Sección: Partido Socialista: Recomposiciones y debates

No soy partidario de una oposición encubierta

Entrevista Camilo Escalona

AVANCES de actualidad Nº 20
Diciembre 1995

- Se ha realizado la tercera elección del Comité Central del PS por votación universal y directa. No sólo es el mecanismo utilizado desde la reunificación socialista en 1989 sino que no tiene precedentes en toda la historia anterior del PS. Partiendo de esa experiencia, ¿consideras mejor esta modalidad que la anterior, de la elección indirecta?

- Yo estoy abierto a una discusión sobre el eventual cambio de sistema de elección. No obstante hago un balance positivo sobre el mecanismo de elección universal y directa, básicamente por el impacto político que produce a nivel nacional.

Se trata de una expectativa que abarca todo el desarrollo de la competencia y no sólo el momento del acto electoral, que en este caso duró aproximadamente un mes, período en que se centra la atención de los medios y de la gente en el proceso partidario. Eso difícilmente lo podría provocar el sistema de elección indirecta.

Un segundo factor a favor del mecanismo directo es que la repolitización del país después del régimen militar se ha dado mediante un ejercicio democrático que ha recurrido más a las formas directas que a las indirectas. Por ejemplo es el mismo sistema electoral que tiene la DC y el PPD. En consecuencia me parece que podría ser un factor de duda respecto de la vocación democrática del Partido el que se retrocediera al sistema indirecto.

A esos factores debemos agregar que ha ido disminuyendo el área de impugnaciones, sobre todo en esta última elección. Ahí tenemos un tercer dato a favor del mecanismo directo.

Lo negativo creo que se refiere básicamente a un abuso en el traslado de personas a votar por la “plantilla”, es decir un abuso en la movilización de adherentes que concurren a votar sin tener el grado suficiente de interés o de politización como para que efectivamente puedan hacer una opción consciente. Este es el pero que subsiste. Ahora, si este pero es tan grande como para anular los otros dos factores positivos, creo que vale la discusión. Yo hasta ahora me inclino por pensar que no.

- Hay un sentimiento mayoritario en el PS que todas las actuales tendencias que se expresan electoralmente y fuera de los momentos electorales caben en el Partido. Sin embargo, hay voces, o grupos, que cuestionan el carácter socialista de ciertas expresiones, de personalidades, consideradas demasiado liberales y que prácticamente han transgredido los límites partidarios. ¿Compartes este criterio, que podría llegar a plantear la necesidad de depurar el Partido?

- Yo no comparto ni me haré parte de una teoría de depurar al Partido. Por las trágicas consecuencias que – en un contexto distinto pero que es un antecedente que creo válido – ha tenido esta posición de sanidad biológica de los partidos de a izquierda.

Además la expresión de una corriente liberal dentro del socialismo la encuentro perfectamente legítima. No me escandaliza y pienso que podría ser un factor contribuyente al desarrollo de un pensamiento socialista de acuerdo con las nuevas circunstancias.

Lo que yo observo es una crítica legítima a una opción conformista que precisamente deja de ser liberal, porque hace abandono de la vocación de cambio que es consustancial a la propuesta socialista. Yo creo que más que liberalismo hay un cierto cansancio en el ejercicio de la militancia…

- Que se transforma en conservadurismo…

- … un conservadurismo que está influido por los enormes trastornos que sufrió la propuesta socialista en los últimos 25-30 años. Por eso estimo que una corriente liberal es legítima porque, entendida como una corriente radical por las libertades civiles, sociales y económicas, perfectamente empalma con el pensamiento socialista histórico o tradicional. No empalma el conformismo.

- Has hablado recientemente de una cierta intolerancia que hay que combatir en el Partido Socialista. ¿Cómo o dónde se manifiesta esa intolerancia?

- Creo que la intolerancia está presente en todas las corrientes internas y se refiere a hacer siempre la caricatura de la posición de los demás para justificar la propia.

Yo por ejemplo he sido víctima esta semana de la intolerancia, porque se ha dicho que yo quiero dar un giro a la izquierda en el Partido, y francamente no he hecho ni una insinuación en esa dirección.

