Ha habido capacidad del PS para recoger esa capacidad instalada de intelectualidad socialista, que no es muy orgánica, que es poco institucional?

- Se avanzó de manera importante desde el momento que se planteó la tolerancia y la pluralidad de opiniones como un valor muy prioritario para los socialistas. En la medida que eso ocurrió, uno puede escuchar en reuniones del Comité Central o en un Comunal cualquiera heterodoxia con entero respeto, y eso ha permitido avanzar en el proceso de incorporación de los intelectuales al PS. Pero por otro lado el Partido ha tenido dificultades materiales que le impiden hacer más sistemática la contribución de los intelectuales.

Creo sin embargo que hay un campo donde ha existido una permanente producción de ideas y de nuevas formulaciones: es en el campo del debate económico. En los últimos años hay una experiencia de la Comisión de Economistas Socialistas que ha contribuido vigorosamente a formulaciones interesantes, quizás no de largo plazo pero sí como la capacidad de explicar una nueva economía política.

- Ha señalado los temas que han centrado los debates, sin duda relevantes. Pero a su juicio, ¿no hay algunas materias que pudieran ser muy esenciales y que se eluden?

- Los temas del poder a mi juicio están algo ausentes. Temas bastante clásicos en la vida socialista, durante mucho tiempo, y que hoy día requieren una mirada novedosa, a raíz de la pluralidad de centros de poder, por una parte, y por otra debido a la importancia tremenda que adquieren los procesos de formación cultural de elites en la concentración o en la formación del poder. Por un lado la difusión material del poder y la heterogeneidad de grupos o de segmentaciones de la sociedad, y por otro la influencia de los fenómenos ideológicos y culturales, hacen que el análisis del poder se torne extremadamente complejo y las viejas categorías tengan una gran dificultad para interpretar lo real.

- ¿Quizás esa elusión obedezca a una falta de comprensión o de seguridad sobre la nueva estructura sociológica del país? Antes los esquemas se basaban en una matriz de clases más simple que la actual.

- Antes hubo un esquema de contradicciones más o menos simple que podía dar cuenta de la complejidad fenomenológica de lo social, pero hoy día eso no es así. Hoy día las polaridades elementales no sólo son mucho más cruzadas sino que hay fenómenos que cuesta asumirlos en esta misma lógica, como son los fenómenos llamados de globalización y fenómenos de yuxtaposición de intereses. Por ejemplo, la típica contradicción capital/trabajo en sí misma no explica buena parte de las contradicciones vinculadas a la disputa por la distribución de lo que en lenguaje antiguo se llamaban los excedentes, porque existe un fenómeno nuevo y muy poderoso, que se llama la marginalidad, la que no está situada en el espacio de la producción material sino en otro ámbito. La informalidad o marginalidad se ha ido acentuando y eso adquiere un carácter dominante. A mi juicio este fenómeno es más necesario de entenderlo que la contradicción que se da en los sectores modernos de la industria, donde la conflictividad es muy mínima y prácticamente tiende a cero.

- En estas reflexiones, que están presentes en el debate socialista chileno, ¿se asumen y se integran los análisis que se realizan en otras latitudes, por ejemplo entre los socialismos europeos, los que han estado tremendamente afectados por crisis y por problemas no sólo de corrupción sino por estas mismas transformaciones sociales y culturales que se producen en los países desarrollados? ¿Se recoge algo de aquello, hay un eco de esos debates?

- Parcialmente sí, en lo que se refiere a un punto esencial que es una interpelación mucho mayor sobre la sociedad civil que al Estado, en términos de la práctica política de los socialistas. Ese es un punto muy compartido: la necesidad de conversar con la sociedad, de reclutar las demandas sociales que surgen de los nuevos desarrollos del capitalismo.

Pero hay un componente que diría que es típicamente latinoamericano, referido al campo del autoritarismo, un aspecto muy esencial en el Estado y los sistemas políticos de nuestro continente. Eso hace una diferencia, no sólo sobre los estadios del desarrollo sino que del fenómeno político nuevo que significó la instauración de dictaduras militares con proyectos ideológicos en nuestro continente en los últimos quince o veinte años.

