Sección: Internacional: Reordenamientos y transiciones globales

EL voto Sí del Partido Socialista Francés

Ramiro Pizarro

www.centroavance.cl
Diciembre 2004

El partido Socialista Francés acaba de vivir uno de esos momentos dramáticos que hacen historia. Sus 120.000 militantes fueron convocados para pronunciarse a favor o en contra de las nuevas enmiendas a la Constitución Europea. Estas reformas serán sometidas a plebiscito el próximo año en varios países europeos, comenzando por España y posteriormente será el turno de Francia. Por lo mismo, el debate interno del Partido Socialista fue seguido atentamente por los europeos, pese a que los partidos socialistas, sus eurodiputados y los sindicatos ya habían declarado su satisfacción. Sin embargo, un eventual triunfo del No podía volver desencadenar debates y cursos políticos imprevisibles. Para tener una idea del significado del referéndum interno, bastaría con imaginar al PS Chileno haciendo un plebiscito equivalente para resolver su futura participación en la Concertación.

La idea de una constitución europea demasiado liberal y ajena a los principios y valores del socialismo no es nueva en la izquierda francesa. Lo que no parecía muy evidente era llegar a un pronunciamiento tan dramático luego de dos elecciones exitosas, con un Partido Socialista dominando en la casi totalidad de los gobiernos regionales y luego de haber avanzado en las elecciones de los euro-diputados bajo el slogan por una Europa Social, campaña en que el socialismo europeo defendió el progreso de las reformas constitucionales en curso.

Sin embargo, los logros electorales recientes, y, por lo tanto, la confirmación de la nueva a línea partidaria, no fueron suficientes para evitar que se reactivara la antigua discusión sobre la adaptación pragmática del socialismo francés a una construcción europea demasiado liberal. Por lo mismo, el debate puso por primera vez al conjunto de la militancia no sólo frente a un tema constitucional, sino también ante la necesidad de ratificar o cambiar la ruta del Partido Socialista desde los tiempos de Francois Mitterrand. No es de extrañar entonces que la pasión haya encendido los discursos, y que todos terminaran por señalar que estaba en cuestión la identidad socialista, algunos viéndola amenazada por el pragmatismo liberal, otros por la renuncia a mas de dos décadas de trayectoria partidaria, en la cual el partido socialista acumuló capital como campeón de la unidad europea.

No es la primera vez que los socialistas enfrentan situaciones como estas. Ya en 1983 Mitterrand estuvo a punto de hacerse eco de las demandas por retirarse del sistema monetario europeo, el cual traía medidas económicas demasiado amargas para los socialistas, tales como la privatización, la desregulación, o la disminución del gasto publico. Ni fue fácil, luego de una dura travesía, que el partido socialista francés haya liderado tantas reformas económicas sobre las que hoy gobierna cómodamente la derecha. Queda por lo mismo viva en la memoria como la izquierda del partido de entonces advirtió sobre la nueva deriva social-liberal, pero pudieron más el liderazgo, el realismo político y la visión histórica de Mitterrand. También hubo otros momentos de tensión en la construcción europea, como la aprobación en 1992 del Tratado de Maastricht.

En ambos casos el Partido Socialista optó por una línea política de unidad europea que con mayor determinación y menos vacilaciones han mantenido los socialistas alemanas, españoles, y, se pude incluir hasta los mismos británicos. Sin embargo, a diferencia de ahora, en ese momento no hubo un debate seguido de una consulta democrática a las bases, mas bien todo pareció imponerse bajo el peso de las infaltables necesidades históricas. Así las cosas, para muchos socialistas el referéndum trajo a la superficie la asignatura pendiente de un debate subterráneamente alimentado por algo más de veinte años.