Y al revés, en mi propia sensibilidad hay quienes piensan que toda renovación conlleva el abandono o dejación de la idea socialista. Ambas son manifestaciones evidentes de una intolerancia que no enriquece al Partido.

- El concepto “renovación” ha servido para identificar a una tendencia del Partido. ¿Qué aportes le reconoces a la renovación, qué elementos distintivos ha aportado al desarrollo del PS desde la unificación?

- Voy a partir por lo que creo que es común, en términos negativos, a todas las corrientes. La actitud conformista está presente en la renovación en la forma de un cierto cansancio en el ejercicio de una voluntad de cambio, y también está presente en los sectores más históricos, que hacen gala de un pensamiento, entre comillas, más “ortodoxo”. Este último es un conformismo frente al estado en que se encuentra nuestro pensamiento político, que no da el ancho para levantar una propuesta que permita hacer un cambio profundo en el país. Son dos manifestaciones de conformismo presentes en las dos grandes formas de pensar que conviven en el PS, no dos tendencias.

Ahora sobre el lado positivo de ambas formas de pensar. El punto de arranque del proceso renovador es la constatación de que se deben buscar nuevos caminos que abran paso a la idea socialista. Eso tiene que ser corregido por el Partido. Y por otro lado, del pensamiento histórico, en su vertiente más tradicional, recogemos la porfía en la voluntad de cambio que debe hacerse cargo de la profunda desigualdad social que produce el actual sistema.

Si se logra que el camino de estas dos grandes intuiciones no se bifurque sino que confluya en un solo cauce, creo que el proceso de unificación del socialismo, creo que el proceso de unificación del socialismo a largo plazo significará un éxito no sólo orgánico sino también en el campo del pensamiento socialista.

Por eso que nunca me hice parte de la teoría de Palestra de que la renovación eran los “calzones rosados”, porque es una manifestación de intolerancia, del conformismo y de la ausencia de la voluntad de buscar nuevas respuestas en el campo de la teoría.

- En esa línea de afirmación de las tradiciones y al mismo tiempo de asumir perspectivas de futuro ¿crees que el PS ha logrado avances en la búsqueda de una confluencia de ambas visiones, o es un proceso que se ve frenado

- Creo que las dificultades han disminuido. La polarización que se registró en el Congreso de Unidad del año 90 es de una envergadura menor y las angustias existenciales que existían en el socialismo en 1990, en las diferentes corrientes, también se han aplacado. Fue un momento muy complejo en el que se cruzaban dos fenómenos: el inicio de la transición y la crisis de la izquierda mundial, una mezcla que no daba tiempo para pensar sobre lo uno y lo otro, con sus necesarias diferenciaciones. Esa angustia, que adquirió riesgos de neurosis, ha disminuido y ha ido asumiendo una orientación diferente, en un sentido constructivo.

En todo caso las dificultades no han desaparecido y adquieren formas que podrían ser muy negativas y hasta explosivas. Me refiero a un cierto aumento de la crudeza en la lucha por el poder, entendido el poder en su forma más cruda, es decir que podría haber retrocesos a partir de choques exclusivamente por las cuotas que logran los diferentes sectores al interior del Partido.

Sin embargo, no cabe ninguna duda que las matrices sobre las cuales hoy día opera el Partido, son matrices perfectamente posibles de transformar en una política coherente en el tiempo.

- Hablas de dos pensamientos que recorren todo el Partido, uno más tradicionalista y otro renovado, que no los identificas con tendencias sino que tendrían expresión en las diversas corrientes partidarias. Pero en los momentos en que debe resolverse la integración de las direcciones, es decir en las elecciones internas, parecería que la lógica del poder se impone sobre los planteos programáticos y las ideas, es decir que en las tendencias se reducen y simplifican las posturas para adecuarse a la lógica del poder exclusivamente. Incluso podrían descubrirse inconsecuencias ideológicas y políticas respecto a otros momentos en que la lucha por el poder no está presente. ¿Compartes esta apreciación?

- No cabe duda de que hay circunstancias en que se manifiesta una animalidad política en el seno del Partido, que da susto. Ahora, ¿cuánto de ello podemos evitar, ¿cómo podemos hacer de ese lobo un perro que se pueda domesticar? Me parece que no es un ejercicio estéril.

