Sección: La Transición en Chile: Su devenir y sus temáticas

El Partido Socialista en perspectiva

Antonio Cortés Terzi

AVANCES de actualidad Nº 11
Julio 1993

LIMITACIONES DEL PRÓXIMO GOBIERNO

1. Cualquiera sea la concepción que se tenga de la etapa transitoria, lo cierto es que en el próximo período gubernamental la transición no podrá ser el eje ordenador ni de los razonamientos ni de las acciones políticas. Ello no significa que no persistirán fenómenos típicos de la transición, pero éstos tenderán a ser atendidos con un perfilamiento más bajo y con criterios más propios de una situación normal que de una situación excepcional.

2. Lo que resta del actual período, en consecuencia, será decisivo para definir la “normalidad” político-institucional futura del país. O, dicho más estrictamente, para definir el marco jurídico y político en el que se desenvolverá la política chilena.

3. Dos riesgos plantea lo anterior. De un lado, puesto que serán las elecciones la actividad que concentrará los esfuerzos de los partidos, las resoluciones sobre estas materias quedarán casi exclusivamente en manos del Gobierno, o sea, del Presidente y de su equipo político más cercano. El socialismo, por ende, tendrá pocas posibilidades de influir, salvo por la vía de algunos funcionarios gubernamentales. De otro lado, es evidente que en la toma de decisiones, ejercerán una gran presión Eduardo Frei y sus colaboradores, quienes, naturalmente, pretenderán recibir un estado de cosas lo menos conflictivo posible. Ahora bien, ambas cuestiones conspiran en contra de soluciones satisfactorias para la visión socialista. Es probable que se imponga un esquema más bien “conservador” en aspectos tan sensibles como derechos humanos, institucionalidad y normas económicas.

4. El futuro Gobierno de la Concertación estará obligado a poner mayor énfasis en los problemas sociales. Primero, porque esa una autoexigencia. Y segundo, porque las demandas laborales y populares buscarán mayores espacios de expresión y organización, en la misma medida que serán mayores las señales de normalización.

5. Tales énfasis, sin embargo, no estarán exentos de serias dificultades. Ante todo por una cuestión estructural: la relativa y tradicional indiferencia del empresariado por “la cuestión social” que se acompaña de su enorme poder factual acumulado en las últimas dos décadas. Y luego, porque son cada vez más claros las previsiones de obstáculos al crecimiento económico. (Véase, por ejemplo, el trabajo de Máximo Aguilera).

6. Estos problemas presagian un gobierno más condicionado que el actual por las presiones sociales y por las complejidades económicas, lo cual tenderá a traducirse en una administración excesivamente cautelosa en el tratamiento de otros temas, principalmente los político-institucionales (incluidos por cierto los relativos a las FF.AA.). Es decir, las presumibles complicaciones sociales y económicas que habrá de enfrentar el país, potenciarán la idea de dar prontamente por superados los legados de la dictadura y de asumir de manera más o menos definitiva el esquema político e institucional vigente. Conformismo “justificado” por el afán de no mantener una conflictividad política elevada con la derecha y con sus poderes factuales y destinar las energías a lo económico y social. Hay que tener en cuenta que las operaciones con esos propósitos ya están en marcha acelerada.

7. Estas tendencias “conservadoras” tienen un soporte objetivo, estructural, que se resumen en lo ya señalado: fuerzas populares más activas, menos empuje de la economía y la percepción ciudadana de que la transición habrá concluido al término de este mandato presidencial. Pero también se explican por visiones que se desarrollan al seno de la DC. Los cambios generacionales que se anuncian y que se observan a partir del liderazgo de Eduardo Frei, y que en gran medida se reflejan en la composición de sus equipos, trae aparejado cambios más trascendentes en ese partido. Dicho escuetamente, el desplazamiento de las viejas generaciones es, a su vez, un debilitamiento de las tendencias doctrinariamente más afines al progresismo socialcristiano y un avance de corrientes más pragmáticas que, por ese carácter, tienden espontáneamente al conservadurismo, aunque no necesariamente por razones ideológicas.