- Sobre el problema del Estado, ¿podría describir las diferencias fundamentales entre la vieja concepción marxista, que entendía al Estado casi exclusivamente como un aparato de dominación de clase, y la que ahora lo asume como una entidad mucho más compleja en su rol y en sus funciones?

- La vieja fórmula suponía al Estado como condensación del poder y como una relación de fuerzas, de dominio de una clase sobre la otra. Mi impresión es que se puede seguir pensando que hay una dimensión de relación de fuerzas en la comprensión del Estado.

Sin embargo el Estado es eso y al mismo tiempo es un espacio donde se expresan el conjunto de heterogeneidades que la vida social sintetiza. Y estas distintas dimensiones de lo social expresadas en el Estado, hacen a un grado de complejidad mayor que el de la mera síntesis de una relación de fuerzas basada en la propiedad o no propiedad de medios de producción. Hoy día hay categorías de análisis del poder que son tan importantes como la propiedad material, como es la apropiación de conocimientos o como es la capacidad de producir hegemonía cultural en una sociedad. Esa es una distinción.

- Es decir – siguiendo el esquema tradicional – que si el Estado resume o condensa contradicciones de fuerzas, la cuestión radica en que el componente de la fuerza es mucho más amplio que la cantidad de clase o la cantidad de capital reflejados en él.

- Claro, hay al mismo tiempo una diversificación de las dimensiones de la relación de fuerzas. Estas no sólo están referidas a lo material y a lo militar, sino que hoy día están cada vez más crecientemente definidas o resueltas por las dimensiones del conocimiento, de la ideología, de la cultura y finalmente de las prácticas. No sólo de las prácticas entendidas como prácticas sociales en relación a la producción material sino también a la vida cotidiana. Y desde ese punto de vista, en la medida que esas prácticas sociales vinculadas a la cotidianidad son también muy centrales en la conflictividad en torno al poder de la sociedad, son también dimensiones notablemente diferenciadas entre ellas. Por ejemplo, la significación que tiene en todo el debate público en relación a lo estatal, el tema de las discriminaciones de género o de raza.

- ¿Por qué se entiende la modernización tan relacionada con las privatizaciones?

- Hay una razón muy contingente que explica este hecho, y es que la idea de la modernización, es decir la idea neoliberal de modernización, está muy asociada a la idea de la reducción del tamaño del Estado, entendida esta reducción como un aumento del poder de las personas, de los ciudadanos. Esa noción que encadena modernización con reducción del aparato del Estado y con aumento del poder de los ciudadanos es una simplificación que da lugar a una gran distorsión. Porque la reducción del tamaño del Estado tiene tanto más que ver con sus funciones – relacionadas con normar, regular, etc. – que con el porcentaje del producto geográfico que maneja, que en Chile está entre un cuarto y un quinto. Para el neoliberalismo son dos los grandes desafíos que se plantean para alcanzar la libertad: el primero se refiere a la reducción del tamaño del Estado como porcentaje de su participación en el producto – así de simple -, y el segundo se refiere a la reducción de sus funciones. No sólo la reducción de su tamaño sino también en sus funciones del Estado.

La otra lectura, la nuestra, tiene el mismo propósito modernizador y una mucho más exacerbada pasión por la libertad. Se basa en la idea de que la modernidad es por sobre todo integración social y capacidad real de los ciudadanos de apropiarse de manera más igualitaria, más equitativa, de porcentajes del producto, y al mismo tiempo de conquistar mayores derechos respecto de los intereses colectivos.

El enfoque neoliberal pretende reducir responsabilidades y participación en el producto, o en la riqueza, por parte del Estado; el nuestro pretende aumentar responsabilidades del Estado y, por sobre todo, distribuir oportunidades de riqueza a la población, hacer efectiva la igualdad de oportunidades. Son dos nociones a mi juicio radicalmente enfrentadas. Porque en el proceso histórico de un país como Chile lo que ocurre cuando el Estado reduce su participación en el producto, es que la apropiación por parte de los grupos de alto ingreso va produciendo una concentración cada vez mayor de esa riqueza, por una parte, y por otro lado los ciudadanos – que pueden ser ciudadanos, usuarios o consumidores para estos efectos – cada vez tienen menos derecho de protegerse de la inequidad que resulta de la desigual distribución de la riqueza.

