Durante el curso de los últimos meses el PS ha desarrollado un intenso debate interno, motivado principalmente por la realización de una Conferencia de Organización que debería dar cuenta de las necesidades de adecuación del instrumento partidario a los nuevos contextos político-sociales que vive el Chile de hoy. Y es justamente en esta necesidad donde comienzan las dificultades para cumplir con el objetivo: ¿Cómo imaginar el tipo de organización que el PS requiere sin tener claridad sobre cuáles son los objetivos políticos que éste se plantea para el período que se abre?
La intención de este artículo es poner énfasis en el hecho de que parte importante de las dificultades que hoy enfrenta el PS están radicadas en su deficiente conocimiento de la realidad que lo rodea. El PS requiere de un instrumento que le facilite y acelere su proceso de conocimiento y reinterpretación de la realidad que pretende cambiar o conducir.
Diagnóstico: una estabilidad poco alentadora
Tanto en su capacidad de conducción política general, como en sus rendimientos electorales, el PS muestra un rendimiento mediocre. Desde un punto de vista general, este fenómeno está sustentado en la ausencia de un relato común general que dé cuenta de la visión que el PS tiene de la sociedad chilena actual. Esta ausencia de diagnóstico hace que no exista una “clave interpretativa” de la realidad, lo que produce el desdibujamiento de los horizontes de sentido y por tanto se ausentan los objetivos políticos de sentido estratégico que logren establecer una mayor empatía con la ciudadanía. (Ausencia de visión de futuro).
Al no expresarse claramente los objetivos estratégicos de la organización, la acción (pública y/o privada) de dirigentes y militantes se transforma en una serie de actos aislados, sin que ello pueda ser transmitido como una acción colectiva que construya un perfil público particular y claramente identificable, que potencie mayores índices de adhesión ciudadana.
Esta ausencia de intencionalidad, sumada a un contexto marcado por la responsabilidad ineludible del PS de aportar con sus capacidades a la gestión del aparato público, tiende a potenciar como función principal del partido la mantención del orden y la administración. Se potencia lo que podemos distinguir como una casi exclusiva centralidad del PS en los asuntos de gobierno, una suerte de “gobiernocentrismo”, lo que hace que su perfil representativo quede subordinado a sus componentes sistémicos y funcionales.
Se hace urgente la imposición de objetivos propios vinculados a la acción representativa y socializar la antigua noción de línea política, que no es otra cosa que la subjetividad propia (relato común general) que el PS intentará poner en juego en cada una de sus acciones.
Es urgente entonces hacer explícito cuáles son los componentes de este relato común general que debe dar coherencia al accionar del PS.
En lo particular, este fenómeno de ausencia de intencionalidad política se traduce hacia la organización del PS en una suerte de anomia. La organización partidaria pierde sentido de trabajo propiamente político y se convierte en un espacio de simple transacción de cuotas de poder y conflictos internos. Es decir, la dinámica de funcionamiento orgánica del PS está marcada a fuego por la acción internista y deja de lado su preocupación por establecer mecanismos de trabajo en lo social.
Podemos afirmar que el PS no está cumpliendo a cabalidad las funciones propias de un partido político. Si afirmamos que un partido tiene como aspiración principal la de conquistar legítimamente espacios de poder en sus diversas expresiones (Estado, sociedad civil, espacio público, etc.), ello implica desarrollar la capacidad de proveer cuadros preparados y eficientes para dicha función. Se hace urgente profesionalizar la acción política del PS.
A modo de resumen, la principal falencia actual del PS está radicada en su componente cognitivo o de reflexión, que ilumine y dé intención clara a su acción política que aparece demasiado centrada en la administración del orden existente.
Los objetivos, clave para la conferencia
Para iniciar un proceso de cambios, el PS debe cumplir con tres tareas principales. Primero, debe anclarse en un diagnóstico acabado y compartido de la sociedad chilena contemporánea. Es imposible constituir una voluntad política nítida sin poseer un diagnóstico común y que dé cuenta de las nuevas estructuras y dinámicas que caracterizan la sociedad chilena del siglo XXI. Por otra parte, el PS debe seleccionar los componentes centrales que sustentarán el Relato Común General o Línea Política que se haga cargo de su acción política. Una vez esbozado un horizonte de sentido, todo partido debe ponerse metas a cumplir que sean concordantes con la voluntad política que se desprende de su diagnóstico socio-político, de no ser así, su acción puede quedar restringida a la mera investigación. Diagnóstico sin intervención no es acción política. Finalmente, el PS debe profesionalizar su acción política, para que de ese modo pueda gestionar adecuadamente sus recursos simbólicos y materiales a fin de asumir correctamente un diagnóstico social actualizado, construir la consecuente línea política e implementar su acción con coherencia y eficacia.