- En declaraciones posteriores a tu reelección como Presidente del PS te referiste a la falta de acción común cuando existen pronunciamientos democráticos. Esto nos lleva a la idea de disciplina, que está bastante fuera de los marcos con que se trabaja en el PS. Ello tiene relación tanto con el comportamiento interno como con el de los dirigentes públicos y de los mandatarios. ¿Es una reivindicación de ciertas normas del pasado, que han perdido legitimidad o vigor?

- Así es. Desafortunadamente la idea de una acción común se expresa en normas reglamentarias cuya exageración le causó un daño histórico tremendo al movimiento socialista, por la vía de la centralización del poder, del resecamiento de la democracia interna, de la burocratización de las estructuras directivas. La sola palabra norma retrotrae en nosotros la idea de esa disciplina de regimiento que finalmente le quitó capacidad de competir al movimiento socialista internacional. Y al quitarle capacidad de competir lo hizo inepto para dar la respuesta progresista a los cambios de la situación mundial. Yo me doy cuenta de esta dificultad y por eso que soy tímido en plantear el problema.

Ahora, mi lógica arranca de otro punto: la deslegitimación de la idea socialista se afianza, como dijo Gabriel Valdés, en el gen anárquico de los socialistas. Es decir que incluso ha llegado a traducirse, en la mente de un dirigente político, en una figura y en un concepto.

En nuestro país, en este pequeño Chile entre la cordillera y el mar – no en el mundo, no estamos hablando de las experiencias cuarteleras del socialismo mundial, sino de nuestra realidad -, la deslegitimación de la idea socialista se vincula con nuestras divisiones, subdivisiones, fragmentaciones, intolerancias, irritaciones, exasperación del debate interno, en el fondo un autoanulamiento de nuestra potencia política.

Por lo tanto yo veo que para el desarrollo de la potencia política de la idea socialista se hace necesario establecer, no las normas reglamentarias de antaño pero sí el compromisos y voluntad política de acción colectiva, que además es un bien extraordinariamente debilitado en la sociedad actual.

- Afirmabas recientemente que los cambios político-institucionales condicionan los cambios económico-sociales. ¿De qué manera?. Porque, si no hay los cambios político-institucionales que plantean los socialistas, ¿no son posibles los cambios económico-sociales? ¿Qué pasa concretamente con las demandas sociales, no sólo de los trabajadores sino también con los cambios sociales, con la demanda general de equidad, con la distribución del ingreso, si fracasan las reformas constitucionales?

- Estoy abierto a la discusión de ese punto y a su precisión. Yo me referí específicamente al fenómeno que se produce, por ejemplo, en un tema de impacto económico-social tan clave como es la reforma de la legislación laboral.

Social, en el sentido de lograr una mayor dignidad de los trabajadores, la recuperación de derechos, extender la posibilidad de la organización sindical y lograr una relación diferente entre el empresario y el trabajador. Y económico, vale decir la manera en que estos avances sociales impactan en la distribución del ingreso por la vía de contar con un interlocutor que desde el mundo popular sea capaz de ampliar su participación en la distribución del producto, que es una materia netamente económica. La reforma laboral impacta de lleno en el tema de la justicia social.

Mi afirmación se refiere al convencimiento de que con los senadores designados y el sistema binominal se hace virtualmente imposible lograr que las reformas laborales pasen en el Senado, con lo que se impide que el impacto económico-social de esas reformas pueda materializarse.

Yo estoy abierto a la precisión, en cuanto a si los sectores populares y las propias organizaciones sociales asumen esta demanda, la que va a retroalimentar la lucha por la demanda política. En otras palabras, no hay que leer obtusamente mi afirmación, porque tanto la demanda política como la demanda social deben tener su momento.

- Podría ejemplificarse con la voluntad del Presidente Frei de priorizar lo económico-social en la agenda pública – el famoso debate del año 94 sobre modernización y transición -, y sin embargo un hecho como el fallo sobre el caso Letelier explosionó el elemento político y obligó al Gobierno a poner en el centro el tema de las reformas constitucionales.