Finalmente – retomando el sentido inmediato de la pregunta – ¿cómo sucede que en Chile hay una impronta neoliberal muy fuerte tanto en los sistemas de producción de elites como en los de producción de opinión, la idea de que la privatización y la modernización son sinónimos es extremadamente difundida y fuerte.

- En todo caso, ¿es legítimo afirmar que privatizar es progresista y no privatizar es conservador?

- Yo digo que las privatizaciones tienen validez en la medida que no afecten el propósito de la equidad y de la libertad que antes señalara. Es decir, en tanto no favorezcan aún más los procesos de concentración de la riqueza y en la medida que no expongan aún más a los ciudadanos, usuarios o consumidores a una situación de concentración de responsabilidades en grupos privados o estatales que disponen de la capacidad de prestar o de generar servicios, bienes y oportunidades.

- Es decir en la medida que no reduzcan las opciones de libertad.

- Así es. Una privatización será perfectamente válida en la medida que no favorezca la concentración del poder y en tanto sea sustituida por una intervención privada que amplifique el campo de las decisiones personales.

El ejemplo que viene más a la mano es el de las empresas sanitarias. Con su privatización se puede favorecer un proceso de concentración del poder y reducir el grado de oportunidades de los usuarios más pobres al no tener ellos un recurso político, en la medida que la empresa es pública, de imponer por la vía del voto un mejor servicio. Por otro lado, si ello se da sobre la base de un proceso que amplifique las oportunidades de acceso al servicio, y que por otro lado esté acompañado por un proceso de regulación que proteja a los usuarios más pobres, la privatización puede ser perfectamente válida. Ese es el debate de fondo.

- Usted ubica ahí uno de los debates centrales sobre las modernizaciones. ¿Qué otros ejes definen la modernización, en los tiempos actuales, aquí, en Chile?

- Creo que son tres ejes y muy claros. Uno, aquel que pueda proveer de grados crecientes de equidad e igualdad de oportunidades a las personas frente a aquellos bienes y servicios que aparecen más apreciados por ellas.

El primero de ellos es el que se refiere al derecho a la salud, el segundo es la educación. Los dos tienen que ver con inversión de la gente en sí misma, con un disfrute más pleno de su condición de ser humano, con prolongar su vida, vivirla de mejor manera y tener más oportunidades de acceso a un trabajo bien remunerado. Vivir mejor la vida, en términos de calidad del cuerpo podría decirse.

El tercer componente se refiere al tema de la dignificación, y esta dignificación tiene que ver con la relación entre el Estado y sus iguales, con el derecho de los usuarios a vivir en un medio ambiente, en una ciudad, en un clima social sanos, se refiere a la existencia de medios de arbitraje, a la justicia, que sean crecientemente equitativos. Esta dimensión de la modernización es sin duda la más importante y la que debe acentuarse más radicalmente a mi juicio. En el viejo Estado – tanto en el Estado burocrático socialista como en el Estado de bienestar – estas dimensiones quedaban confundidas, porque había un grupo de la población, el grupo más pobre, que finalmente quedaba muy desprotegido. Y por cierto que con la modernización neoliberal, con el Estado cada vez más pequeño, queda totalmente al margen de cualquier protección.

- ¿La crisis de gabinete ha cambiado o afectado cualitativamente la influencia del PS en la conducción del Gobierno?

- Nosotros hemos vivido y aún estamos viviendo una contingencia de conflicto con el Gobierno que hace difícil hacer una estimación. Estamos en un diferendo, por lo que no está el tiempo como para hacer una evaluación sobre dos escenarios tan distintos, el anterior y el posterior a la crisis. Es evidente que en el primer período, con Germán Correa en el Gobierno, nuestra influencia no fue importante – como él mismo lo ha señalado – por la ausencia de un ejercicio colectivo de la función de conducción. Hemos pasado por un período de intensas consultad internas en y entre los partidos, y lo sucedido en TVN tampoco evacuó resultados plenamente satisfactorios, desde el punto de vista nuestro, pues aún no resulta consolidado un funcionamiento adecuado de la alianza en su expresión de Gobierno.

