Sección: Internacional: Reordenamientos y transiciones globales

El Salvador: la guerra ha terminado

Gabriel Gaspar T.

Avances de actualidad Nº 25
Marzo 1997

Más allá del resultado numérico, en las recientes elecciones salvadoreñas del 16 de marzo se estableció un claro resultado político: la gobernante ARENA perdió.

En efecto, según los cómputos provisionales, la derecha oficialista bajó de 40 a 28 diputados, mientras que el FMLN, el partido de la ex guerrilla, subió de 14 a idénticos 28 parlamentarios, de un total de 84. En las alcaldías, el partido de gobierno perdió más de un centenar de municipios mientras que el Frente gobernará en sesenta de ellos (tenía sólo 11 de 262). Pero entre los municipios que pasará a gobernar la izquierda figura la capital y las principales ciudades del país; en la práctica, la mayoría de los habitantes salvadoreños tendrán alcaldes izquierdistas.

Como tercera fuerza, con cerca de diez diputados, se situó el derechista Partido de Conciliación Nacional, que agrupa, entre otros a ex dirigentes “areneros”. Se trata de un partido con una fuerte base agraria afectada por el programa desregulador y aperturista de la política económica gubernamental. La otrora poderosa Democracia Cristiana quedó en un cuarto lugar y, tras ella, una serie de partidos menores, la mayoría coaligados con el FMLN y de orientación progresista. (1)

Un dato digno de destacar es el elevado ausentismo electoral. De cerca de tres millones de electores sólo sufragó alrededor del 50%. (2) En este dato se equivocaron todos, la mayoría de los pronósticos coincidía en que el ausentismo iba a ser mucho menor, y que iba a perjudicar a la oposición, como había ocurrido en ocasiones anteriores. Ocurrió todo lo contrario, votó menos gente de la esperada y los primeros análisis, indican que buena parte de los ausentistas habían votado anteriormente por ARENA. Esta circunstancia, además de representar un voto de castigo a ARENA por omisión, refleja parcialmente las dificultades para votar que ya señaláramos en la nota anterior, pareciera que en algún momento se hubiesen diseñado esas dificultades. (3)

¿Cómo interpretar estos resultados?

En primer término como un claro rechazo a la gestión del gobierno de Calderón Sol y su partido. Este es un dato nuevo: desde 1984 (4) en adelante, ARENA había ganado todas las elecciones y con mayoría absoluta. Ello le permitió controlar el Poder Legislativo, el Ejecutivo, traducir ambos en influencia determinante en la conformación del Poder Judicial e, inclusive, en el Tribunal Electoral. A ello se agregaba que ARENA se transformó en el articulador político del empresariado y se entendió de igual a igual con las Fuerzas Armadas.

En otras palabras, ARENA se convirtió en la fuerza hegemónica del Estado salvadoreño y del sistema político que surgió en la década de los 80, en medio del conflicto. Pero el fin de la guerra en 1992, permitió introducir una serie de reformas al sistema que posibilitaron condiciones de competencia. Ello se expresó el domingo 16. El sistema electoral salvadoreño no será el de un cantón suizo pero posee grandes avances en relación a la realidad existente antes de la guerra.

Al mismo tiempo, las elecciones demostraron que, desaparecido el enfrentamiento de corte ideológico, la población asume como elemento principal de su opción electoral la evaluación de su situación socio-económica. Allí el resultado es desfavorable para la gobernante ARENA. Desde los agricultores, disconformes con la apertura indiscriminada y que votaron por el derechista PCN, hasta los sindicalistas temerosos de las privatizaciones, existe un común denominador de rechazo de la gestión económica. El director de FLACSO, Héctor Dada, comentó: “en realidad el gran derrotado es el Banco Mundial”, en alusión a los costos políticos del programa de ajuste.

Pero las elecciones recientes también demuestran la fortaleza del nuevo sistema, que se mide porque en esta oportunidad un triunfo de la izquierda no provoca ninguna crisis política. (5) De hecho, el presidente Calderón Sol felicitó en la noche del domingo al electo alcalde izquierdista de la capital, Héctor Silva. Los “areneros” desconsolados y autocríticos no cuestionaron el resultado, y el proceso, más allá de factores que se pueden mejorar, no estuvo marcado por irregularidades. Las fuerzas armadas estuvieron acuarteladas en discreta prescindencia mientras que la nueva Policía Nacional Civil se hizo cargo del orden público con perfecto cometido.