READECUACIONES POLÍTICAS PREVISIBLES

8. Probablemente un factor nuevo a considerar para el período que se avecina será la menor solidez de la Concertación. La fortaleza demostrada hasta ahora se construyó sobre la base de dos fenómenos. Primero, sobre los lazos y la dinámica unitaria gestados en la lucha contra la dictadura. Y segundo, en la necesidad de asegurar un gobierno democrático mayoritario y fuerte para encauzar la transición y enfrentar los inmensos espacios de poder, institucionales y fácticos, que proyectó la dictadura. Ahora bien, cuanto más se aleja el pasado autoritario, pierden fuerza los vínculos que se crearon en virtud, precisamente, de ese pasado. Y si bien perviven enclaves autoritarios, ya no sólo no poseen el valor de antaño sino que tampoco son percibidos de igual manera por los bloques de la Concertación.

Por otra parte, la superación o morigeración de los problemas más álgidos para la estabilización democrática, impelen a que cada una de las culturas de la alianza perfile con más intensidad sus pensamientos y políticas. De hecho, este proceso ya ha sido formalmente anticipado en las primarias de la Concertación, y se verá acentuado por dos razones convergentes:

a) Sólo con una estrategia diferenciadora respecto del PDC el conglomerado PS-PPD puede aspirar a salvar su menguada e injusta fuerza electoral; y

b) disminuido el dramatismo de la transición, las discrepancias no estarán tan coartadas para expresarse, pero, además, puesto que cobrarán más relevancia problemas puntuales de todas las grandes áreas, surgirán con toda naturalidad puntos variados de discrepancia.

La situación futura de la Concertación puede sintetizarse en lo siguiente: hasta ahora su unidad tenía raíces en una necesidad impuesta por las circunstancias; en adelante dependerá tanto de las coincidencias libremente debatidas, esto es, sin concesiones ni autocensuras por causas exógenas, como de la voluntad de las partes por mantener la alianza.

9. Es altamente improbable que el cuadro que presenta hoy la derecha se mantenga inmóvil. Es falsa, o por lo menos insuficiente, la explicación de que las pugnas que se producen en ese sector se deban exclusivamente a la falta de “cultura partidaria” y a la inexistencia de líderes. Tampoco es enteramente exacta la tan repetida afirmación acerca de la gran identidad doctrinaria que caracterizaría al “sector”. El argumento más esgrimido para demostrar esa identidad es la adscripción a la economía de mercado de parte de todos los partidos y fracciones de la derecha. Pero esto es, en primer lugar, sólo una generalidad, y por lo mismo, acepta distintas interpretaciones. Y, en segundo lugar, lo que es más importante, la adscripción a un modelo económico no agota, por cierto, ni el ideario ni los proyectos políticos. Es evidente que la derecha está cruzada por profundos conflictos en torno a tópicos tan esenciales como las concepciones sobre la democracia, la modernización del Estado y de la institucionalidad.

Sin embargo, el punto que más divide hoy a la derecha tiene que ver con las estrategias de poder. Mientras la UDI –y el “pinochetismo” en general-, opera con una estrategia que privilegia la permanencia y/o consolidación de poderes que aseguren una oposición eficiente a las posibilidades de cambio, en RN, específicamente en su fracción liberal, se desarrolla una estrategia con más voluntad y ambición de gobierno. Ambas estrategias conducen hacia una ineluctable mayor separación entre los dos partidos. En efecto, para el proyecto de RN es imprescindible crear condiciones que le permitan una política de alianzas hacia el centro político, o sea, hacia la DC, cuestión que, evidentemente, es inaceptable para la UDI, cuando menos en el presente y en plazos mediatos.

10. Muy escuetamente, y a riesgo de esquematizar, los reordenamientos políticos consistirían en:

a) Una modificación sustancial en las relaciones entre el PS-PPD y la Democracia Cristiana, caracterizada por una diferenciación y competencia superior.

b) Un replanteo sobre la alianza y las formas de la alianza entre las fuerzas que hoy componen la Concertación, que puede llegar hasta la disolución de ésta.

c) Una mayor autonomía del sector liberal de la derecha –que puede pasar previamente por rupturas o escisiones en RN-, autonomía traducible en acercamientos doctrinarios y políticos hacia el centro.

d) Un campo de maniobra más abierto para la DC, en cuanto a acuerdos gubernamentales y legislativos e, incluso, en cuanto a pactos electorales.