- Así es. A la vez observo cierta activación de movimientos sociales significativos como el de magisterio, de sectores de trabajadores vinculados a la CUT, del movimiento estudiantil universitario, en función de demandas sociales. En una primera etapa estas manifestaciones van a centralizar la atención en esa demanda social, pero luego van a confluir en la demanda política, porque se va a hacer evidente que en el marco de los enclaves autoritarios los problemas sociales no se van a poder resolver.

- Dentro y fuera del PS el resultado de la elección se lo interpreta con un sesgo de izquierda, lo que estaría expresando una desafección de la base socialista hacia el Gobierno. ¿Cómo se revierte ese proceso? ¿A quién cabe la mayor responsabilidad, al Gobierno solamente?

- Ese fenómeno de toma de distancia de sectores ciudadanos frente al Gobierno valida la argumentación anterior. Se debe caminar hacia la superación de la distancia, a cerrar la brecha a través de una agenda social. Ahí hay una responsabilidad compartida del Gobierno y los partidos.

No creo que la táctica sea que los partidos asuman una permanente descalificación de la acción del Gobierno, de constante señalamiento de sus déficit. Eso sólo permitiría resolver una parte del fenómeno, que es la distancia que toman los actores sociales de los partidos, pero que no es el conjunto del fenómeno. El conjunto del fenómeno es la distancia de esos sectores sociales respecto de los partidos y del Gobierno, lo que a la postre significa un distanciamiento respecto del proceso democrático que estamos viviendo. Aquí hay un efecto dominó, que a la larga les puede resultar desastroso a los propios partidos que sostienen este proceso.

En consecuencia yo no soy partidario de que hagamos una oposición encubierta. O sea que debemos asumir nuestra lealtad, sin que implique una incondicionalidad que a veces juega malas pasadas.

Yo estuve una parte importante de mi vida en los países del llamado “socialismo real” y constaté que la ausencia de juicio crítico y la fusión del partido con el Estado imposibilitaron la presencia de una visión que no fuera exclusivamente la estatal. Esa es una responsabilidad de los partidos, sobre todo de un partido situado en el sitio estratégico en que está ubicado el Partido Socialista. Pero esta responsabilidad no puede expresarse, como ya dije, a través de una práctica que en los hechos signifique una oposición encubierta al Gobierno.

- La interpretación de que el resultado de la elección interna del PS indica una reafirmación de izquierda – que como adviertes no debe interpretarse como oposición encubierta -, abre más espacio a una crítica fuerte al estatus, a una expresión de inconformismo. ¿Cómo se concilia ese impulso con la condición de partido de gobierno?

- Durante la campaña encontré que no pocos compañeros identificaban los males de la sociedad neoliberal con el Partido, que en el fondo estaban descalificando al Partido.

Nosotros entramos al PS porque no nos gusta la sociedad neoliberal, porque la queremos cambiar. Pero si la enumeración de los males de los males de la sociedad neoliberal son adjudicados al Partido, es decir que se entienden no como males de la sociedad sino como males del Partido, llegamos de inmediato a una sola conclusión: que el Partido no sirve para nada.

Este fenómeno es producto básicamente del largo período en que hemos considerado que todos los hábitos del pasado eran malos, incluso el hábito de la formación política, lo que nos puede conducir a situaciones desastrosas.

Debemos considerar que tenemos importantes sectores de nueva militancia, de adherentes que son despolitizados, que llegaron recientemente al Partido, muchos de los cuales lo hicieron por sus vínculos amicales con militantes que querían ser dirigentes comunales o candidatos a consejos municipales o a parlamentarios. Se trata de un cambio en la composición de la militancia que, en última instancia y por su propia experiencia de vida – de exclusión y marginalidad social de un segmento muy importante de esos afiliados –, puede hacerse solidaria y funcional a un concepto absolutamente descalificatorio del propio Partido.

Así como yo dije que en muchos aspectos este resultado de la interna es un llamado de alerta para el Gobierno, también es un llamado de alerta al propio PS. Porque aquí hay fenómenos que pueden ir incubando sentimientos de desafección de sectores de nuestra propia militancia que identifican con el Partido las contradicciones y defectos e injusticias del sistema social. Ahí se abre en consecuencia un espacio para que cualquier demagogo pueda hacer su propio negocio.

