Introducción
Los procesos crecientes de globalización económica, de internacionalización financiera, el vertiginoso avance de la ciencia y tecnología en todas las esferas de la vida social, están teniendo efectos sorprendentes en la organización de la sociedad y en las relaciones de producción, entre los cuales los cambios en los sistemas de trabajo y en la organización de la empresa, implican desafíos crecientes y complejos, que sólo con una gran dosis de innovación, cooperación y flexibilidad, nos permitirá dentarnos en ellos y dar algunas respuestas adaptativas, ingeniosas y dialogadas.
Las nuevas formas de relaciones de producción en el plano socio técnico, parecen indicarnos que el perfil actual del orden económico internacional dice relación con un nuevo tipo de implicación del papel de los trabajadores en los procesos de producción e intercambio.
Lo más interesante de las tendencias actuales en la valoración de recursos humanos, parecieran estar impulsadas por las nuevas relaciones laborales y económicas más adecuadas para enfrentar los desafíos competitivos de la empresa en el mundo actual.
Estas tendencias tienden a crecer y consolidarse y, al parecer, forman parte de una estrategia global de la economía en la búsqueda de la competitividad y la innovación y, al mismo tiempo, dar respuestas eficaces a las necesidades y problemas del hombre y sus organizaciones.
Los efectos de la globalización de los mercados en el plano de la producción y el intercambio están permitiendo a los agentes económicos la realización de negociaciones y contratos independientes de los lugares y distancia que los separan, produciendo en los hechos la paulatina superación de las nociones de comercio interior y exterior y mercado local e internacional.
Hoy enfrentamos nuevos desafíos empresariales, sociales y culturales producto de las nuevas realidades del mundo – a saber – convergencia de estilos de vida y gustos, multiculturalismo, creación de bloques comerciales, establecimiento de marcas mundiales , en donde el marketing se ha vuelto transferible de un país a otro, incremento de capitales mundiales en la propiedad de las empresas, la progresiva exigencia de una ética en los negocios y un mejoramiento de la calidad en las relaciones laborales, sumado a una conciencia mayor de resguardo del patrimonio ambiental y del equilibrio ecológico.
Estos nuevos desafíos, problemas y oportunidades están exigiendo de la sociedad toda y, en particular de la empresa, nuevas formas de organización, nuevos sistemas gerenciales y de relaciones laborales que permitan hacer frente a las nuevas realidades y contribuir a la construcción de un nuevo orden más humano, sustentable, participativo y democrático y en donde los frutos del progreso lleguen a las mayorías y se manifiesta una sociedad de oportunidades.
La nueva visión de la empresa
”Sabemos que la competitividad es y será el principal resultado por el cual la empresa se medirá en el futuro. Esta realidad ha puesto en crisis el modelo taylorista tradicional, basado en una extrema división de funciones con una organización dirigida a la producción masiva de bienes. Hoy más que nunca hay que valorizar la centralidad del trabajo humano en el desarrollo de la empresa, estando convencido de que sólo sobrevivirán y tendrán éxito aquellas que consideren la fuerza de trabajo como uno de sus más importantes activos, y que tengan la capacidad de desarrollar relaciones laborales basada en la cooperación y el diálogo”. (1)
Por otra parte, los procesos de modernización tecnológica al interior de las empresas, tienen que ir acompañados de una profesionalización de sus políticas de recursos humanos y, en general, del sistema de relaciones laborales. Es decir, avanzar hacia un modelo de gestión de empresa participativa, responsable de sus trabajadores y hacerlos responsables con estímulos a la creatividad, con mecanismos de información y consulta y con sistemas permanentes de capacitación y desarrollo.
Lo anterior conlleva, por la dinámica de los procesos económicos y sociales y por su medio altamente cambiante, a transformaciones estructurales en la empresa que le permitan respuestas oportunas, flexibles y eficaces en relación con su mercado y con la comunidad.
Estos cambios requieren modificaciones en los procesos productivos, en la tecnología de la producción, en la estructura de las organizaciones y en el diseño del trabajo al interior de la empresa, y demandan un cambio consecuente en las relaciones laborales.
