Sección: Sociedad Civil: Transformaciones socio-culturales

La lógica de la glocalización

Rodrigo Salcedo

AVANCES Nº 44
Abril 2003

Perspectivas teóricas sobre lo glocal

Inserta en toda narrativa que busque describir el fenómeno de la globalización, aparece un intento por explicar la relación que existe entre las fuerzas homogenizadoras globales, y las fuerzas heterogenizadoras locales, las que buscan mantener, e incluso aumentar, la diferencia entre los diversos contextos socio espaciales.

Por un lado, la literatura describe a las naciones y nacionalidades, defendiendo su diferencia y luchando por retener una identidad cultural que les es propia, mientras al mismo tiempo, se describe un sistema económico internacional que busca crear un mundo de consumidores que adhieren a las mismas pautas culturales y deseos de posesión de bienes y servicios. Así, el ideal del mercado global sería una ilusión sin la existencia de ciudadanos y espacios globales en los cuales se producen las transacciones y el intercambio de información necesario para aumentar ilimitadamente las necesidades y por ende el consumo.

Los autores que han escrito sobre el tema se encuentran divididos en el cómo enfrentar esta contradicción (global/local). Se ha creado un término para definirla (glocal), pero no se ha podido entregar un contenido claro o incluso una descripción de las características de dicha construcción teórica. Mientras algunos académicos argumentan que lo global confronta e intenta eliminar lo local en toda circunstancia posible, otros señalan que ambas tendencias son inherentemente interdependientes y que no pueden existir sin la presencia de la otra. Todas las posiciones intermedias están también representadas en este debate.

Una posición extrema en favor de la existencia de una confrontación global/local ineludible, la presenta Sharon Zukin en su libro Landscapes of Power. (1) En este libro, ella argumenta que la cultura moderna y su ideología globalizada “o bien trivializa o ignora la idea de lugar” (1991. p. 11), y, “en su lucha por el control de los usos del espacio, los poderes económicos predominan por sobre el Estado y la cultura vernácula” (p. 19). Esta victoria de lo global se expresa por ejemplo en creaciones arquitectónicas que “se ven estupendas a la distancia descontextualizadas, pero fallan completamente en adecuarse o asimilarse al contexto local”. Usando los términos de Auge (1995) (2) podemos hablar de una arquitectura del no–lugar.

Así por ejemplo, los malls, artefacto globalizado por excelencia (de Mattos, 1999) (3), lucen iguales en todo el mundo, funcionando como una isla o fragmento global en el medio de cualquier localidad, por más pobre o culturalmente diversa del ideal occidental que ella sea. Esta isla se va irremediablemente expandiendo en el entorno espacial circundante, con la aparición de cines, clínicas y otros espacios globalizados que van alterando en forma cada vez mayor las prácticas espaciales propias de la comunidad local.

Una posición intermedia es la sustentada por Manuel Castells, quien comienza su libro El Poder de la Identidad (1996) (4) señalando que “nuestro mundo y nuestras vidas, están siendo moldeadas por las tendencias antagónicas de globalización e identidad” (p. 1) Castells mantiene la idea de un conflicto permanente entre ambas tendencias, sin embargo, a diferencia de Zukin, señala que lo local simplemente no puede ser eliminado. Aún más, mientras más importancia adquiere el proceso de globalización, mayor importancia adquiere lo local como fuente de formación de identidad. Así como en la modernidad la formación de identidad privilegiadamente estaba dada por instituciones de la sociedad civil o por la posición personal en la estructura funcional de la sociedad (clase, sindicato, partido político, etc.), en la sociedad de la información, dicha identidad tenderá a provenir de las “resistencias comunales” (p. 11).