El resultado electoral viene a ratificar la onda declinante de la Democracia Cristiana. Poderosa fuerza convocante en los años setenta, llega al poder durante los años de guerra y pone en práctica un programa que combina contrainsurgencia y reformas sociales. Sus aliados principales fueron entonces las FF.AA. y la administración Reagan. La DC, naufragó en su retórica reformista, que le granjeó una desconfianza sin límites con el empresariado y por otra parte, al legitimar las prácticas contrainsurgentes del Ejército, abrió un abismo con las fuerzas populares. En la primera elección, luego de firmada la paz, la DC bajó a un lejano tercer lugar y entró en una fase de divisiones y cuestionamientos internos, en gran parte azuzados por un proceso de corrupción de sus elites. El camino propio en definitiva llevó a los democristianos salvadoreños a ser virtualmente disueltos en la confrontación bipolar entre ARENA y FMLN. Para colmo de sus males, la lógica de partido único también favoreció una fuerte descomposición de algunas de sus elites que naufragaron en las aguas de la corrupción y el descrédito público.

Otro derrotado en las últimas elecciones fue el llamado Partido Demócrata, originado en una escisión del FMLN que encabezó el ex comandante Joaquín Villalobos. En las anteriores elecciones, el FMLN obtuvo 21 diputados, con la escisión del posterior PD, éste se quedó con siete. El nuevo partido buscó una alternativa de entendimiento hacia el centro, tomando distancia del resto del FMLN. Inclusive lograron entendimientos con ARENA para algunas materias claves en la administración legislativa. En la presente campaña el PD se destacó por sus ataques al FMLN. Su resultado electoral escasamente le otorgue un diputado, aunque como fue en alianza con la DC, es probable que pueda subir un poco su representación parlamentaria, que en todo caso sería menor a los siete diputados que hoy tiene. (6)

Con estos resultados, ningún partido tiene el control parlamentario y tanto ARENA como el FMLN, los partidos principales, deberán construir alianzas. Pero esto no sólo de cara a la acción legislativa y local, sino también considerando que la carrera para las elecciones presidenciales de 1999 queda virtualmente instalada. Este es un dato nuevo del joven sistema político: obliga a concertar, aunque sea parcialmente. Al mismo tiempo, muestra que la alternancia es posible.

En efecto, en primer término, tanto la Democracia Cristiana durante la administración Duarte, como ARENA con Cristiani y Calderón Sol optaron por el “camino propio”. Fueron gobiernos “monocolores”. Asimismo, hasta la fecha lo que el sistema había comprobado era que la alternancia posible se daba entre “pescados” y “areneros”. (7) Esta es la primera vez que la izquierda gana una elección y ello es reconocido sin mayores problemas por las restantes fuerzas políticas y estatales.

Así, se perfila la conformación de una coalición de centroizquierda, versus una de centroderecha, donde ARENA tratará de coajuntar al inconforme PCN y lo que queda de la Democracia Cristiana. Es una alianza posible, pero no fácil, porque el viejo PCN ha recibido sangre nueva de ex “areneros” que hoy son diputados electos. Además tienen entre sí importantes diferencias en materia de política económica, dado que el PCN se abanderiza por el proteccionismo más clásico a favor de agricultores y productores volcados al mercado interno, que se sienten amenazados por la lógica aperturista que impregna al equipo gobernante actual, fieles discípulos de las recomendaciones de los organismos internacionales. De hecho, en las filas del PCN se escuchan voces tan críticas del “neoliberalismo” como uno suele escucharlas en las filas de la izquierda clásica. (8)

El FMLN y sus aliados, (9) por su parte, deberán demostrar en muy breve plazo que además de ser una fuerza representativa, también puede ser una buena fuerza gobernante. Para ello, el test principal será su gestión municipal, en especial en la capital.

Las FF.AA. otrora poderoso actor político, como lo indicáramos anteriormente, se replegó con profesionalismo a posiciones de prescindencia durante el proceso y el acto electoral. No serán la guardia suiza del Papa, pero tienen una distancia notoria con el comportamiento ultraideologizado y cesarista que las caracterizaran durante décadas. No en vano los Acuerdos de Paz posibilitaron la disolución de los batallones contrainsurgentes, la exoneración de los militares comprometidos en violaciones a los derechos humanos y se empezó a construir una nueva doctrina, acorde con un sistema democrático y ya sin los ideológicos moldes de la Guerra Fría.