Los cambios previstos – que ya están siendo crecientemente experimentados por las empresas – requieren de transformaciones que, en lo principal, apuntan hacia:
1. Organizaciones más planas. La empresa típica tendrá menos de la mitad de los niveles de administración que tiene hoy y no más de la tercera parte de los administradores.
2. Aumento de la responsabilidad en los niveles inferiores de la estructura organizacional, básicamente impulsada por la tecnología y el conocimiento especializado en la fuerza de trabajo.
3. Disminución del tamaño de las unidades de producción para un mejor control y gestión de los recursos y procesos involucrados.
4. Rediseño en la organización social del trabajo en pequeñas unidades operativas. Esto significa estimular un mayor compromiso con el proceso de producción y con la vida misma de la empresa, cuya incidencia se ve reflejada en el aumento de la productividad.
5. Evitar la excesiva especialización de los trabajadores y ejecutivos, lo que implica la polivalencia progresiva de sus conocimientos.
6. Tener equipos de trabajo autodirigidos que tengan atribuciones para definir su jornada laboral y la organización del mismo, y definir sus metas, es decir, mayor autonomía en las dimensiones centrales del trabajo.
7. Capacitación, aprendizaje y evaluación continua en la perspectiva del logro de una calidad total.
8. Introducción de nuevos sistemas de recompensas y satisfacción de expectativas para que respondan adecuadamente a las motivaciones cambiantes de los trabajadores y al aumento de la productividad del trabajo.
9. Innovación de los sistemas de gestión de los recursos humanos más basados en la cooperación, motivación, participación y autocontrol, que permitan desarrollar una cultura laboral madura, responsable y participativa.
10. Aumento y ampliación de los flujos de información a todos los niveles de la empresa, particularmente respecto del desempeño, posición competitiva, estrategia empresarial y gestión de la competencia.
En síntesis, la empresa moderna trae aparejada importantes modificaciones en la forma como se organiza el trabajo, en la concepción misma de la empresa, es decir, como una gran aventura de implicación de todos los que participan del proyecto, y en el rol del empresariado que debe asumir un papel proactivo que estimula la asociación o el compromiso con su idea empresarial por parte de proveedores, clientes y, por sobre todo, de los trabajadores, y por último, en trabajadores comprometidos con el destino de la empresa desplegando una actitud creativa, innovadora y sugerente, todo esto en un entorno renovado de relaciones laborales.
Las nuevas relaciones laborales
En el actual escenario de transformaciones y desafíos tanto productivos como laborales, hay consenso en que el llamado factor humano es decisivo para alcanzar los niveles referidos de productividad y competitividad que ahora no tiene sólo una dimensión nacional sino universal.
El reconocimiento de los derechos laborales y la legitimidad de sus demandas y movilidad social del actor trabajador, es una necesidad que debe progresivamente satisfacerse en el seno de la empresa, ya sea por la vía de la labor que desempeña, ya sea en función de la negociación o la mediación.
”Asimismo, en términos de la organización empresarial y su gestión moderna significa haber asimilado que la competitividad y, por tanto, la permanencia en el mercado está claramente determinada por la capacidad de adaptar todo su potencial a la función de extraer el máximo beneficio de los recursos humanos y materiales existentes”. (2)
El mutuo reconocimiento entre actores de la relación productiva y laboral significa transitar progresivamente de una cultura de confrontación a una de cooperación, que se caracteriza por reconocer la legitimidad de intereses en conflicto (a menudo contrapuestos), pero pueden y deben ser reconciliados en pro de los objetivos y metas de la organización.
Todo lo anterior no podría ser realidad sin que trabajadores y empresarios avancen a una mayor implicación con todo el proceso productivo y con la empresa misma, es decir, empresarios cuya característica vital es convencer, seducir, entusiasmar en torno a una idea de empresa o a una aventura común que propone y, por otro lado, trabajadores y sus organizaciones de base comprometidos en una dinámica de integración hacia un objetivo de interés común, del cual todos se benefician con una justa distribución del excedente.