Las áreas básicas de trabajo partidario
EL CONTENIDO: leer el MALESTAR social como asintonía entre REPRESENTACION (subjetividad social) y GESTION SISTEMICA (sistemas funcionales)
La acción política tiene como uno de sus componentes básicos la selección de herramientas para el eficiente ejercicio del poder. Para ello se requiere de un juicio claro del contexto socio-económico sobre el que se dispone a implementar cambios o a crear recursos para su mantención. De la gran variedad de alternativas metodológicas y visiones ideológicas circulantes en la actualidad, a continuación se recogen tres “grandes problemáticas” que se relacionan de modo armónico con la tradición progresista del PS y el diagnóstico que acabamos de entregar.
Características del cambio global
El PS no puede pararse en la realidad social sin haber asumido conscientemente que la globalización no es una simple estrategia de ciertos sectores sociales, sobre la cual uno puede tener una actitud de aceptación o rechazo. En este sentido, como lo describe Castells, la “Globalización no es sinónimo de internacionalización. En sentido estricto es el proceso resultante de la capacidad de ciertas actividades de funcionar como unidad en tiempo real a escala planetaria.” Y ello marca a fuego las actuales tendencias del desarrollo histórico y social y debe estar en la voluntad del PS la exigencia de contar con los instrumentos para acceder a gobernar estos cambios que son inevitables.
Como todo proceso histórico, la globalización presenta desafíos y oportunidades. El PS debe ser capaz de entender claramente cuáles son los peligros que este arrastra y sobre todo, saber identificar cuáles pueden ser sus ventajas y cuáles son los factores que los posibilitan o impiden. Es por ello que como lo afirma Lechner, “todo proceso de cambios implica oportunidades y riesgos. La sociedad global no es un orden autorregulado que de manera espontánea produzca sus estados de equilibrio social. Hay que producir el orden, encauzando su permanente transformación: para evitar que los procesos de transformación avancen a espaldas de la sociedad, hay que gobernar los cambios”.
Características de la modernización chilena
El desarrollo de Chile en la última década ha sido exitoso tanto en el campo económico como en el social. El país ha conocido una profunda modernización de todos sus sistemas funcionales. Sin embargo, nuestra sociedad presenta una paradoja: junto con estos notables éxitos de la modernización existe un difuso malestar social. El buen desempeño de los indicadores macroeconómicos y macrosociales no conlleva necesariamente un sentimiento de seguridad en la población.
Existe una escisión entre modernización y subjetividad como dos procesos autónomos, inconexos entre sí. El contexto político institucional, construido sobre el principio de proteger la democracia de los excesos de la representación, contribuye a la instalación de esta escisión como rasgo permanente de la sociedad chilena. La primacía del principio del orden por sobre el de la representación (y no su sano equilibrio) se establece como un eficiente mecanismo institucional que incentiva el distanciamiento entre las lógicas propias de los actores sociales y los actores institucionales y sistémicos.
El impacto biográfico de las grandes transformaciones estructurales vividas por la sociedad chilena no genera sentidos de pertenencia o seguridad en la mayoría de la ciudadanía. Los procesos de reforma son percibidos como lejanos y carentes de sentido subjetivo para los directamente afectados. Se ha consolidado (por razones variadas que van desde los estilos de liderazgo hasta el contexto político-institucional) una suerte de iluminismo tecnocrático.
La respuesta a este fenómeno que pretenda éxito en el largo plazo debe basarse sobre la estrategia de la complementación entre modernización y subjetividad. “Todo proceso de racionalización está impregnado de las tradiciones valóricas, suposiciones cognitivas y motivaciones afectivas (necesidades antropológicas) de la gente. La cultura representa un “límite crítico” para la modernización, una especie de mínimo que ha de ser respetado so pena de provocar un bloqueo. Ni la subjetividad es totalmente moldeable ni tampoco los sistemas.