- Dado este desajuste en la Concertación, por lo menos coyuntural, que aún no decanta, ¿qué posibilidades ciertas se abren –como hipótesis aunque sea- a un eventual acercamiento del mundo socialista o PS-PPD con la oposición liberal, con Renovación Nacional más precisamente?

- En primer lugar los componentes liberales en la oposición están pasando por un momento de retroceso. En la oposición algunos de sus personeros que estaban más vinculados al ala liberal – estoy hablando de Sebastián Piñera, de Andrés Allamand – están muy montados en un discurso opositor muy radical, en una oposición neoliberal nada sensible a los temas de justicia social, que son muy dominantes en nuestra visión de las cosas y también en la visión de la Concertación. Desde ese punto de vista me parece una ficción completa pensar que existe la posibilidad de un entendimiento con esas fuerzas, hoy por hoy. Una ficción.

- Los cambios sucedidos en la representación del PS en el Gobierno, ¿tienen repercusiones hacia adentro del Partido Socialista?

- Sí y no. Sí, en la medida que se asocie la influencia de las corrientes a su capacidad de participación más o menos activa en responsabilidades muy altas de Gobierno. Desde ese punto de vista podría cambiar o afectar la relación. Y no, en la medida que el debate interno socialista está más situado en discusiones de la naturaleza que yo he mencionado antes y mucho menos en la visión clientelar del ejercicio del Gobierno.

Sobre el tema de las corrientes internas hay un tema que domina por sobre cualquier otra consideración menor. La unanimidad con que el PS ha enfrentado las coyunturas difíciles es de una magnitud tal que me parece que poner el énfasis en las lógicas de corrientes no da cuenta del fenómeno que están viviendo los cuerpos direccionales del Partido, incluso los más amplios como su Consejo General. Eso es así y poner énfasis en lo otro no es acertado, aunque evidentemente una lógica más de corrientes se pueda expresar cuando nos aproximemos a las elecciones internas del próximo año. Ha habido un conjunto de discusiones en torno al tema de las privatizaciones, a la participación de privados en CODELCO principalmente, que son discusiones complejas pero que hay que enfrentar, pero que no generan tampoco discusiones de corte dramático.

- Hay una angustiosa pregunta que circula por todos lados: ¿Cuál es el PS, en su formalidad, en su institucionalidad y en su estilo, que reclama la situación actual, el nuevo Chile, la nueva sociedad, aceptando que los viejos esquemas, la vieja matriz de partido no da cuenta, no puede dar cuenta?

- Yo creo que el PS en términos institucionales ha avanzado muy radicalmente en un punto: el hecho que sus decisiones políticas esenciales, prácticamente el conjunto de sus decisiones trascendentales, son tomadas en sus órganos colectivos definidos para tal fin, y no fuera de ellos.

- Es decir que se ha restablecido la decisión institucional.

- Eso está muy claro, y se extiende a la mesa y a la relación con los parlamentarios, que es muy estrecha. Ese es un hecho valioso.

En segundo lugar, un problema no resuelto por el Partido Socialista es que, en una situación en que el PS participa del Gobierno, participa en el Parlamento y tiene una presencia fuerte en las organizaciones sociales más tradicionales, con toda esa presencia no es capaz de articular un discurso que tenga como finalidad una conversación permanente con la sociedad. Ahí tenemos una dificultad. Es decir de qué manera el Partido, en este cuadro de participación en el Gobierno, en el Parlamento y en las organizaciones sociales, presencias que muchas veces son contradictorias, o que tienen dimensiones contradictorias o conflictividades implícitas, es capaz de producir una síntesis que por su contundencia y por su simplicidad permita un diálogo abierto con la sociedad que nos retroalimente. Muchas veces nuestro discurso y nuestras reflexiones son de un grado muy grande de complejidad, y están más bien relacionados a la capacidad de resolución táctica de fenómenos que a una siembra de ideas que en el largo plazo resulte en una construcción de fuerza real, sostenible, duradera.

