Desde hace algunos años, la globalización se ha convertido en una palabra de uso casi habitual en la sociedad chilena. No obstante, esto no significa que el fenómeno sea conocido o que exista transparencia respecto de sus variadas connotaciones.
Actividades académicas, libros, comentarios en la prensa y alusión permanente de políticos o funcionarios de gobierno han hecho de la globalización un objeto de debates, sin que ello sea explicado o quede lo suficientemente claro en personas que poco entienden de materias que parecieran tan complicadas. No cabe duda que a esta nebulosa han contribuido los medios de comunicación-información que, sumidos en la vorágine mercantil, no destina el tiempo necesario para explicar lo que hay detrás de la llamada globalización.
Es evidente que el tema no resulta de interés en las actuales políticas informativas y que por tanto la globalización flote en un extenso mar de superficialidades y distorsiones. No está de más puntualizar en ese sentido, que la propiedad de los medios es un factor de importancia en la transmisión de valores culturales, ideológicos y políticos.
Aunque el concepto de globalización hoy es utilizado por personeros de las más disímiles visiones políticas como un hecho casi irreversible (salvo excepciones), un cometario sobre el tema supone necesariamente plantear algunos elementos ordenadores y ciertas categorías que contribuyan a esclarecer, en parte, las ideas sobre esa materia.
Distintas perspectivas
Comencemos por señalar que existen a lo menos tres perspectivas de análisis para abordar el fenómeno de la globalización:
a) Como categoría científica, esta es, como un concepto cuyo referente histórico y empírico está centrado en el largo proceso de la internacionalización económica que se observa en el período posrenacentista, y que adquirió gran fuerza después de la mitad siglo XIX como resultado de la segunda revolución industrial y la multiplicación de grandes unidades empresariales de base nacional, con los antecedentes de las compañías mercantiles de los siglos anteriores.
b) Como categoría histórica, la globalización es un equivalente a la internacionalización económica y por tanto, es un fenómeno íntimamente vinculado con el desarrollo capitalista, intrínsecamente expansivo y que tiene en a experiencia colonial e imperial una de sus más caras expresiones históricas contemporáneas.
c) Otra perspectiva es el estudio de la globalización como ideología y que es la más de moda en nuestros días, con su expresión neoliberal. Esta visión encara el extenso discuerdo globalista resumido en una “sabiduría convencional” fomentada por poderosas fuerzas e intereses, e instalándose como un paradigma montado sobre varias falencias y mitos, como que es un fenómeno nuevo, homogéneo y homogenizante que conduce a la democracia, al progreso y al bienestar del mundo. En este sentido también se difunde la idea de que a soberanía y el ámbito económico de lo nacional esa un anacronismo en un mundo interdependiente. De este “paradigma”, en el que tanto “críticos” como defensores de la inversión extranjera directa a menudo coinciden, ha sido la creencia de que se ha gestado un poderoso mercado global que rápidamente está dejando obsoletas las fronteras nacionales y que además, las corporaciones transnacionales se han convertido en un actor autónomo en las relaciones económicas internacionales.
Ahora bien, la internacionalización económica (globalización como categoría científica), con base en el análisis histórico, plantea que el actual estadio del capitalismo no muestra rupturas fundamentales con la experiencia del pasado en lo que se refiere al asimétrico contexto de poder internacional y nacional en cuyo marco ocurren los flujos comerciales, de inversión y las transferencias de tecnologías de esquemas productivos.