Por supuesto, un buen drama político además de poner en juego la lectura del pasado, y apostar que una acción – en este caso el voto de las bases socialista -; puede cambiar el destino, requiere un tercer elemento: los personajes del drama. No dejó de ser sorprendente para muchos que el líder del No fuera el numero 2 del Partido, Laurent Fabius, antiguo primer ministro de Mitterrand, el mas joven de su gabinete y el mismo que tuvo a cargo el viraje social-liberal, considerado muchas veces como su heredero. El referéndum lo puso frente a Francois Hollande, el secretario general que con laboriosas estrategias de consenso ha logrado volver a colocar al PS con expectativas para las elecciones presidenciales del 2007. Con ello el debate no solo remitía su sentido histórico, sino que también trajo cálculos inmediatos sobre el futuro candidato presidencial de los socialistas franceses.

Laurent Fabius recorrió Francia advirtiendo que la nueva institucionalidad europea sigue siendo rígida y hace más difícil modificar sus aspectos liberales menos tragables. Por lo tanto, veía alejarse la oportunidad para revisar a la luz de la experiencia el tratado de Maastrich, en especial el funcionamiento del Banco Central Europeo, que en su juicio consagra una política dedicada a la estabilidad de precios a expensas de los objetivos de crecimiento y pleno empleo. Abogó por una mayor convergencia social y armonización fiscal. Esto supone promover la existencia de salarios mínimos en cada país y su alineamiento progresivo, tal como se ha promovido la convergencia monetaria y presupuestaria. Cuestionó que el énfasis y la promoción de las políticas de competencia de las reformas constitucionales podían amenazar a los servios públicos existentes (todavía estatales). La armonización fiscal la defendió como una herramienta para enfrentar eventuales competencias destructivas por abajo entre los países para evitar el éxodo industrial, recurriendo al dumping social-fiscal para atraer industrias, amenaza mayor en una Europa que se extiende. Su lucha por más flexibles para revisar la constitución estuvo acompañada de su frase favorita: no se trata de constitución socialista, sino de una constitución que deje abierto el futuro.

Para Francois Hollande la constitución no se puede calificar ni de socialista ni de liberal, a lo más ofrece un marco adecuado para que los socialistas europeos avancen su programa social. Entre estos progresos cuenta las garantías a una mejor protección de los salarios, es decir, se regulan más estrictamente los despidos, se amplía la información sobre salarios y se limitan las jornadas máximas, se asegura la igualdad de hombre y mujeres en el empleo y la remuneración. También, entiende como un paso en la convergencia social el reconocimiento de los sindicatos como actores del derecho social europeo, y la protección de los servicios públicos. A su favor cuenta que por primera vez un tratado europeo incluye entre sus cláusulas el desarrollo sustentable, el pleno empleo, la protección social y la lucha contra las discriminaciones.

Hollande ha defendido el PS como una fuerza de gobierno, en su jornada ha criticado el doble lenguaje de ser contestatario en época de elecciones y pragmático al momento de gobernar (recordando a Fabius como ex Primer Ministro). Defendiendo la continuidad con la línea política que ha dado los triunfos recientes, mismo tomó personalmente los riesgos de organizar un referéndum pese a la oposición de connotados aliados, tal como el presidenciable ex Primer Ministro Jospin. El Partido socialista confirmó su línea de avance por etapas en la unión europea: mercado común, moneda única, instituciones políticas responsables, para entrar ahora a una etapa del tratado social. Hoy día se puede dar el gusto de señalar que los socialistas franceses han sido los primeros en respaldar las enmiendas constitucionales, y decir que el PS ya no votara como los otros (a derecha u otros países), sino que la cuestión es saber si los otros votaran como los socialistas franceses.

No es una tarea fácil avanzar con un programa de izquierda en una comunidad europea que tiene dieciocho gobiernos conservadores y solo siete gobiernos socialistas. No ha sido fácil para los socialistas franceses estar en la oposición y mantener su credibilidad como fuerza de gobierno. Por lo que se ve, tampoco ha sido fácil evitar la tentación de volver atrás y revisar las reformas económicas que los alejaron de las doctrinas previas. Sin embargo, se mantiene fuerte esa saludable pasión por buscar soluciones al desafío de conciliar crecimiento con solidaridad social en la Europa de hoy, y, sobre todo, se mantiene saludable el fantasma de Mitterrand, paseando con una sonrisa por las pirámides del Louvre, al observar que finalmente su pragmatismo real-político se ha reconciliado con el voto de los socialistas en las urnas.