Sección: Gobierno Bachelet: Gestación y desarrollo
¿Liderazgo como sucedáneo del Proyecto?: los desafíos de la Concertación
Eolo Díaz-Tendero E.
Sean cuáles sean los ires y venires de las mediciones de opinión pública o los ritmos de las campañas que inician por estos días, o del tiempo y modo en que finalmente se defina el candidato presidencial de la Concertación, el hecho es que en este panorama general, esta alianza política muestra una condición que podría calificarse como envidiable desde el punto de vista del potencial rendimiento electoral futuro de cualquier conglomerado político: posee dos liderazgos de reemplazo impecablemente instalados en la subjetividad ciudadana, los de Soledad Alvear y Michelle Bachelet.
El nuevo escenario creado por el reajuste ministerial implementado hace pocos días por el Presidente Lagos impone un componente de análisis que es cualitativamente distinto. Si el período político que tenemos por delante está marcado por una contienda electoral, el eje central de acción será el de las adhesiones ciudadanas y el espacio público. Bajo esta clave de comprensión la entrada a terreno de Alvear y Bachelet representa una gran oportunidad para la Concertación. Por una parte tienen la libertad de opinión y acción para mostrar su liderazgo ya no de modo “recatado” y subordinadas a la necesidad de responder directamente a sus funciones gubernamentales, sino en sintonía con las lecturas de los desafíos políticos venideros. Por otra parte, y esta condición es a la vez una oportunidad y un desafío, despojadas de un tema particular de gestión (lo internacional y la defensa) podrán generar juicios y propuestas sobre la sociedad y el Chile que imaginan e influir sobre el desarrollo del escenario político nacional. Dejan de apoyar su liderazgo en un sector de gestión y deberán transitar hacia la función de liderazgo nacional.
Durante los últimos años ha quedado claro que los liderazgos se legitiman primordialmente a partir de un modo o un estilo particular de relacionarse con sus adherentes. En este componente del liderazgo las dos mujeres de la Concertación han demostrado capacidades naturales para instalarse de modo acogedor y a la vez eficiente en el trabajo con los ciudadanos y su condición actual de ciudadanas no hace más que fortalecer dichas capacidades.
Sin embargo, los liderazgos bien posicionados en las encuestas y eficaces en la comunicación con sus adherentes no bastan para instalar visiones de país o para hacer efectivos proyectos políticos con alcance histórico de renovación y cambio. Son una condición necesaria e importante, pero no suficiente. Un liderazgo es eficiente políticamente en tanto es capaz de leer acertadamente la subjetividad de la sociedad que quiere representar. Paralelamente, se hace eficiente cuando es competente para proyectar ese diagnóstico en una imagen de futuro que le permite conducir al país y discriminar entre alternativas de política. Sin este horizonte de sentido o punto de fuga hacia el futuro, es imposible transmitir coherencia y mostrar criterios para la priorización de soluciones a las demandas planteadas por la ciudadanía, que son dos elementos básicos de un liderazgo eficiente. Se plantea entonces la pregunta: ¿Cuáles son los contenidos de futuro de los liderazgos de la Concertación?
Las ministras han cumplido acertadamente la primera condición descrita. Ambas, con estilos distintos, son el reflejo del tipo de liderazgo que está exigiendo la nueva sociedad chilena. Chile ha vivido un proceso de transformaciones intensas a partir de los años ochenta. La inserción internacional de nuestro país hace que las certezas de largo plazo en las condiciones de vida de las familias y del desarrollo del país tiendan a desdibujarse. Los nuevos ritmos de la tecnología y de la economía han golpeado intensamente el modo de vida de los chilenos y chilenas. Las formas de socializar y relacionarse entre los ciudadanos están en pleno proceso de transformación, donde se hace cada día más importante la eficiencia y el inmediatismo de la acción por sobre la discursividad y las promesas. Frente a estas radicales transformaciones, la subjetividad se siente amenazada o, por lo menos, poco atendida y en permanente tensión ante la necesidad de administrar el riesgo asociado.