- ¿Cómo encara el PS su financiamiento?

- En Chile hay una sombra inmensa respecto a la forma en que se financian las actividades políticas, y de continuar esta situación poco transparente, seguirá habiendo una sospecha respecto a la manera en que estas actividades se financian y una cierta impresión de que en el fondo aquí, al final, aquellos partidos que están más asociados a la gran empresa son los únicos que tienen autonomía real en su financiamiento.

Ahí hay un gran tema que es el financiamiento de la política. Un tema respecto al cual la derecha se ha hecho absolutamente ajena porque tiene su problema básicamente resuelto, por su relación estrecha con el empresariado.

- ¿Es decir que la expectativa para las fuerzas progresistas, como el PS, simplemente es el financiamiento público?

- La única expectativa.

- Otro problema es el de la renovación y del reciclamiento de los cuadros dirigentes, que deriva en la oligarquización de los partidos en general, un fenómeno bastante visible al que no escapa el PS pues son dinámicas que tienen fuerza objetiva. En el último tiempo el PS ha tratado de enfrentar dicho problema mediante innovaciones estatutarias como las votaciones universales, sin embargo el fenómeno no se revierte y más bien parece acentuarse. ¿Cómo lo observa?

- Estamos sufriendo dos fenómenos: la oligarquización y la elitización, que no son necesariamente lo mismo. Uno se refiere al dominio de unos pocos sobre el total de la información, por tanto de la capacidad de decidir. Y lo otro más bien se refiere al manejo del poder en un sentido más estrictamente instrumental, en su uso cotidiano. La manera de combatir aquello lamentablemente no puede resultar o realizarse sólo desde la práctica interna de un partido específico, pues responde a situaciones originadas en el sistema político y en las culturas de la sociedad.

Nosotros tenemos en los dos casos grandes adversidades. Por una parte tenemos un sistema político muy rígido, el binominalismo en lo electoral, una enorme cantidad de exigencias de sub-pactos, de acuerdos, una sobredimensión del aspecto negociación, que es un componente de la política pero que no es el único ni debería ser el principal. También enfrentamos el tema programático, lo relacionado con lo ético y finalmente con los ejercicios de voluntad que la política debe expresar.

Vivimos una política muy elitizada, pues el sistema político es muy elitizado y las oportunidades de expansión de ese sistema en el corto plazo no se ven muy a la mano, muy cercanas, porque la derecha es particularmente reacia. RN por ejemplo no tiene sistemas de elección directa y la UDI ni pensarlo porque en su seno ni siquiera existen corrientes internas, sensibilidades internas. Eso arrastra o genera un contexto que a mi juicio hace muy difícil –si uno es parte, como somos, del sistema político en un sentido tan institucional- de modificar esas prácticas.

¿Cómo se modifican? Yo creo que hay caminos. Hay un camino, que se ha seguido, que por supuesto es lento, que es el de la regionalización y la descentralización; también mediante el mecanismo de la discriminación positiva; y con una preocupación mucho mayor por la condición militante. Son factores que favorecen o ayudan a la democratización interna de una manera efectiva, más allá del sistema de votación. En la medida que se traslade más poder a los regionales y a las instancias intermedias, que es una tendencia que se expresó en el último Consejo General, se estará avanzando en ese proceso de manera adecuada. La separación de las elecciones internas, entre la nacional y las locales, a mi juicio también contribuye.

- Vienen por lo menos tres eventos electorales importantes para la situación interna del PS: en abril de direcciones regionales, provinciales y comunales, en junio de candidatos a concejales y en noviembre del Comité Central. ¿Cómo ve la posible evolución del tendencialismo en relación al esquema que prevaleció en la etapa anterior y presente?

- Estoy muy convencido que en las elecciones a nivel local – es decir a nivel comunal, provincial y regional -, se van a establecer competencias entre alianzas locales, las que no van a corresponder tanto a las corrientes internas sino que tendrán mucho más que ver con la evaluación de los compañeros que están en las respectivas localidades.

