Sección: Sociedad Civil: Transformaciones socio-culturales
La elite política y la segunda modernidad (tres hipótesis)
Francisco Olea
“Providencia con Lyon, Paseo Las Palmas, el epicentro mismo, está repletísimo, como tiene que ser. Es uno de los pocos lugares que salvan. Puros edificios Nuevos y locos y cantidad de gente conocida comprando ropa o dando vueltas.
El sol cae sin problemas, tranquilo y sin rollos. Entro en una óptica súper moderna. Hay varios afiches de un muy bronceado Julio Iglesias con anteojos, sancochándose junto al mar. La mina que atiende anda con una de esas horribles chombas peludas que ha puesto de moda Gina Zuanik en la tele. Le pido que me muestre unos Ray-Ban. Me gustan… el Pumper Nic está lleno, como todos los sábados. El aroma a papas fritas, a grasa, me penetra. Me gusta. Es el olor a Estados Unidos, pienso…”
Alberto Fuguet, “Mala Onda”
Uno de los rasgos más interesantes de la llamada modernidad, ha sido la liberación del individuo, esta demanda se ha constituido en la reivindicación política por excelencia. Este aspecto – entre otros – ha sido reivindicado desde la Ilustración, pasando por el desencantamiento del mundo y sus instituciones, los padres de la libertad la hicieron suya, como asimismo los filósofos y el propio pensamiento crítico contemporáneo.
La sociología clásica (Touraine, Giddens, Beck, Habermas y el propio Foucault, entre otros) han señalado que este lento proceso de emancipación del individuo – y sus múltiples efectos – son discutidos bajo distintivos énfasis y puntos de vista, uno de ellos es conocido bajo el rótulo de “individualización”.
Podríamos señalar que, se trata de varios sentidos en un mundo globalizado, con un proceso de experiencia unitario, pero que a la vez, va originando formas nuevas de fragmentación y dispersión de los sujetos. Lo anterior significa que para muchas personas, la vinculación y contacto con los acontecimientos se relaciona con una vida individual y cuestiones de estilos de vida por sobre la lógica de emancipación institucional, algo así como la privatización de la pasión de los viejos y nuevos actores de la política.
Algunos rasgos de este proceso lo encontramos en las siguientes dimensiones:
• una complicada relación entre la vida cotidiana de los sujetos y las tendencias mundializadas,
• la construcción del yo, como proyecto de carácter reflexivo,
• la autorrealización,
• el autodescubrimiento, y
• una tensión creciente entre la privacidad y el compromiso social y político.
La elite política, no escapa a esta realidad paradojal. Cada vez más, se sienten tentados en construir ellos mismos su propio sentido y pertenencia -relativamente autónoma – y por debajo de cualquier tipo de necesidades teóricos y compromisos colectivos (Pactos, Alianzas, Círculos, entre otros formatos), una suerte de escape de la jaula de hierro, del totalitario Leviatán, de excarcelarse de sus dogmas y paradigmas, una suerte de eutanasia política de comienzos de siglo.
Sin lugar a dudas, estos mundo(s) se está(n) convirtiendo en espacios, y ámbitos de poder e influencia que es bueno reflexionar. Sin embargo, una suerte de principio de duda señala que el conocimiento y enfoque sobre estos temas tomará el formato de Hipótesis. Esta línea de trabajo permite, acercarnos a la noción de “cierta verdad”, pero que a la vez, está abierta a la revisión y replanteo, lo que permite que ciertos puntos de vista pueden ser abandonados y/o mejorados. A continuación tres hipótesis de trabajo:
Hipótesis uno: ¿universo paralelo?
Luego de los resultados pos 16 de diciembre, anticipados o no, situación errática, escenario modelo, lo cierto es que hemos entrado en una curiosa dimensión intermedia, un nuevo escenario político y social que es inédito a otros vividos en el largo proceso transicional. El hecho es que nos encontramos en una realidad políticamente correcta y disociada, en la cual arbitrariamente podemos definir dos escalas de análisis:
• Por una parte, la clase política, micro cosmos paralelo y cerrado, condenada a evolucionar y reproducirse en un plano de tendencias y grupos de poder, cuya característica principal es la consanguinidad de sus protagonistas. Quizás uno de los aspectos más interesantes en esta “nueva etapa” sea la cristalización de dos grandes polos de poder y opinión al interior de este bloque: por una parte, nuestra conocida “elite política”, y por otra la emergencia más nítida de un nuevo estilo de “caudillos políticos”. Este segundo segmento trata de colonizar el futuro, las propias zonas de confianza y temores ciudadanos. Se inunda de declaraciones de intención de principios, pero sin fuerza y convicción de materialización.
