Sección: Pensamiento político: Debates contemporáneos

Nueva hipótesis para el debate sociológico (Comentario al libro de Antonio Cortés)

Eugenio Guzmán

AVANCES Nº 37
Agosto 2000

En primer lugar, la posibilidad de comentar el libro de Antonio Cortés Terzi, es una oportunidad para reflexionar no sólo respecto de nuestro sistema democrático, sino que para hacer teoría sociológica, en su sentido propio, esto es indagar sobre las lógicas detrás de los sistemas sociales.

En general, el trabajo de Antonio Cortés Terzi tiene una doble peculiaridad. Es una investigación propiamente moderna, dado su objetivo principal: dilucidar la racionalidad detrás de lo oscuro, pero al mismo tiempo sus conclusiones son las propias de un postmoderno, ya que se sugiere cierta fragmentación de la “racionalidad” política tradicional para entenderlo.

Adicionalmente, se circunscribe a la tradición que en este sentido han desarrollado otros autores como, W. Mills, (1) Bachrach y Baratz, (2) S. Luke (3) y P. Morris (4) los que realizan una fuerte crítica de Polsby (5) en relación a la unidimensionalidad del concepto de poder por él desarrollada, es decir, se le critica la visión según la cual los procesos de toma de decisiones y consiguientemente las posiciones en materia de políticas públicas transparentarían los conflictos de intereses.

Ahora bien, ¿cuál es la tesis central del libro? Básicamente, que mientras tradicionalmente los proceso de toma de decisiones políticas (PTDP) en las democracias de América Latina integraron poderes factuales o elementos extrainstitucionales de poder a través de distintos medios (sistemas electorales, estructuras administrativas, etc.), actualmente la normalidad institucional se articula a través del uso instrumental de espacios o agentes institucionales que conforman poderes extrainstitucionales. Es decir, hoy día los procesos legislativos o regulatorios no devienen de las negociaciones en las que se encuentran grupos de interés específicos y agencias de poder (burocracia y parlamento) en el mercado político, sino que los resultados del sistema operan al margen de dicho mercado sin filtraciones significativas, a través de redes ad hoc que se activan en determinados casos.

Pero, ¿qué explicaría este cambio radical? Según el autor la clave se encuentra en el debilitamiento de la funcionalidad del Estado en materia regulatoria y social, lo cual ha afectado el poder factual de las instancias políticas y acrecentando el poder del empresariado y los medios de comunicación.

En definitiva, el hecho que el Estado no puede subordinar o integrar “arbitrariamente” a los poderes factuales, el que el sector privado compita objetivamente con el Estado, incluso de manera autónoma a los poderes políticos; y el hecho que esta situación no sea internalizada por los agentes y sistemas institucionales, ni menos aún externalizada en el debate público, se traduce en la irrupción de un “circuito extrainstitucional del poder”.

Así, la dialéctica de los contrarios se sintetiza en un mecanismo propio, al margen de la institucionalidad de toma de decisiones, aunque no paralelo. Es decir, dado que ciertas decisiones no podrían concretarse por vías institucionales formales sería necesario este mecanismo.

En resumen, el hecho que la institucionalidad democrática ”no resuelve por sí sola y a plenitud las cuestiones que atañen a lo público” permite la ”intervención de decidores externos a la institucionalidad en la definición de determinadas políticas públicas, sin que dicha intervención tenga expresión institucional y transparencia y legitimidad social”.

¿Sería disfuncional este proceso? Según Cortés Terzi no, dado el valor instrumental otorgado a la gobernabilidad, esto es, en la medida que se la define ”como factor de crecimiento económico, de progreso social y estabilidad política”, el circuito extrainstitucional a pesar de ser irregular coopera a una mayor gobernabilidad.

¿Existe un reconocimiento de esta realidad? Al respecto el autor señala que a pesar de la densidad e importancia de este circuito, no existe un reconocimiento de éste como tal. En efecto, los análisis políticos se circunscriben a “denunciar la intromisión de estos poderes fácticos en el proceso político” en tanto alteran y ponen en riesgo los procesos institucionales y propugnan la necesidad de “mantener la pureza” de las instituciones políticas.