Los liderazgos Alvear y Bachelet se han instalado en esta nueva subjetividad chilena. Ellas han sabido movilizar un liderazgo acogedor donde la diferencia entre el rol de autoridad y el de ciudadano se redibuja en clave de comprensión y compromiso. En este tipo de conducción se destierra entonces la relación de jerarquía puramente formal. Paralelamente, las ministras han mostrado capacidad de resolución de problemas importantes y complejos, atendiendo de modo complementario los intereses individuales de ciudadanos y la necesidad de imponer soluciones de interés público superior. En este sentido, este tipo de liderazgo no por el hecho de ser acogedor ha sido irresponsable o populista, sino que es a la vez legítimo, eficiente y práctico.
Lo anterior es un piso importante, pero si el objetivo de la Concertación es renovar o recrear un proyecto político y no sólo asegurase la “administración” de un nuevo período presidencial, entonces el conglomerado tiene algunos desafíos urgentes que cumplir. El tipo de liderazgo se instala en una clave de lectura de la sociedad, pero no hace la lectura específica. ¿Cómo se traduce esta clave en programa de gobierno? ¿Cómo pensar a partir de él un nuevo modo de entender la relación entre sociedad, estado y mercado? Es decir ¿Qué significa imaginar un Chile acogedor, legítimo, eficiente y práctico organizado desde la democracia para lograr un desarrollo de calidad?
Un liderazgo anclado en torno a un proyecto nunca es un acto improvisado e individual. Una de las claves del éxito de la Concertación en su origen fue la imbricación entre una basta red de reflexión y la eficiente construcción de una red de acción política y social. En aquellos años, el diagnóstico realizado por centros de estudio y ongs se fusionó armónicamente con una estrategia política ganadora.
¿Cuál es el estado actual de la reflexión en el ámbito de la Concertación y por lo tanto, cuáles las condiciones para hacer converger liderazgos eficientes con proyecto político?
Resuelto el punto de que al Ejecutivo no le corresponde reflexionar críticamente sobre la sociedad chilena, sino que movilizar conocimientos técnicos e intelectuales del más alto nivel para ejecutar un programa de gobierno, se hace necesario volver la mirada hacia la actividad de reflexión autónoma. Parte de dicha actividad, la relacionada más directamente con la acción política, se realiza en un basto conjunto de Centros de Estudio e Investigación autónomos y con otro estilo y exigencias en algunas universidades.
Desde hace bastante tiempo, un grupo importante de instituciones está trabajando desde diversas perspectivas metodológicas y disciplinarias en la realización del diagnóstico de la nueva sociedad chilena, aquella que es producto de los acelerados cambios producidos durante los años 90. Se ha avanzado en la descripción, medición y evaluación de los efectos de estas transformaciones en el modo de vivir y relacionarse de todos los chilenos. De modo más o menos coordinado según intereses y perspectivas, esta creación intelectual tiende a reconstruir comunidades de reflexión y pensamiento que se interesan por la sociedad y la democracia chilenas.
Sin duda que este fenómeno es una entre múltiples actividades que estarán en tensión con los grandes desafíos del nuevo ciclo político que se abre en Chile. Sean todas bienvenidas. Sin embargo, el desafío es saber cómo estas iniciativas logran sintonizar con el piso ya instalado para la Concertación. Es decir, cómo logran articular los liderazgos con proyectos políticos sustantivos.
Instalar un nuevo gobierno de la Concertación sin un nuevo proyecto político no asegura la continuidad y persistencia de los liderazgos situados actualmente de modo eficiente en la disputa por la opinión pública. La posibilidad de avanzar en la armonización de Proyecto y Liderazgos pasa por poner en movimiento de modo más intensivo la capacidad de reflexión de la propia Concertación y a la vez establecer puentes entre la actividad de los partidos y la de la reflexión. Sin esta condición, los liderazgos sólo se constituirán en una especie de sucedáneo del proyecto y la acción política asociada a este fenómeno aparecerá carente de voluntad y teñida por lógicas de mera administración de un modelo de instituciones que ya dio todo lo que podía dar desde una perspectiva progresista y centrada en el bienestar de la sociedad.
El desafío programático de la Concertación no se define en un mero gesto de cambio en el estilo de gestión. Claramente no basta con que el candidato en esta ocasión sea una mujer, lo que se requiere es un cambio en la matriz de acción política que encarna el conglomerado.