EL SOCIALISMO Y LOS NUEVOS ESCENARIOS

11. Distintos factores confluyen para la configuración de perspectivas promisorias para el PS.

a) En la medida que avanza y se consolida la normalización política y la estabilidad democrática, mejoran las condiciones para el afianzamiento y extensión en la sociedad de los pensamientos y de las políticas de radicalidad progresista. Es sabido que en los períodos inmediatamente posteriores a las dictaduras, las sociedades tienden a la cautela y optan por posiciones centristas, auto-censurando la voluntad de cambios mayores.

b) La previsible ampliación de las demandas sociales y de la actividad de los grupos populares organizados, sugieren la posibilidad de una mejor rearticulación del socialismo con las fuerzas sociales, particularmente con algunas franjas del mundo popular tradicional, política y gremialmente desatendidas en los últimos años.

c) La orientación hacia ciertos grados de conservadurismo que se vislumbra en la DC, implica la apertura de mayores espacios para el desarrollo del socialismo, tanto en lo que se refiere a iniciativas políticas como en lo que respecta a ofensivas ideológico-culturales hacia sectores medios y juveniles.

d) El prestigio acumulado en el cumplimiento de funciones ministeriales ha permitido superar, con más rapidez de lo esperado, los juicios negativos que pudieron generarse durante la dictadura en torno a la capacidad gubernamental del socialismo.

e) La energía con que se ha impuesto el proceso de renovación socialista hace que la crisis de los socialismos reales no constituyan hoy un factor relevante en las apreciaciones colectivas sobre el socialismo chileno.

12. Pero junto con esos elementos favorables coexisten situaciones complejas que, evidentemente, interferirán en el futuro del socialismo.

a) Afirmar al socialismo como alternativa autónoma no será fácil considerando su adscripción a una alianza gubernamental donde predomina la DC.

b) La mayor conflictividad entre las políticas gubernamentales y las demandas sociales, tensionarán al propio PS.

c) El necesario rol más activo que debe desempeñar el socialismo en el próximo gobierno, tenderá a originar momentos de crisis gubernamentales que pueden llegar a interrogar incluso la permanencia de la Concertación.

d) Los todavía altos niveles de discrepancias que subsisten al seno del PS obstaculizan seriamente la consistencia de sus políticas, máxime si éstas deben responder a situaciones de gran complejidad.

13. Conjugar adecuadamente la presencia del socialismo en el gobierno y, a la par, el impulso de sus propias políticas, requiere en nuestra opinión de:

a) Acotar con precisión el Programa de Gobierno, no sólo porque con ello se hace visible la influencia socialista en él, sino también, porque su delimitación permite hacer públicos aquellos puntos que, aun no estando en el Programa y no entrando en contradicción flagrante con él, el PS mantiene como propuestas.

b) Establecer mecanismos de conducción gubernamental que, respetando la autoridad presidencial y la línea de mando que de allí emana, aseguren una voz permanente del socialismo en la toma de decisiones. Naturalmente que ello obliga a una fluida interlocución entre la Dirección partidaria y los ministros y funcionarios jerárquicos.

c) Autonomía de los parlamentarios socialistas respecto del Gobierno para sostener políticas no acordadas en el Programa ni contrarias a él.

d) Con los mismos criterios anteriores debería operar el Partido como tal y, especialmente, los frentes sociales o sectoriales influidos por el socialismo.

e) Debería cobrar particular relevancia la acción del Partido en los estamentos de la sociedad civil, puesto que es allí donde con más claridad la ciudadanía puede percibir las distinciones políticas entre los componentes de la Concertación. Pero, además, porque consolidar esos espacios le suman al PS no sólo injerencia social, sino que le agregan cuotas de poder real y estable.