Ausencia de proyecto nación (lo simbólico)
Chile entró definitivamente en una nueva fase de su desarrollo. Ello significa que es imposible un retorno al pasado, es decir, las nuevas dinámicas sociales ya cambiaron la percepción que tienen los sujetos de su inserción en la sociedad. Sin embargo, ello no implica que exista un modelo único para el futuro. Como lo afirma el último informe del PNUD Sobre Desarrollo Humano, la capacidad de imaginar colectiva y públicamente el futuro deseado para este nuevo Chile es la condición básica para la constitución de redes de acción colectiva y apropiación subjetiva del futuro. Una sociedad es capaz de adueñarse de su destino cuando sabe pensar el futuro.
Actualmente es imposible reconstruir formas de solidaridad social sin “rehacer la nación” en cierta forma; es decir, sin actualizar la base cívica sobre la cual se asienta el reconocimiento de una deuda social mutua. Para ello hay que evitar dos peligros: la disolución silenciosa del lazo social y la exaltación artificial de un pueblo imaginario. (Rosanvallon)
LA INTENCIONALIDAD: acoger y movilizar los deseos de cambio donde la subjetividad importa y cuyo objetivo es dotar de sustentabilidad social (legitimidad) a las reformas de la modernización.
Una vez identificados los rasgos fundamentales de la realidad donde se desea actuar, el actor político debe identificar los componentes de la subjetividad (voluntad política) con la que desea intervenir en ella.
• Explicitar la voluntad de cambios estructurales. La exitosa estrategia implementada por la Concertación durante sus 13 años de existencia ha cumplido su ciclo natural. Logró la recuperación democrática y le dio gobernabilidad. Ello implicó subordinar a los desafíos de gestión eficiente la voluntad de cambio que le dieron origen. La posibilidad de revitalizar la alianza y con ello la acción del PS en la sociedad, radica en resaltar su voluntad de realizar ajustes estructurales al modelo.
No es lo mismo abordar el tema de las reformas constitucionales desde el mérito del sistema binominal, que hacerlo teniendo en consideración los principios inspiradores del tinglado institucional consagrado en la Constitución del 80. Lo mismo puede aplicarse al proceso de reforma del Sistema de Educación Superior. No es lo mismo abordarlo desde la óptica de cómo se soluciona el problema del financiamiento, que hacerlo desde la perspectiva orientada por la lógica general de gestión que está presente en el cuerpo legal que ordena actualmente el Sistema de Educación Superior en Chile.
• Identificar, movilizar y vehicular la subjetividad social (escuchar). Desarrollar la capacidad del Partido Socialista de estar en contacto con la subjetividad ciudadana y recoger la visión y el impacto que las medidas de acción estatal tienen en la gente. Del mismo modo, en esta condición debe fundarse su capacidad de representar. No basta con pensar las reformas desde una impecable lógica técnica si ello tiende a excluir los modos de impacto subjetivo que dichas reformas tendrán.
• Procesar la subjetividad en cambio responsable y efectivo (traducir). Todo actor político tiene como referencia principal el sistema de gestión del poder. Por ello es necesario no sólo movilizar la subjetividad pura de la ciudadanía, sino que el Partido Socialista debe ser capaz de reelaborar estas percepciones subjetivas en decisiones políticas con impacto en la gestión del Estado. El concepto de elaboración programática y la planificación de políticas públicas es donde se encarna la capacidad de traducir y conducir de una organización política. La mera denuncia de problemas sociales no permite cumplir con los desafíos de un partido político.
• Nueva Matriz de Acción Pública/Política (actuar). Siendo coherente con el diagnóstico elaborado, el Partido Socialista debe ajustar su tipo de acción a la matriz de incorporación de la subjetividad. Los desafíos internos de este punto se relacionan con el rediseño del instrumento partido (punto siguiente). En cambio, en el componente externo o público, ello requiere involucrar a la militancia y a la elite partidaria en una nueva forma de entender la relación Estado Sociedad Civil.
Ello significa dejar de entender la acción pública como un proceso de mera transferencia de recursos (materiales y simbólicos) desde el Estado y el partido hacia la ciudadanía, donde priman los factores de poder por sobre los de participación y representación. El desafío actual es comprender la acción estatal y pública en general, como un proceso compartido por los actores involucrados, donde se identifica conjuntamente el problema y colectivamente se imaginan y construyen soluciones posibles. El desafío del nuevo perfil del accionar del Estado y los actores políticos es eminentemente cognitivo, es decir, incorporar la subjetividad al proceso de planificación e implementación de políticas públicas.