Como ejemplo de lo anterior, Castells menciona el crecimiento de los nacionalismos étnicos y religiosos, declarados muertos por los ideólogos de la modernidad, pero que cada día resurgen con más fuerza. Siguiendo a Castells, debe señalarse además, que estas nuevas identidades conformadas localmente y muchas veces basadas en atavismos culturales, sólo buscan la resistencia y son incapaces de generar proyectos alternativos al de la globalización neoliberal. Esto se debe en parte a su incapacidad de presentar un proyecto consistente que dé respuestas a una mayoría ciudadana, y en parte también a su intrínseco parroquialismo (p. 356), que considera cualquier totalidad como una amenaza frente a la particularidad que se quiere defender, sea ella local, religiosa u otra.

Finalmente, en el otro extremo del debate y argumentando en favor de la interdependencia entre tendencias globales y locales, se encuentra Benjamin Barber (1996) (5), quien desde una perspectiva culturalista, sostiene que las fuerzas de la globalización – que él denomina McWorld -, no pueden existir sin lo local – apodado simplemente Jihad -. McWorld no puede vivir sin Jihad, pues la diferencia crea nuevos productos que pueden ser vendidos en el mercado, contribuyendo a la necesidad de expansión permanente del capitalismo. Al mismo tiempo, Jihad no puede vivir sin McWorld, pues ¿cómo podría darse a conocer la cultura local si no es a través de productores y comerciantes que la distribuyen y sistemas de comunicación e información que la hacen conocida? (p. 155).

Ahora bien, ¿cuál de estas perspectivas se corresponde con la realidad? ¿Cómo puede explicarse en mejor forma la relación entre lo global y local? ¿Qué es realmente lo glocal?

Hacia una visión menos dogmática de lo glocal

Después de analizar las perspectivas teóricas que nos presenta la literatura, se puede señalar que todas las posiciones analizadas, de Zukin a Barber, describen una parte de la relación existente entre lo parroquial y lo global. Ciertamente existen ejemplos que nos muestran a lo global buscando eliminar totalmente a lo local, y otros en los cuales ambas tendencias actúan en conjunto y se refuerzan mutuamente.

En el caso de los espacios globalizados – malls, burbujas turísticas, cadenas de comida rápida, cadenas de micro cines y otros -, se ha documentado, tal como lo señala Zurkin (1991), que lo global trata de eliminar ciertas prácticas locales que no pueden adaptarse a las pautas de consumo que lo global requiere para funcionar (regateo, vagabundaje en espacios de consumo, etc.). Pero, por otra parte, también se presentan casos en que estos mismos espacios globales dan la bienvenida y adaptan características locales, tales como la presentación de manifestaciones culturales locales al interior de un mall o la venta de sandwiches con palta en un McDonalds chileno.

Ciertamente la relación no es unívoca. Lo glocal no consiste simplemente en eliminación o interdependencia, por lo que para entenderlo, se requiere una nueva categoría que supere esta dicotomía. Así, la clave para entender la relación entre lo global y lo local no recae en un estándar normativo u omnicomprensivo como la literatura en general sostiene, sino, más bien, guarda una relación intrínseca con el contexto y la forma puntual de interacción existente entre las tendencias en conflicto. Lo central para entender el fenómeno de la glocalización, es la lógica que orienta el uso y el funcionamiento de un determinado espacio, así como también el uso que esta lógica hace de ciertas prácticas espaciales.

En este sentido, es la lógica funcional que rige a cada espacio, la que determinará las prácticas, usos y costumbres que son aceptadas en él. Esta lógica funcional está dada por la tendencia (global o local) que es hegemónica o dominante al interior de dicho espacio. La hegemonía sobre ciertos espacios se constituye ya sea por razones históricas, por ejemplo en una iglesia Católica la lógica global del mercado no es hegemónica pero sí lo es en un mall, o bien por una pugna entre diversas lógicas (ideologías) para controlar lo que en el espacio ocurre.