Sobre el tema de la globalización, el destacado ensayista y profesor universitario mexicano, Pablo González Casanova, ha logrado una muy adecuada síntesis. Al respecto sostiene: ”La globalización es un proceso de dominación y apropiación del mundo. La dominación de estados y mercados, de sociedades y pueblos, se ejerce en términos político-militares, financiero-tecnológicos y socioculturales. La apropiación de las riquezas y del excedente producido se realiza – desde la segunda mitad del siglo XX – de manera especial, en que el desarrollo tecnológico y científico más avanzado se combina con formas muy antiguas, incluso de origen animal, de depredación, reparto y parasitismo, que hoy aparecen como fenómenos de privatización, desnacionalización, desregulación, con transferencias, exenciones, y su revés, hecho de privatizaciones, marginaciones, exclusiones, empobrecimiento que facilitan procesos macro sociales de explotación de trabajadores, hombres, mujeres y niños. La globalización se entiende de una manera superficial, es decir, engañosa, si no se vincula a los procesos de dominación y de apropiación”. (1)
Precisamente, la superficialidad con la que se promueve y difunde la globalización como fenómeno “de moda”, justifica y hace predominar un tipo de discurso que Karel Kosic llamó el “velo de lo aparencial”.
La globalización, restándole su connotación de concepto de modas moda o light, es para el autor Octavio Ianni, un fenómeno que no elimina ni las desigualdades ni las contradicciones que constituyen una parte importante del tejido de la vida nacional y mundial. Por e contrario, asevera que ese fenómeno desarrolla unas y otras, recreándose en otros niveles y con nuevos ingredientes.
Sobre el tema Ianni postula que la sociedad de consumo, práctica inherente a la globalización como expresión del capitalismo, privatiza las aspiraciones sociales y las centraliza en el hogar, entre la tecnología como la televisión, los videos, los celulares, el computador, etc.
Medios globalizados
Con cierto grado de precisión se puede afirmar que en la década de los 80, las políticas del neoliberalismo, decididas por los centros de poder financiero y que han pretendido alcanzar la eficiencia económica han contado con un grupo instrumental de gran potencia: los medios de comunicación-información. Sobre esa base el capitalismo salvaje y su faceta globalizadota se han escudado en nociones tan vagas como la de “modernidad” o la de “sociedad tolerante”. Sin embargo, en Chile y en América Latina los resultados han sido contrarios a lo originalmente planeado. ¿Para qué país hoy no es común hablar de concentración de la riqueza, desempleo, marginación y monopolización de los medios informativos?
No obstante lo anterior, en la búsqueda de una legitimación de las teorías neoliberales, el rol asumido por intelectuales, funcionarios de gobierno y empresarios ha sido de no menor importancia.
”Paradigma” globalizador
Establecido este marco general, se puede afirmar que en nuestro país el discurso sobre la globalización ha estado más ligado al plano ideológico que a la explicación seria de los ámbitos históricos y económicos. Se tiende a la promoción y difusión de la globalización como supuesto paradigma universal e inexorable, del que se destacan sólo beneficios.
Durante su mandato, el ex presidente Frei Ruiz-Tagle ya utilizaba el término de Mc Luhan, de la “aldea global” para explicar ciertos momentos del acontecer informativo.
En otras ocasiones el ex ministro Secretario general de Gobierno durante la misma administración, José Joaquín Brunner, manifestaba que ”las nuevas condiciones de operación de las sociedades – en torno a la información, el conocimiento y, en general, las industrias de mensajes – están cambiando rápidamente en formas colectivas de producir, comunicarse y vivir”. (2)
En esa exposición expresaba que ”como país somos parte, aunque a veces nos parezca que sólo de una manera periférica, refleja y heterónoma, de un cambio histórico decisivo: el paso de unas sociedades de información escasa a una sociedad global de las comunicaciones cuya productividad gira crecientemente en torno a la educación y sus innovaciones científico-tecnológicas”.
En su discurso globalizador el ex ministro Brunner afirma que en el terreno de las políticas públicas, el desarrollo socio-económico y de la organización de la democracia, la información desempeña un papel central. Condiciones para ello – puntualiza – son:
a) garantizar la más amplia libertad de expresión, condición para una convivencia libre y para el intercambio libre de las ideas;
b) promover la libre circulación de la información depositada en palabras, datos, impresos, tecnología y personas…;
c) impulsar un régimen abierto y competitivo para los medios de comunicación…; y
d) asumir el desafío de extender las oportunidades de acceso y la participación en los flujos de información y en los procesos de comunicación, condición para el desarrollo económico, político y cultural de la sociedad.