Como se ve, el panorama político salvadoreño se vislumbra con elecciones, alianzas, compromisos de gobierno y alternancias locales. Rasgos todos de un sistema representativo. Dos décadas atrás eso no era posible, y la historia estaba plagada de fraudes, intolerancias y dictaduras. Hoy no hay escuadrones de la muerte recorriendo impunes por las calles y, si bien las diferencias sociales son abismantes, se ha creado un sistema reconocido por la mayoría, capaz de procesar las demandas sociales y políticas.

La nueva situación salvadoreña también muestra el primer caso de una guerrilla exitosa en su reinserción política. Los casos anteriores no indicaban precisamente lo mismo. El M-19 colombiano pese a un buen inicio, luego pasó a lugares muy secundarios. Los sandinistas transitaron a la oposición y en Guatemala está por verse cómo le va a la guerrilla en su reinserción, pero ni los más optimistas pronósticos la sitúan disputándole con fuerza a la derecha en el plano electoral.

Este es un tema mayor, si observamos el comportamiento de las fuerzas insurgentes latinoamericanas en los últimos años, vemos que predomina una lógica política que busca incorporarse al sistema político: ahí están los zapatistas chiapanecos que ya llevan como tres años negociando; es el caso recientemente concluido de la URNG guatemalteca; en Colombia, son varios los indicios que muestran a las FARC interesadas en buscar un reconocimiento como parte beligerante como primer paso para iniciar conversaciones, usando para ello la presión de los “prisioneros de guerra” que le ha hecho a las FF.AA. en diversas ofensivas. No son pocos los analistas que ven en la toma de la embajada japonesa en Lima un intento del MRTA por transformarse en un actor político y dejar de ser una fuerza paramilitar.

De esta lógica pareciera sólo se escapan tres organizaciones: Sendero, el hermético e intermitente Ejército Popular Revolucionario que surgió en Oaxaca, México y, las escuadras guerrilleras que en las selvas colombianas se confunden con los narcos. El resto, por decir, las organizaciones más políticas de la guerrilla latinoamericana parecieran buscar una inserción en la nueva realidad política que predomina post Guerra Fría.

Aquí, el resultado de las elecciones salvadoreñas también muestra un aliciente. Como han dicho en reiteradas ocasiones los dirigentes de la ex guerrilla, ésta era en esencia una organización político-militar, que se proponía fines políticos y que recurrió a la violencia ante la ausencia de espacios democráticos donde competir por el poder. Si la guerra abrió esos espacios a través de los acuerdos de pacificación, entonces no tiene sentido seguir en la lucha armada y las organizaciones vuelven a retomar su origen estrictamente político y social.

Para quienes tuvimos oportunidad de seguir de cerca el proceso salvadoreño el cambio que se experimenta es sustancial. Hoy en día existe una nueva estructura social (más urbana, más organizada, inclusive fuertemente internacionalizada merced a la inmigración y sus lazos), también emerge una nueva estructura productiva (el café y el algodón, antaño principales fuentes de recursos hoy ya no lo son) y un nuevo sistema político (ya están en el pasado los gobiernos generalmente de origen de fuerza que expresaban el poder económico de los señores de la tierra, y que representaba políticamente el PCN y resguardaba con celo las FF.AA.). Hoy todos pueden participar, se cuentan los votos y se elige al que sacó más votos, y éste generalmente asume el cargo. No todos estos pasos se respetaban en el pasado.

Está surgiendo una nueva forma estatal. Está claro a estas alturas que el viejo Estado oligárquico no iba a devenir en democrático como resultado de su propia inercia. Era una situación similar a la que vivía Nicaragua bajo la bota somocista y Guatemala bajo el control de los coroneles. La guerra estalló en Centro América como resultado de esas relaciones asimétricas en lo económico social y esa ausencia de democracia. Por algo no hubo guerra en Costa Rica. Hoy, el resultado electoral salvadoreño, con los Acuerdos de Paz en Guatemala y con la renovación presidencial en Nicaragua, puede decirse que la “crisis centroamericana” concluyó. Uno de sus principales resultados ha sido la emergencia de sistemas democráticos que permiten la participación amplia, la alternancia y un creciente equilibrio de poderes. De esto, poco o casi nada había veinte años atrás.