Frente a ello Cortés Terzi plantea que la falta de reconocimiento es el resultado de una idealización de las instituciones formales y de cierta ingenuidad de nuestra cultura criolla. En tal sentido, el problema tiene que ver con el hecho que la institucionalidad no da cuenta funcional de dichos poderes. Es decir, por una parte se sostiene que son altamente influyentes, sin embargo, por otra existe una resistencia ”a revisar la institucionalidad que rige los procesos políticos”.

Dicho en otros términos, se sigue operando con una lógica según la cual ”el poder político formalizado en las instituciones es, o debiera ser, el único en sí, y que el conflicto político se canaliza y agota en los dos momentos más importantes de la democracia: elecciones y representación”.

Como se aprecia la crítica de Cortés Terzi apunta a la incapacidad de la institucionalidad política de ver la política en su dimensión real como poder. Lo que en última instancia deriva en una visión maniquea de la relación entre poder y política, en que el primero corresponde a lo demoníaco y la segunda a lo sacro. Es por ello, entre otras cosas, que se sataniza a Maquiavelo. Es en razón de este dualismo que se proponen soluciones mistificadoras del pasado y de la democracia previa al régimen militar.

Una precisión que debe hacerse es que para Cortés Terzi el concepto de poder extrainstitucional no es lo mismo que grupo de interés o las versiones periodísticas de poderes fácticos surgidas a raíz de las polémicas al interior de la derecha. Así, el autor nos habla que los poderes extrainstitucionales refieren a funciones o relaciones de poder más que a grupos específicos con poder, de hecho el diseño de un grupo de interés, como por ejemplo grupos económicos o medios de comunicación, no están pensados ni organizados para los fines de competencia de poder político, no tienden a ser hegemónicos.

Por el contrario, los rasgos de los poderes extrainstitucionales son la competitividad en la definición de políticas de alcance público, la capacidad de decidir autónomamente sobre cuestiones que afectan a la sociedad en su conjunto, y la posesión de instrumentos que le permiten eludir o sancionar medidas adoptadas por el poder político institucional.

Lo anterior no significa que utilicen medios ilícitos, no obstante no existe reconocimiento o legitimidad social.

Finalmente, en este aspecto, los poderes extrainstitucionales a diferencia de los poderes de la política, son naturales y espontáneos y no requieren de un consenso particular para existir y manifestarse.

Dicho lo anterior, ¿cómo se expresan los poderes extrainstitucionales? El autor señala que lo hacen a través de un “circuito” en los que se hallan presentes los vínculos y agentes provenientes de tres áreas: los grupos económicos, los medios de comunicación y la intelectualidad tecnopolítica, cumpliendo esta última un rol central de mediación entre grupos económicos y gobierno.

Así, el circuito sigue lógicas transversales que no se construyen sobre sistemas conspirativos para oponerse a la institucionalidad, sino que en momentos es complementaria y colabora con el PTDP institucional. Tampoco se estructura en torno a un proyecto único de intereses, más aún se dan en un contexto con caracteres de signo ideológico distinto. De este modo, son validadas por las elites pero su actuar es oculto y denunciado por las elites políticas, dado que contradicen los postulados de la democracia demoliberal.

Algunos comentarios críticos

Después de esta muy breve síntesis de las ideas expuestas en el trabajo de Antonio Cortés Terzi, que obviamente es limitada y deja muchos elementos fuera, me gustaría realizar dos comentarios que más que críticos pretenden profundizar el alcance de algunos de los conceptos que allí se vierten.

En primer lugar, cabría preguntarse si realmente la clave para entender la emergencia del circuito extrainstitucional del poder la encontramos en la pérdida de funcionalidad de la política tradicional y de la capacidad articuladora del Estado. Dicho en otros términos ¿hasta qué punto la incapacidad de las instituciones políticas, en particular el parlamento, de responder a demandas sociales da lugar al surgimiento de este mecanismo?

Se señala esto por cuanto parecería que la naturaleza propia del ejercicio del poder exige y demanda lo extrainstitucional. Con ello no se quiere satanizar la noción de poder, en tal sentido concuerdo con la crítica que el autor hace de quienes lo conciben de tal modo, sino simplemente apuntar al hecho que el ejercicio del poder entraña intereses y deseos no revelados que en ocasiones, inevitablemente, para ser concretizados requieren de estructuras o circuitos de poder ad hoc, que no funcionan en paralelo sino ad intra del sistema institucional. En buenas cuentas, el poder por su definición nunca se expresaría en toda su realidad.