Pocos años antes, durante e gobierno de Patricio Aylwin, el Director de la Secretaría de Comunicación y Cultura, Eugenio Tironi, hoy próspero empresario, promovía una política comunicacional, que en definitiva, exacerbaba el monopolio de los medios de comunicación, privatiza los pocos medios pluralista que sobrevivían y promueve con entusiasmo que el gobierno ni siquiera regule o sostenga una línea de comunicación que informe de su propia gestión. Aunque en ese momento se consideró que no existía una política comunicacional, en realidad la verdadera política se estableció en función de una supuesta integración de Chile a un mundo globalizado cuya expresión neoliberal en nuestro país se extendía a los medios de comunicación.
Poca transparencia
Los discursos poco esclarecedores y políticas de comunicación que no hacen más que mantener y promover el mercado como elemento regulador de todas las expresiones de la sociedad chilena, ha sido en definitiva una constante en personas que han integrado los gobiernos de la Concertación.
Ejemplos de esta afirmación existen muchos. Sin embargo, citaré sólo uno que resulta sorprendente en alguien que también se encargó de la Dirección de la Secretaría de Comunicaciones y Cultura del gobierno de Frei Ruiz-Tagle. Hace pocos días el sociólogo Pablo Halpern, aparece asumiendo el decanato de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad del Desarrollo. Esta institución privada, que cuenta con el patrocinio de Joaquín Lavín, Hernán Büchi y Cristián Larroulet, entre otros, proyectará la creación de un centro de estudios de las comunicaciones “orientado a generar investigación académica aplicada a la industria de los medios y los avisadores”.
El mismo día que se dio a conocer la información anterior, en un artículo firmado por Halpern en el diario El Mercurio (Cuerpo D, 8 de noviembre), éste expresa que es imperativo “optar entre la promoción de políticas públicas que privilegian decididamente el crecimiento versus otra de carácter redistributivo”.
El ex encargado de las comunicaciones del gobierno de Frei agrega que es necesario “elegir entre una agenda modernizadora, que se hace cargo de las transformaciones de una sociedad globalizada, versus otra anclada en la llamada tradición progresista que no logra actualizar los ideales de igualdad y equidad.”
La Concertación tendrá que decidir – según Halpern en su artículo – “entre mirar a la sociedad confiando en capacidad generadora de las personas y de las empresas o contemplar al país desde el Estado, fortaleciendo sus facultades regulatorias.”
Resulta oportuno recordar que, consecuente con sus visiones privatizadoras, pro empresariales y neoliberales Pablo Halpern liquidó en 1994 los pocos servicios informativos que proporcionaba el gobierno en turno a través de la Secretaría de Comunicaciones y Cultura.
Para este sociólogo los medios de comunicación constituyen una industria que debe ser regulada por el mercado.
Finalmente debemos precisar que las afirmaciones de ex encargados de las comunicaciones de los dos primeros gobiernos concertacionistas contribuyen a precisar las líneas que se han seguido en materia comunicacional y sirven como referencia inmediata para observar como se configura un discurso que tiene tras de sí o en el que subyacen políticas que responden a un modelo de sociedad cuya expresión ideológica es el neoliberalismo.
Difícil ha sido hasta hoy fortalecer la democracia, la participación en las comunicaciones, evitar la monopolización de los medios y promover la cultura, como lo proponían los gobiernos de Frei y Aylwin, cuando las visiones sobreideologizadas del mercado ubican a la sociedad chilena como parte de una poco explicada globalización. Se imponía la distorsión y o aparente por sobre la contradictoria realidad.
Notas:
(1) Los indios de México hacia el nuevo milenio. Diario La Jornada, 09/09/1998, pág. 12.
(2) Comunicación y Democracia, Nº 3, Santiago, Diciembre 1994.