• Una segunda mirada nos habla de la sociedad “hiper real”. Su rasgo más característico es su desconexión colérica de la política.
Un aspecto ya tratado latamente, es que ambos actores se alejan a una
velocidad supersónica, unidas bajo el signo de los medios de comunicación, los sondeos de opinión pública y el marketing. Este espacio polarizado en el campo de poder, está siempre en el juego y los consensos en torno a sus intereses, se alude a él, se le apela permanentemente, es decir, sigue estando en el menú, entre ambos extremos.
La paradoja, a pesar que la sociedad se desinteresa por la política, aún tiene interés por el espectáculo y no se pierde el show
Hipótesis dos: ¿medios de comunicación?
Las pasiones primarias que suministran hoy en día los modernos medios de comunicación, entregan cierta autonomía a estos actores, les permite entregar un discurso argumentativo y demostrativo, analítico y crítico a la vez. Los medios de comunicación permiten a la “elite y los caudillos”, hacer de éste un extraordinario instrumento de “democracia directa”, o a lo menos comunicar y transmitir sus posturas, dilemas de interacción, algo así como un colosal mecanismo de orden simbólico instantáneo, directo al living de la casa o al PC.
Paradojalmente, el mundo de la imagen está dominado por las palabras, aquí los temores, fobias, o sencillamente representaciones equivocadas, son un efecto realidad, un efecto a escala de los intercambios cotidianos de las personas, por ende, los discursos y las palabras emitidas construyen “la realidad”, sus jerarquías y prioridades, sus dilemas y encrucijadas.
En este escenario político y social, la brecha entre “la elite, los caudillos” y la sociedad, sólo puede ser mediática. No podemos mantenernos indiferentes o des-entendernos, hay una vinculación permanente, aunque sea para desmarcarse del mundo de la imagen.
Hipótesis tres: ¿segunda modernidad política?
Nuestro país está atrapado por una modernidad que estructuralmente, en mayor o menor medida, está emancipando a los sujetos, es decir, en lugar de presiones unívocas y planas, roles, normas y exigencias auto impuestas, surge una red de relaciones que se entrecruzan de manera diversa y se desestabilizan mutuamente, lo que sin lugar a dudas, va a crear y abrir espacios libres para las decisiones individuales (léase, una segunda modernidad de los políticos).
Aquí, más allá de nuestras consideraciones ideológicas, el actor que se siente emancipado pide la palabra en el debate público (los medios de comunicación) sobre las consecuencias e impactos locales y globales de la sociedad del conocimiento, las tecnologías, el programa de gobierno, y la racionalidad instrumental, entre un conjunto de preocupaciones.
Esto produce una “autonomía mayor” de los hablantes, es decir, cada vez que se susciten conflictos, aparecerán estos actores con sus argumentos y baterías de acciones, que no responderán necesariamente a una comunidad o círculo de conversación (léase partidos, iglesia, corriente, escuela de pensamiento, entre otros).
Esta actitud o gesto de actor emancipado y activo se convierte en una nueva estrategia de supervivencia en un mundo desencantado del sentido primario, de la pertenencia a lo colectivo. Los políticos “hard” o “soft”, iniciarán una estrategia de cierre de su individualidad, lo que nos lleva a pensar que en los próximos años enfrentaremos un nuevo actor de la política nacional, una suerte de dirigente “político imprevisible”.
Finalmente, para enfrentar esta trágica ironía de la política, es preciso introducir y poner en marcha un dispositivo de discusión colectiva orientada – entre otros temas – hacia la invención de nuevas estructuras organizacionales capaces de conocer y favorecer la integración, en la diferenciación creciente de actores.