Por otra parte, puesto que la consecución de objetivos de largo plazo no necesariamente se concilia con las de corto plazo, es por lo que los PTDP demandan funcionalmente mecanismos de poder como los descritos por Antonio Cortés Terzi. Desde esta óptica, entonces, la existencia de circuitos extrainstitucionales de poder viene a ser funcional a cualquier sistema y en general a cualquier combinación de equilibrios entre Estado y Mercado. Sólo en el caso extremo de un dictador omnicomprensivo que lo conoce todo y decide solo lo que debe o no hacerse, podría decirse que no tiene sentido de hablar de extrainstitucionalidad del poder, sin embargo, allí donde los costos de tomar decisiones son crecientes necesariamente se crearán estructuras tendientes a minimizarlos, a éstas son las que llamamos circuito extrainstitucional.

Al respecto, es ello lo que sucede hoy día con las redes de contactos articuladas en torneo a “técnicos” y estrategas comunicacionales.

Así, visto el tema, la debilidad del Estado, la pérdida de funcionalidad del sistema político y la consecuente denuncia de este tipo de instancias, tienen un rol menos central para explicar el fenómeno el cual es una respuesta instrumental del ejercicio del poder y de la toma de decisiones mismas.

Un segundo comentario, tiene que ver con el énfasis que hasta cierto punto Antonio Cortés Terzi da a las constelaciones de significados. En efecto, al plantear que ciertas temáticas son las que activan el circuito, el cual opera transversalmente, no pone suficiente énfasis, precisamente en el hecho que lo que lo activa es la coincidencia de intereses, y que en definitiva ello se traduce en que la tríada empresarios-medios-técnicos, tiene sus equivalentes en otros circuitos según sea el tema. Es cierto que Antonio Cortés Terzi plantea que los imperativos de gobernabilidad y crecimiento económico, en el caso actual son los ejes centrales. Si embargo, la extrainstitucionalidad del poder la vemos reflejada en temas como el divorcio, aborto y derechos humanos, entre otros. Temas como estos activan circuitos que tienen efectos de política nacional. Es decir, a pesar de ser parciales logran activar una red específica. En este sentido, parecería que más adecuado que hablar de un circuito, el que se activaría esporádicamente, lo que tenemos en funcionamiento son unidades autonómicas que están activadas continuamente y que moderan su intensidad dependiendo de las coyunturas existentes.

En este sentido, la conflictividad es un elemento presente, si bien Antonio Cortés Terzi se encarga de señalar que el circuito extrainstitucional de poder no es un “poder unívoco, plenamente homogéneo”, dado que lo visualiza como una totalidad, no destaca su carácter conflictivo. En definitiva, la existencia de rupturas en una sociedad, las que tienen que ver con representaciones colectivas y de significados juega un papel fundamental al momento de entender el ejercicio del poder y la activación de circuitos extrainstitucionales.

En este respecto, la magnitud de las rupturas de la transición aún no permite ver ciertas conflictividades al interior del poder, pero que se encuentran latentes (laicos-religiosos, republicanos-liberales, etc.).

En definitiva, aunque Antonio Cortés Terzi describe el circuito extrainstitucional del poder como un mecanismo relacional no homogéneo, que en ocasiones no produce resultados únicos, los agentes que señala que lo componen (empresario-medios-técnicos) se presta para equívocos respecto de la conflictividad interna y diversidad de intereses.

Para terminar se debe señalar que el trabajo de Antonio Cortés Terzi, sin lugar a dudas, es desafiante, más aún constituye un modelo analítico para comprender las lógicas de poder y en tal sentido no se agota en los propios ejemplos que el autor propone, por lo que constituye, como ya señalé, una nueva hipótesis para el debate sociológico.

Notas

(1) Mills, W. La elite del poder, FCE, 1993.
(2) Bachrach, P. y M.S. Baratz. Power and Poverty, Oxford University Press, 1970.
(3) Luke, S. Power: A radical view London Macmillan, 1974.
(4) Morris, P. Power: philosophical analisis, Manchester University Press, 1988.
(5) Polsby, W.N. Community Power and political Theory, New Haven, Yale University Press, 1980.