- Tú llevas dos años de Presidente del PS y muchos más en la dirección partidaria. ¿Esa experiencia te va dejando alguna conclusión sobre métodos o instrumentos a modificar o introducir, a efectos de conciliar mejor la doble función de autonomía y oficialismo que cabe al Partido, una tensión que en cierto grado es inevitable pero que no necesariamente debe conducir a situaciones críticas?

- Lamentablemente mis conclusiones apuntan a restablecer hábitos que se entienden superados, por ejemplo el de la formación política.

Yo he visto un partido propenso a actuar exclusivamente por el espontaneismo, sin capacidad de asumir esa lógica tan profunda de proceso histórico que tuvo nuestro movimiento obrero, me refiero al que encabezó Allende. Es decir incapacidad de ligar su acción a la idea de pertenencia a un actor que nos trasciende a cada uno de nosotros en cuanto individuos e incluso generacionalmente. Porque es un proceso de acumulación de fuerzas, es un movimiento cuyos propósitos se van traspasando de generación y generación, en un sentido ascendente, con pausas y retrocesos pero que asume una lógica de proceso histórico.

Claro que puede tener efectos muy negativos para la izquierda, para el Partido y para las personas que constituyen el Partido – que no es irreversible pero que yo observo con preocupación y que se vincula a cierto énfasis en una renovación a ultranza -, esa es la pérdida de la lógica de proceso histórico en nuestras visiones sobre el lugar y el momento en que estamos desarrollando nuestra política.

Esa ausencia de un sentido de proceso histórico en el Partido conlleva un germen de autodestrucción. Si no nos entendemos como un actor que nos aúna colectivamente, más allá de nuestro esfuerzo individual, en una tarea que abarca más allá de nosotros, incluso generacionalmente, se pierde todo sentido de solidaridad interna y entra a predominar la más cruda y brutal lógica de lucha del el poder por el poder.

Creo que ahí hay un virus. Esta falta de concebirnos parte de un proceso histórico hace que – parafraseando los términos “obsoletos” – muy importantes sectores de nuestros afiliados sean todavía “clase en sí” y no “clase para sí”, es decir que no asumen una lógica que va más allá de su solo resentimiento y frustración por sus condiciones de subsistencia.

- La idea de ser la izquierda de la Concertación siempre ha estado relacionada a una concepción más amplia que abarca al mundo progresista, al PPD fundamentalmente, y luego a los “mosquitos”. Un espacio y fuerza progresista que se identifica en una fuerte reivindicación de justicia social y sobre todo en enfoques político-culturales libertarios y humanistas, que ha tenido en Ricardo Lagos a su figura emblemática. La configuración política de esta expresión progresista todavía es inmadura. ¿Cómo puede enriquecerse o expandirse este actor político progresista, más allá de la conquista de adhesiones espontáneas e individuales?

- Yo veo que podría ampliarse. Hay un primer dato: los sectores de izquierda disidentes de diversos partidos que han pensado en seguir militando, han buscado el alero del PS. Así ha sucedido con vertientes provenientes del PC, del MIR, de la ex IC, de los Mapu. Ello hace que el PS sea una amalgama, en la que cristaliza la idea de un cauce común, un cauce que se asume en su diversidad.

Pero podrían haber nuevos actores, y me refiero a figuras, a personas o nuevos colectivos de gente que no están con militancia formal. Por ejemplo hoy día vinieron los representantes del llamado Foro Democrático, que lleva casi un año y que ya ha hecho cuatro encuentros nacionales, en el que hay ex socialistas, ex comunistas, ex miristas, ex IC, es de todo. E incluso ex PPD, lo que vale la pena señalar porque este es un partido con corta vida que ya tiene sus ex (de cinco personeros que vinieron dos eran ex PPD). Ese sector, cuyo sentido es alejarse de las estructuras partidarias formales – en consecuencia también del PS -, se propone una interlocución constructiva con una estructura formal como el propio PS. A mí me parece un cambio interesante. Porque los sectores sociales posibles de poder convocar a un esfuerzo que permita masificar al PS, más allá de lo que es, que le permita romper la rutina de su propia inercia, son fuerzas individuales o grupales que se han ido alejando de la militancia en partidos.

Es por eso que el fenómeno ahora tiene una complejidad diversa al proceso de recolección de orgánicas que hemos vivido hace poco tiempo atrás.