- Por lo tanto es bueno…

- Por supuesto. Responderán a sus propios acuerdos, vínculos, etc., de manera que se irán construyendo entendimientos en ese mismo nivel. En el caso de los concejales ya quedó suficientemente claro que es extremadamente importante la calidad de los candidatos para que el PS consiga resultados, y por lo mismo creo que en la próxima oportunidad se va a poner mucho más atención que en la anterior en esta condición. No es fácil elegir un concejal, y es evidente que no es fácil que un concejal haga una gestión adecuada teniendo en cuenta todas las restricciones y límites que la ley le impone, por eso mi impresión es que va a haber una mayor preocupación en ese aspecto. Y respecto a las elecciones internas creo que es muy temprano para anticipar criterios.

- ¿Cree que esos procesos electorales internos van a hacer más fluidas las fronteras tendenciales?

- Sin duda. Creo que desvincular las elecciones nacionales con las elecciones locales es muy bueno porque abre mucho la posibilidad de que fenómenos estrictamente locales, de funcionamiento orgánico, determinen la composición de las listas.

- El trabajo del PS en la base social indudablemente es débil, me refiero a los sindicatos, gremios, organizaciones vecinales, etc. ¿Cómo se puede enfrentar esa debilidad? ¿Es un problema inducido por el contexto de despolitización general, o también hay fallas que obedecen a las definiciones y políticas del propio Partido?

- En esto hay una batalla que dar por la revalorización de la utilidad y el sentido de lo colectivo. Es un asunto muy esencial. En Chile lamentablemente está en retirada un sentido de lo colectivo, debido al dominio de un discurso que alienta la despolitización y la individualización. El desafío, por una parte, es renovar las organizaciones sociales tradicionales, y por otra, levantar nuevas organizaciones que sean capaces de expresar sentimientos colectivos. Ambas cosas son muy difíciles.

Creo sin embargo que en el campo del PS tenemos mucho que avanzar a partir de lo que es nuestra propia implantación en ese mundo. Debemos hacer un esfuerzo muy grande, partiendo por aglutinar el total de nuestra fuerza disponible en este campo, para que desde allí hacer esta otra tarea de expandir organización, de expandir voluntad colectiva. Y esto se hace fundamentalmente en dos campos: uno es el campo de los jóvenes y otro es el campo de los trabajadores.

En Chile existe una baja tasa de sindicalización y una decreciente tasa de organización juvenil. Y esto es contradictorio con una situación en que existe un conjunto tremendo de demandas laborales insatisfechas y de arbitrariedades que todos los días se materializan contra los trabajadores. Y en el campo de la juventud hay una insatisfacción muy grande y hay una presión muy brutal, que las políticas públicas no tienen ninguna capacidad de respaldar o de validar. En esos dos campos hay que poner la mirada esencial.

Y creo que también hay que poner mucha energía en el campo vecinal, acentuando los procesos de descentralización del conjunto de las actividades públicas, que es otra dimensión importante y muy crucial de atender.

- ¿Pueden tener que ver estas debilidades con un cierto anquilosamiento etario del PS, un envejecimiento en su composición humana que se traduce en dificultades para asimilar los nuevos aires?

- Creo que el PS sufre de ese mal, pero también que es un mal que en general lo sufren los partidos políticos en Chile, y más aún, es un fenómeno de la política mundial que sólo se puede revertir sobre la base de la construcción de una muy radical voluntad de conexión con la sociedad. Y la única manera de resolverlo es por la vía de que un gran movimiento que recoja las temáticas nuevas, temáticas que se identifiquen con los nuevos ciudadanos, con los nuevos sujetos o actores del proceso social. No puede ser con las estructuras referidas a los viejos temas y a los viejos conflictos, tenemos que ser capaces de captar los nuevos movimientos, los nuevos temas, y al mismo tiempo estimular a esta organización social para que se instale, se levante, establezca su propio protagonismo. En los últimos años nosotros hemos vivido muy volcados al gobierno y a las otras tareas les hemos dedicado un tiempo muy pequeño.

*Entrevista realizada por Guaraní Pereda