Sección: Gobierno Bachelet: Gestación y desarrollo
Michelle Bachelet: Araucaria en macetero
Antonio Cortés Terzi
Con los actuales máximos dirigentes del PS están sucediendo algunas cosas extrañas. La última “extrañeza”, ya ampliamente conocida, fue la presentación del afiche oficial para la campaña municipal del PS, que incluye una fotografía de la Ministra Michelle Bachelet, sin su conocimiento y menos consentimiento. (Dicho sea de paso, ese hecho ha ocultado, y por sobradas razones, otra rareza, a saber, el uso de una frase tan melindrosa y meliflua como la de “queremos tanto”). Lo aberrante de tal decisión es lo que causa la extrañeza.
Analistas virtualmente de todo el arco político-cultural han coincidido en una conclusión genérica: que el uso de la figura de la ministra Bachelet implica severos costos y ofrece ínfimos beneficios. Y si éstos se produjeran no serían ni para la ministra, ni para su popularidad y precandidatura, ni para la Concertación, ni para el gobierno. Serían ganancias marginales para el PS, pero relevantes para el pequeño cuerpo de dirigentes partidarios que aspiran a consolidar un liderazgo elitario y con escaso contrapeso dentro de su partido.
Compartiendo en lo grueso los análisis que circulan al respecto, por la prensa y por los pasillos, se agregan a aquí cuatro comentarios adicionales que aluden a lo ético-político.
En primer lugar, en este asunto ha habido un abuso de poder y de confianza de parte de los cuatro o cinco dirigentes que, entre gallos y medianoche, gestaron y plasmaron la “operación afiche”. Cualquier liderazgo de elevada popularidad merece un particular respeto de parte de las estructuras de los partidos. En el caso de la ministra Bachelet ese respeto debería multiplicarse varias veces, porque es una popularidad ganada a pulso, personalmente. No se ha generado con la ayuda de una maquinaria política y comunicacional de respaldo que le haya puesto a disposición su partido, fracciones del mismo o grupos de amigos.
Sentirse propietario de esa popularidad, por consiguiente, es abuso de poder y de confianza. Y tanto más abusivo, porque los hechores saben del profundo sentido de lo colectivo y de militancia que tiene la ministra y que, por lo mismo, sus propias convicciones la autoinhiben para responder como debiera a esos abusos.
En segundo lugar, aquí hubo una vergonzante conducta machista. No es necesario argumentar latamente, basta ponerse en el siguiente escenario: habrían osado hacer algo así si el líder más popular y presidenciable del PS fuera José Miguel Insulza.
En tercer lugar, la cuestión analizada confirma la relación oportunista que han establecido los dirigentes máximos del PS con la ministra Michelle Bachelet. Tanto “amor” no se ha expresado en apoyo a su gestión, particularmente cuando ha debido enfrentar temas tan delicados y relevantes como los proyectos gubernamentales sobre DDHH o como el envío de tropas a Haití.
Por último, quiérase o no, este suceso insinúa la pretensión de “lavinizar” a la ministra Bachelet y su eventual candidatura. En el fondo el mensaje es claro: la ministra debe restringirse a ser figura mediática y conquistar popularidad y votos por esa vía, mientras que las decisiones y la conducción política queda en manos de un grupito de samurai.
La ministra Bachelet devino en catalizadora y representativa de fenómenos sociales y políticos de envergadura y que se encuentran en pleno desarrollo en la sociedad chilena. En tal sentido, es más que una buena candidata presidencial. Podría decirse, muy escuetamente, que su liderazgo incuba y es parte de un profundo proceso molecular que augura transformaciones cualitativas en la política chilena y sus estructuras, proceso que está latente desde hace tiempo y que, probablemente, irrumpirá con fuerza después de las elecciones presidenciales del 2005.
Los dirigentes del PS o no se dan cuenta de ello o se dan cuenta y están atemorizados, porque una Michelle Bachelet potenciada amenaza sus vigencias. La ministra Bachelet crece como araucaria y ellos le ofrecen un macetero de un 15%. ¿No estarán tramando volverla bonsái?