- Públicamente te has referido a la ausencia de estrategia política en el Gobierno. ¿Puedes explicitar más ese juicio?

- Se basa fundamentalmente en la experiencia de los tres meses de la crisis civil-militar encubierta – junio, julio y agosto pasados -. En el marco de la misma crisis el Gobierno osciló reiteras veces, desde una posición de cero negociación con el Ejército a negociarlo todo con el Ejército, el regreso a ninguna negociación y la vuelta a negociarlo todo, y así sucesivamente.

Me doy cuenta – no soy ingenuo – y con el curso de los meses cada día me convenzo más que la gravedad de la crisis fue profundísima. Y en el marco de esa crisis hubo zigzagueos notorios, evidentes, altos y bajos muy pronunciados, que denotaban que había ausencia de una línea general frente al tema central de la transición, el que tiene un solo nombre: Ejército.

- Has hablado de la necesidad de recrear el tejido unitario de la Concertación. Esta es una alianza de partidos, no un movimiento; tiene documentos, fundaciones y compromisos de gobierno que se expresan en el programa de las candidaturas presidenciales. Pero también hay métodos e instrumentos de dirección de la alianza y de definición de sus políticas que resultan demasiado estrechos, como la reunión de los presidentes de partido, y cuya insuficiencia se pone de manifiesto en forma reiterada. ¿A qué te refieres al hablar de la recomposición el tejido unitario de la Concertación?.

- Se han reducido a un nivel peligroso los vasos comunicantes de la alianza; en lo esencial, a los vínculos de las direcciones formales de los partidos. Peligroso porque cuando estos vínculos entran en tensión, la eventual ruptura de esos vasos o de esos vínculos puede poner en peligro al total de la alianza, por la ausencia de otros lazos, de relaciones que enmarquen las tensiones que los vínculos propiamente partidarios necesariamente tienen que sufrir. De pronto la alianza queda expuesta a la buena o mala fortuna, al mayor o menor acierto que tengan los presidentes de los partidos o quienes ejercen las funciones de tales en una reunión del comité político, porque el tejido unitario en el cual debiera posarse esa relación no existe. Se rompen las relaciones entre los partidos y se puede romper la totalidad de la alianza. Es un riesgo bastante grave.

Siempre opera un freno, que es un temor, el temor a que el que rompe la Concertación va a ser castigado por la opinión pública. Pro de repente puede que la exasperación de las tensiones lleve a que ese temor se pierda y no hay un tejido unitario – a nivel de las organizaciones sociales, territorial (comunal, provincial y, regional), de actores políticos con lógicas diferentes a la de los partidos, léase el mundo parlamentario – que opere como un sistema que permita proyectar la alianza a largo plazo. A eso se refiere esta idea de la recomposición del tejido unitario de la Concertación.

- Tú has sido reelecto Presidente del PS con una alta mayoría, por tanto te cabe una gran responsabilidad al frente de su nueva dirección. ¿Dónde consideras que hay que invertir las mayores energías para revertir esa tendencia al debilitamiento del tejido unitario de la Concertación, para que no llegue a hacer de ésta una simple cáscara y la lleve a su paulatina expiración?

- Mi apuesta es que los socialistas se involucren en la construcción de Concertación a todo nivel, es decir que sean los socialistas quienes vayan a la directiva de la DC y le digan: “Trabajemos como Concertación”; que en el nivel de la región ocurra lo mismo, que en el nivel de los actores sociales ocurra lo mismo. Es decir que se entienda el proceso de construcción de Partido también como un proceso de construcción de alianza. Por lo tanto que la necesidad de afianzar al Partido como una fuerza popular y de izquierda sea asumida con una lógica nacional, como parte de una alianza de la que depende ni más ni menos el tipo de democracia que se establezca en Chile.

Dicho de otra manera, los socialistas tienen que volver a pensar que el derrumbe de la Concertación prolonga indefinidamente la democracia protegida. Y al revés, que el reimpulso de la Concertación acerca los plazos para construir las mayorías no sólo sociales sino también institucionales para que la superación de la democracia protegida pase a ser definitivamente una tarea cumplida.

* Entrevista realizada por Guaraní Pereda.