Sección: Gobierno Bachelet: Gestación y desarrollo
Expectativas de cambio y un progresismo inhibido
Ernesto Águila Z.
El actual escenario político se presenta muy expectante para las ideas progresistas. Ha entrado a la agenda nacional el tema de la igualdad ( sintomáticamente ha caído en desuso el término mas light de “equidad”); se observa una sociedad mucho más secular y liberal en sus valores; se ha radicalizado y extendido la mirada crítica y el rechazo al período de la dictadura militar (la derecha se divide entre un candidato que votó por el NO y uno que se arrepiente de no haberlo hecho); y la izquierda socialista se ha relegitimado como opción de gobierno en Chile.
Probablemente allí están las principales transiciones políticas y culturales por las que ha cruzado la sociedad chilena en estos años, y de las cuales tiene un indiscutido mérito el carácter republicano, laico y socialdemócrata que le ha impreso a su gestión y liderazgo el Presidente Lagos. El término exitoso del gobierno actual deja un nuevo piso para repensar y plantearse la posibilidad de abrir un nuevo ciclo de políticas progresistas en Chile.
Probablemente el factor más negativo de este período de cambios sociales, políticos y culturales que se cierra, – pero que igualmente puede ser asumido como una oportunidad para el progresismo – ha sido la creciente distancia y crítica que la ciudadanía ha desarrollado frente a su clase política y sus instituciones. Un hecho negativo porque encierra un potencial de deslegitimación de la democracia, pero, que a la vez presiona por una saludable renovación de las elites y de las formas y estilos en que se vive y se practica la política.
Sin duda, estas transformaciones le cambiaron la sensibilidad y la mirada a los chilenos y chilenas, y a través de ellas la ciudadanía fue observando y reevaluando a sus dirigentes políticos hasta reparar en Michelle Bachelet , en su biografía y en su desempeño como Ministra de Estado. El carisma de Bachelet hubiese sido un factor absolutamente insuficiente sino hubiese conectado con estos nuevos sentidos, estados de ánimos y percepciones políticas que hoy están presentes en la sociedad chilena.
El liderazgo y la campaña de Michelle Bachelet cometerían un grave error si se alejara o se desarraigara de estos impulsos originales que están a la base de su surgimiento y apoyo social. Sin embargo, varios peligros acechan en el camino:
- Los intentos por vaciar el proyecto Bachelet de todo contenido de cambio y dejarla situada como una mero continuismo (esta opción continuista fue una de las causas que hundió a Alvear). Inquietante en este sentido es la entrevista a Jorge Marshall (La Segunda 3/06/05) quién plantea una visión rutinaria y carente de toda innovación en materia de igualdad social. No deja de ser paradojal que la “rectificación” del modelo venga propuesto por Adolfo Zaldívar a la campaña de Bachelet.
- Los intentos de “cooptación” del “fenómeno Bachelet” por parte del establishment empresarial. Una Bachelet que termina asimilándose a los poderes políticos y económicos tradicionales constituye el camino más seguro para perder todo su encanto. Si el proyecto Bachelet no mantiene una “autonomía ciudadana” frente a los poderosos habrá perdido todo su sentido político.
- Una curiosa e inexplicable inhibición discursiva y programática del progresismo. La tendencia de sectores del entorno de Bachelet a extremar los cuidados de la candidata. El miedo a equivocarse, la aversión a tomar cualquier riesgo por temor a perder algún punto en las encuestas, la sobrevaloración de la mercadotecnia trasladada a la política para interpretar la realidad.
- Confundir el necesario carácter ciudadano que la candidata tiene y debe mantener, con un accionar que tienda a disminuir su densidad política e histórica. El liderazgo de Bachelet por todo lo que ella representa como trayectoria personal y consecuencia es de gran espesor político e incluso ideológico, lo cual es apreciado por la sociedad chilena. Detrás de ella hay valores, hay una ética. Una cosa es no partidizar el liderazgo de Bachelet, y otra es vaciarlo de densidad histórico-política.
En fin, no hay razones para no ver de manera optimista el desarrollo del proyecto Bachelet, de su campaña, y particularmente del futuro de las ideas progresistas que ella encarna. En este camino es natural que existan dificultades y peligros. Lo importante es no perder de vista los profundos cambios que han operado en la sociedad chilena, y que están a la base del surgimiento de su liderazgo y de su legitimidad. En esos cambios están las claves de su proyecto. El camino de un progresismo autocensurado e inhibido no se corresponde con este nuevo Chile ni con lo que Bachelet expresa. A la vez ello puede abrir peligrosos flancos electorales en un futuro próximo para su candidatura.