En el caso de los espacios reconocidos como globalizados, su lógica interna está basada en la ideología de mercado. Esta lógica, dada su finalidad económica y su escasa normatividad moral, entiende que en ciertos casos algunos elementos de la cultura o prácticas locales pueden ser utilizados para obtener un mayor consumo y por ende utilidades. Por el contrario, las prácticas que no pueden ser útiles para generar mayor consumo tenderán a ser eliminadas. La posibilidad real de eliminar estas prácticas nocivas estará dada por el grado de hegemonía espacial de la lógica global de mercado, la cual nunca puede ser absoluta.

En el caso de los espacios locales, las prácticas y costumbres globales sólo serán aceptadas en cuanto faciliten o se adapten a la lógica de operación de dichos espacios o grupos sociales. Así, por ejemplo, los grupos de resistencia basados en fundamentalismos parroquiales han hecho un amplio uso de las tecnologías como el Internet para difundir sus principios, pero son reacios a aceptar otros aspectos de la globalización como la ideología neoliberal o la idea de que es el consumo y la forma de consumir la que determina el estatus social de las personas y grupos sociales.

Para los espacios globalizados, las particularidades sociales, culturales y políticas, presentan un desafío pero también una oportunidad. Quien controla dicho espacio, bajo una lógica global, debe analizar el contexto local y decidir qué prácticas, costumbres o características locales es necesario incluir para aumentar el éxito comercial del lugar, cuáles debe aceptar aunque lo perjudiquen, y cuáles puede, con cierto éxito, intentar excluir.

En este sentido, si bien el aceptar cualquier práctica o costumbre local implica necesariamente adaptar la forma “normal” de desarrollar o manejar un espacio globalizado, esta adaptación puede significar un nivel mucho mayor de utilidades. La desviación de la pauta que la simple globalización impondría es en ciertos casos una forma de aumentar las posibilidades de éxito de la industria globalizada. Si bien estas adaptaciones generalmente reducen la eficiencia de la operación (por ejemplo es ineficiente dejar espacio comercial ocioso para que se realice una misa al interior de un mall), este es un precio necesario, e incluso, bajo dados los beneficios que la desviación de la pauta puede generar.

Ahora bien, estos procesos de adaptación, adopción, o rechazo de lo local, toman la forma de una negociación, formal o informal, explícita o implícita, entre el artefacto global y quien lo controla por un lado, y la realidad y prácticas locales por otro. Se puede señalar entonces, que la constitución de lo glocal se constituye por una negociación contextualizada a una localidad entre la lógica global de mercado y diversos aspectos de la realidad local. La negociación puede adquirir formas diversas: consulta directa con las comunidades, investigaciones de mercado, discusiones con representantes de la localidad, o bien un proceso más formal en el cual un agente neutral – por ejemplo el Estado Nacional -, actúa como mediador entre lo global y lo local.

Así, de los diversos resultados de estas negociaciones a lo largo del mundo, pueden derivarse las diferencias, por pequeñas que ellas sean, entre espacios globalizados de distintos países. Si el mall Plaza Vespucio no es igual y en cierto modo cumple funciones diferentes a los del Mall of America (el mall más grande del mundo) no es porque la operatoria de ambos sea diferente o los empresarios chilenos funcionen con una lógica distinta a la lógica global del mercado, sino por los distintos resultados que tuvieron las negociaciones entre ambos espacios y sus contextos locales.

Notas

1) Zukin, S. (1991) Landscapes of power. Los Angeles: University of California Press.
2) Auge, M. (1995) Non-places: Introduction to an anthropology of super modernity. Verso: London.

3) de Mattos, C. (1999) Santiago de Chile: globalización y expansión metropolitana: lo que existía sigue existiendo. In EURE Latin American Journal of Regional and Urban Studies. December, 1999.
4) Castells, M. (1996) The Power of Identity: The Information Age – Economy, Society and Culture (Castells, Manuel. Information Age, 2.). Oxford: Blackwell.
5) Barber, B. (1996) Jihad v/s McWorld: How globalism and tribalism are reshaping the world. New York: Ballantine Books.