EL INSTRUMENTO: profesionalizarlo para hacerlo eficiente tanto en su objetivo de construcción del orden, como en su deseo de movilización de subjetividades sociales.
Para conquistar espacios de poder, un partido necesita de un programa sustentado en el conocimiento de las demandas sociales y por tanto requiere una red de sensores que le permitan conocer la subjetividad de la ciudadanía que pretende representar. Por otra parte, esta condición le impone tener la capacidad de agregar dichas demandas en un relato coherente, de pretensiones universalistas, que cubran las necesidades de la nación en su conjunto. No es mera correa de transmisión de la subjetividad, ni tampoco mero administrador de poder.
• Crear sensores: lo que significa transparentar y flexibilizar la estructura de funcionamiento del Partido Socialista que le permita establecer mayor diálogo con la sociedad. “La ciudadanía opera como una especie de “convertidor” que traduce las aspiraciones de las personas y sus recursos asociativos en acción política” (PNUD 2000). El PS no puede estar al margen de dichas potencialidades si quiere volver a representar.
Es necesario colectivizar la acción del partido. Ello implica funcionar teniendo como unidad básica un colectivo sensible y transparente y con ello extraer el poder de decisión interno de individualidades legitimadas desde lo alto. Ello es aplicable a cada instancia de funcionamiento y toma de decisiones.
• Establecer umbrales protectores: la acción del PS debe estar orientada a la generación de condiciones para la participación y la representación. Ello a nivel micro implica pensar la acción política militante como un acto que entrega herramientas para la legitimación de la acción colectiva informada y con sentido público. A nivel macro implica el desafío programático de pensar una red de protección que nivele las posibilidades de ejercicio de la ciudadanía. “Se aprecia que el grupo socioeconómico alto dispone de bastante más capital social que los demás. La acumulación de capital parece ser desigual. Este desequilibrio social podría reforzar el económico” (PNUD 2000).
• Recrear el instrumento: los desafíos del trabajo complementario en lo social y lo sistémico ponen mayores y distintas exigencias que las que hoy tiene el PS, más bien centrado en lo último. El trabajo en lo social requiere mayor empeño institucional.
• Funcionamiento: separar las instancias de gestión (directiva, Comisión Política) con las de representación y debate (Comité Central), complementando las primeras con cuerpos de apoyo técnico y administrativo y dándole a las segundas las facultades de legitimación de las primeras (principio de parlamentarización de las estructuras internas del PS).
Las instancias de constitución de cuerpos ejecutivos deben estar acotadas en el tiempo, posterior a este acto de legitimación, este cuerpo debe tener autonomía para la gestión, quedando su evaluación radicada permanentemente en instancias colectivas de representación, que se deberán reunir de modo periódico.
El cuerpo asesor técnico debe ser institucionalmente dependiente de los órganos ejecutivos. Debe ser de carácter permanente y contar con la calificación técnica y los recursos indispensables para su funcionamiento. De ser posible, a nivel central se deberá crear un centro de investigación que alimente de insumos a la estructura de toma de decisiones y planifique la imagen pública del Partido Socialista. Especial cuidado debe ponerse en la planificación estratégica de las apariciones públicas de los cuerpos ejecutivos del partido, principalmente a nivel nacional.
El cuerpo administrativo debe ser de carácter permanente y estructurado considerando la estructura de funcionamiento territorial y funcional del PS a nivel nacional.
• Comunicaciones: instalar al PS en el uso intensivo de las tecnologías de comunicación e información. Hoy es posible asegurar la comunicación eficiente de temas de debate, compartir materiales de trabajo e informar a la militancia a través de la implementación de una red nacional institucional del PS que no esté asociada a personas, sino que tenga un correlato institucional.
• Formación y Capacitación: las exigencias del trabajo en lo social y en lo sistémico requieren de habilidades que hoy están abandonadas en el PS. Por ello es necesario adosar al trabajo de asesoría técnica que se requiere para el PS, un órgano con recursos que, aprovechando la producción programática, sea capaz de entregar herramientas teóricas y prácticas a la militancia para desempeñar sus funciones de mejor manera.