La guerra terminó, y quienes, del bando que fuesen, dieron todo por construir un nuevo Salvador pueden sentirse reconfortados. Está naciendo una nueva sociedad capaz de aceptarse en sus diferencias y competir por sus ideas. La hora de las armas pasó y la intolerancia terminó. No fue gratis: ochenta mil víctimas no podrán ver este amanecer democrático y las cicatrices del dolor subsisten, pero la dinámica empuja hacia un nuevo escenario. Un millón de exiliados, cientos de miles de desplazados de las antiguas zonas de conflicto que hoy atiborran las ciudades, miles de inválidos y mutilados que pisaron minas antipersonales, huérfanos y viudas. El costo fue enorme, pero la paz se logró y hoy ella permite construir un sistema en que la ciudadanía se exprese sin temor.

Notas:

(1) Entre las principales destaca la “Convergencia Democrática” que agrupa a sectores de centro izquierda, y al denominado Movimiento de Unidad, de orientación popular y evangélica.

(2) Este es un dato relativo, el padrón electoral no ha sido depurado de los ciudadanos fallecidos, y tampoco es posible dimensionar cuántos de los inscritos están fuera del país. Estimaciones no oficiales calculan en cerca de un millón los salvadoreños que viven en el extranjero, la mayoría en EE.UU. donde laboran
como ilegales.

(3) Cabe destacar que el proceso electoral tampoco favorece mucho la votación. En El Salvador no se vota por domicilio sino por letra alfabética, por ejemplo, toda la “G” lo hace en un recinto determinado, que por cierto, queda lejano a la mayoría, así si usted se llama González y vive en La Pintana, y su local queda en Santiago Centro, ni modo. En los recintos (muchas escuelas) las mesas se instalaron a pleno sol – no en las aulas -. Como resabio de la guerra, los locales de votación son pocos – para que las FF.AA. pudieran protegerlos – con lo cual la aglomeración es mayúscula. El orden de las mesas no es muy lógico y así los votantes, deben buscarse en las puertas del recinto en largas listas computarizadas, cosa compleja cuando buena parte de la población es analfabeta. Es comprensible entonces que el acto de votar requería una extrema devoción y una gran convicción ciudadana.

(4) La guerra civil se inició en 1981, durante el gobierno reformista del democristiano José Napoleón Duarte, se creó un nuevo sistema político donde las principales fuerzas contendientes fueron la DC y la Alianza Republicana Nacionalista. ARENA, fundada por el tenebroso mayor Roberto D’Abuisson. En ese sistema, estaban excluidas las fuerzas de izquierda y se desarrolló un feroz terrorismo de Estado. Las primeras elecciones en las que la izquierda pudo participar fueron las de 1994 en las que resultó electo el actual presidente Armando Calderón Sol.

(5) En 1972 una coalición de centro izquierda encabezada por Napoleón Duarte ganó las elecciones pero fueron víctima de un fraude gigantesco que derivó en el exilio del líder DC y la virtual proscripción de los partidos de oposición. Pocos años después, la misma DC llevó como candidato al general Claramont, pero corrió igual suerte de fraude y destierro. El agotamiento de salidas políticas y la cerrazón de la oligarquía y las FF.AA. pavimentaron así el surgimiento de las organizaciones político militares y la crítica moral que contra el Estado levantó Monseñor Romero.

(6) En medio de la campaña, líderes del PD lanzaron fuertes acusaciones al FMLN respecto a buzones de armas, a tráfico de las mismas, a ejecuciones durante la guerra e inclusive, de armar a los zapatistas chiapanecos.

(7) Por demócratas cristianos y ARENA en la jerga salvadoreña. La DC utiliza como logo un pez en semejanza a los antiguos cristianos.

(8) Un alto dirigente del PCN le comentó al autor que el PCN se allanaría a una alianza legislativa con ARENA a cambio de una rectificación profunda de la política económica, en especial la agraria. Además, podría incluir que la presidencia de la Asamblea Legislativa quedase en manos pecenistas.

(9) Entre los principales aliados del FMLN se cuenta el partido Convergencia Democrática, de Rubén Zamora, que si bien tuvo una buena votación en la capital, es prácticamente inexistente en el interior. También tiene como aliado al Movimiento de Unidad, agrupación de orientación evangélica, que obtuvo una escasa votación. De alguna manera, en este bloque de centroizquierda puede confluir el movimiento Renovador Social Cristiano, que encabezado por el viejo líder Abraham Rodríguez representa a un importante sector democristiano, disconforme con la directiva actual. El MRCS obtuvo poco más de un 3% de la votación nacional.