La clave para alcanzar lo anterior es la educación, la capacitación y un marco regulatorio de las relaciones laborales flexible y moderno. Esto último implica que el Estado concentre más y mejor su función en la generación de condiciones que permitan relaciones de poder equilibradas entre los actores directos, implica también, que empresarios y mandos medios hagan de su gestión un modelo participativo de amplia y completa información en todos los niveles y entreguen condiciones de trabajo y remuneraciones acordes a la productividad y calidad del trabajador y, por último, que los trabajadores se comprometan con el destino de la empresa como fuente de empleo y una oportunidad para la movilidad social y a través de una mayor formación profesional realicen un mejor aporte a los frutos empresariales.
En consecuencia, un nuevo tipo de relaciones laborales al interior de la empresa, debe ser el resultado de un esfuerzo consciente y sistemático del desarrollo con oportunidades, el trato justo y digno entre los actores del proceso y un Estado activo en la fiscalización y en la generación de condiciones para resolver de manera moderna y concertada el legítimo juego de intereses en la relación laboral.
Proposiciones tentativas sobre el tema
Antes de responder a tan digno desafío es necesario aclarar la organización de las propuestas. Los niveles propositivos van de lo más general a lo más particular siguiendo un orden esquemático solamente.
1. Una visión estratégica de la organización que presupone que no existen recetas ni panaceas, que cada organización es un mundo distinto y requiere por tanto un tratamiento propio el cual debe ser fruto de un adecuado diagnóstico y pronóstico del entorno, un análisis de las fortalezas y debilidades internas de la organización y su gestión, una definición de la misión y de sus objetivos, tarea ineludible del equipo gerencial que debe ser asumida por medio de una profesionalización progresiva de la cumbre estratégica.
2. Una cultura organizacional para el cambio que responda eficazmente al dinamismo del entorno y que esté impulsada por los altos niveles directivos, que comprometa a la persona con el cambio no sólo técnico sino sociocultural.
3. El desarrollo de una gestión participativa que involucra valores y un proyecto acerca de lo que significa modernizar la sociedad y aumentar la productividad de las empresas, es decir, un modo de gestión que utiliza un conjunto de técnicas y prácticas que busca compartir la información, el conocimiento, el poder decisional y los refuerzos financieros con el fin de responsabilizar al conjunto de los trabajadores en el éxito de la empresa y mejoramiento de la adecuación entre los objetivos individuales y los objetivos organizacionales. (3)
4. Liderazgo transformacional de la gerencia que conduzca a la reorientación estratégica, definiendo un futuro positivo, energizando y desarrollando autoconfianza en sus colaboradores más cercanos.
5. Mejorar la calidad de las relaciones laborales, que no es otra cosa que la modernización de una estrategia participativa, comprometiéndose y dando prioridad a su desarrollo en un clima de colaboración abriéndose a experiencias parciales exitosas de cooperación y entendimiento entre sindicatos y gerencia.
6. Aumentar la profesionalización de la administración que significa, entre muchas otras cosas, una gestión de recursos humanos de alto nivel y competente, cubriendo os ámbitos de:
• Asesoría al equipo gerencial en comportamiento organizacional.
• Traspaso a la supervisión de tecnologías de motivación y comunicación.
• Entrega a los trabajadores de las competencias inherentes a los nuevos dominios en los cuales deberán intervenir.
• Desarrollo de un sistema de recompensas adecuado al nuevo sistema.
• Conocimiento y administración de la cultura; es decir, el dominio organizacional de los valores positivos de logro, superación, solidaridad, equidad, cooperación y aprendizaje.
7. Por último, es necesario familiarizar a los trabajadores con los factores de éxito de su empresa y su aporte al proceso. En ese sentido, hay que contar con un plan coherente de información que logre asociarlos al sistema.
Estas son, en una apretada síntesis, las tendencias que se observan en las modernas empresas y en las economías exitosas del orbe. Naturalmente el transitar hacia ellas implica un cambio de mentalidad y cultura que será gradual y que su responsabilidad debe ser compartida por todos y en especial por el empresariado y su clase dirigente, por el mayor poder del que dispone individual y colectivamente.
Notas
(1) Guillermo Pérez Veja; El concepto de trabajo en un contexto de modernización económica y cambio cultural. En “Temas Laborales”, Universidad Austral de Chile, 1994.
(2) Ibid.
(3) Sekiu, et.al 1993, Participación en la empresa, en Revista OIKOS, Facultad de Administración y Economía, Nº 4, 1997. Universidad Católica Blas Cañas.