f) Este último punto es de suma importancia. La fuerza electoral, o sea, la fuerza que se adquiere por el voto ciudadano, no es una fuerza que actúe con permanencia y cotidianidad. Por consiguiente, un partido que sustenta su poder sólo en la expresión del sufragio se encuentra naturalmente en desventaja respecto de partidos que disponen de poderes factuales derivados de recursos que no son el voto. La derecha, por ejemplo, amplía considerablemente su poder merced a la adscripción que a ella hacen los empresarios de más envergadura. La DC, por su parte, que no deja de tener apoyos empresariales importantes, dispone además de los principales poderes gubernamentales y de sus nexos orgánicos con la Iglesia. Para el PS, agregar poder real pasa, casi exclusivamente, por un mayor inserción en el mundo laboral y popular.

14. Los índices superiores de conflictividad y competencia con la DC, obligan al PS a reflexionar sobre la posibilidad de ruptura de la Concertación y, por lo mismo, a pensarse a sí mismo como un partido fuera del gobierno.

15. Lo anterior no tiene por qué traducirse en un ánimo preconcebido de ruptura. Por el contrario, implica asumir políticas activas que, de una parte, fortalezcan a los sectores más progresistas y concertacionistas de la DC y que, de otra parte, pongan al descubierto las discrepancias entre la DC y la derecha.

16. El potencial distanciamiento con la DC e, incluso, el quiebre de la Concertación, debería tener de parte del PS una primera respuesta alternativa de readecuación de la alianza. Esto es, la Concertación, tal como hasta hoy ha existido, no es la única fórmula de alianza. Es más, en realidad los cambios de escenarios van aportando condiciones que exigen alianzas más flexibles y que resulten de competencias más abiertas.

17. El tendencialismo y las diferencias políticas que afectan al PS, ostensiblemente obstaculizan el desenvolvimiento idóneo en este cuadro complejo pero promisorio. En el plano de las diferencias políticas es menester desdramatizar las discrepancias, lo que requiere, ante todo, abandonar los estilos amenazadores y esa suerte de paranoia que impele a que cada quién sienta como ataque cualquier crítica. Y luego, es imprescindible poner los temas por su nombre.

18. Un primer gran debate en materia de estrategia política se establece por la contradicción que hoy se plantea entre voluntad de gobierno y voluntad de cambio. Cuestiones que no son contradictorias per se. Lo que ocurre es que la voluntad de gobierno, sintetizada con toda claridad por el liderazgo de Ricardo Lagos, no se ve acompañada con nitidez de un proyecto de cambio satisfactorio para la cultura socialista. Como contrapartida, la voluntad de cambio es todavía imprecisa como proyecto gubernamental y no dispone de liderazgo social. Sin embargo, ambos aspectos son conciliables. Primero, por la vía de superar las insuficiencias del ideario y del programa socialista. Segundo, por la discusión y competencia democrática al seno del PS entre las propuestas de Lagos y aquéllas que se gesten más próximas a la cultura histórica del socialismo. Es probable, y conveniente, que un debate de esta naturaleza demande la aparición de otros liderazgos con proyección social, lo que resulta extraordinariamente sano para cualquier partido.

19. El exagerado tendencialismo sigue siendo un factor agobiante para el socialismo. Hasta ahora no se vislumbran grandes posibilidades de éxito para los esfuerzos institucionalizadores. Quizás porque, precisamente, esos esfuerzos se basan en la “buena voluntad” de las tendencias. Parece oportuno, para avanzar en la disipación del enrarecido clima partidario, forzar a las tendencias a adoptar contenidos político-estratégicos a través de debates como los sugeridos en el punto anterior, de suerte tal que, cuando menos en esos aspectos, las tendencias jueguen roles positivos y fijen políticas que permitan identidades de ese carácter.

20. La cuestión de las tendencias, en todo caso, es un problema a resolver en tiempos extensos. En el interín lo aconsejable proviene de una paradoja: que las tendencias se fortalezcan, desarrollen mayor eficiencia política y orgánica y concuerden una institucionalidad tendencial. De lo contrario, persistirá una legalidad vacía y, sobre todo, una “competencia desleal”, toda vez que los afanes por “destendenciar” al partido sólo han servido para debilitar a algunas corrientes, dándoles enormes ventajas a otras.