Teodoro Petkoff, es uno de los hombres respetados en la izquierda latinoamericana, pero muy ajeno a “ese falso izquierdismo” – como lo llamó hace unos años – “que termina por ser muy reaccionario, y que consiste en darle respuestas simples y estereotipadas a problemas tremendos y muy complejos; que puede despachar fenómenos como el de la globalización y el capitalismo del siglo XXI, repitiendo las primeras páginas del Manifiesto Comunista”.
En los años 60 fue parte de la guerrilla venezolana, luego bajó del monte y se integró a la vida política siendo fundador del Movimiento al Socialismo (MAS). Crítico de COPEI y AD, esto es, de la Democracia Cristiana y la Social Democracia, fue candidato presidencial de la izquierda y a finales de los 90 influyente ministro de la segunda administración de Rafael Caldera, donde dio racionalidad económica a un gobierno que no la tenía. Abandonó el MAS cuando éste apoyó la candidatura de Hugo Chávez Frías. Elegido el ex militar, se ubicó en la oposición, creando el vespertino Tal Cual, un periódico de pocas páginas y mucha influencia.
En la complicada y “loca geografía” de la oposición a Chávez, Petkoff es reconocido como opositor duro, franco y directo, indubitadamente demócrata, ajeno a los devaneos golpistas de una parte de la oposición al chavismo. Los editoriales de Tal Cual son lectura obligada de los líderes de opinión venezolanos y hoy el nombre de Petkoff circula como uno de los candidatos con que la oposición debiera enfrentar la candidatura presidencial de Hugo Chávez en el año 2006.
La izquierda según Petkoff
Petkoff ha dado a conocer en estos días un libro que procura ser un análisis de la actual izquierda latinoamericana (??Dos Izquierdas??, Caracas, Alfa Grupo Editorial, junio 2005) que en su país se vende como pan caliente y que, es probable, no llegue a Chile. Presentamos algunos de sus principales conceptos, por considerar que aluden a temas relevantes para la política chilena y latinoamericana. Las ideas aquí incluidas son suyas y en honor a la brevedad no haremos referencias bibliográficas. Algunos párrafos muy destacados se citan entre comillas; otros no, aunque se salva enteramente su sentido.
Petkoff parte por reiterar una constancia: hoy América latina ha girado hacia la izquierda, como lo muestra la presencia de gobiernos de ese signo en Cuba (Fidel), Chile (Lagos), Brasil (Lula), Guyana (Bharret Jagdeo), Uruguay (Tabaré Vásquez), Argentina (Kirchner), República Dominicana (Leonel Fernández), Venezuela (Chávez), Ecuador (Palacios), Panamá (Martín Torrijos), Paraguay (Duarte). A ello habría que agregar que en Nicaragua, el sandinismo es una opción de poder; en El Salvador el FMLN, con Schafick Nadal, es la mayor bancada parlamentaria y ganó la mayoría de las municipalidades; en Bolivia el MAS, con Evo Morales, es la primera fuerza política del país; y en México, quien actualmente lidera en las encuestas es el izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
La variedad
Pero hay que tener cuidado hacer de todos estos movimientos una unidad. Así como en la derecha hay un amplio espectro que va de Hitler a Churchill, hay también en la izquierda otro que va de Stalin a Tony Blair. En términos gruesos, nos dice Petkoff, hay en América latina dos izquierdas, una que tiene como sus exponentes más significativos los gobiernos de Lagos, Lula, Kirchner, Vásquez y con un perfil más bajo a Fernández, Torrijos y Jagdeo. La otra la encabezan Fidel y Chávez y a los que habría que agregar, al menos, a Evo Morales y Schafick Nadal.
La izquierda de Lula y Lagos (por llamarla de alguna manera) tiene una larga tradición de lucha contra las dictaduras y ha abandonado no sólo el modelo de los “socialismos reales”, sino también los infantilismos de izquierda del tipo leninista, maoísta o fidelista. Además ha asumido que los valores y la práctica democrática son un requisito sine qua non de todo proyecto progresista verdadero. Ellos aspiran a un reformismo avanzado, que hace compatibles la transformación de la sociedad con el desarrollo económico con equidad y con el fortalecimiento y profundización de la democracia.
Esta izquierda no quiere naufragar ni en la inflación ni en el estancamiento económico: el mal manejo de la macroeconomía puede tomarse terribles venganzas en contra de los que olvidan sus reglas como ocurrió y pensamos que tiene en mente los casos, entre otros, de Alan García en Perú, Alfonsín en Argentina, los sandinistas en Nicaragua, tal vez el propio Salvador Allende en Chile. Tampoco, esa izquierda quiere verse sumida en la dictadura totalitaria como mecanismo de control social una vez que la economía se va a los perros y que lleva a un círculo vicioso, como en la experiencia cubana, donde a mayor fracaso económico mayor autocratismo dictatorial.
Una izquierda “viable”
Petkoff – ¡qué duda cabe! – se considera parte de esta izquierda nueva a la que considera atravesada por una tensión entre su idealismo y un sentido pragmático que la obliga a una percepción realista del entorno en que actúa. Es en esta izquierda moderna, con los pies en la tierra, donde descansa la perspectiva de cambios sociales de avanzada, sustentables y perdurables que permitan caminar hacia “una sociedad de justicia y libertad”.
Lula – juzgado más allá de sus actuales dificultades – es parte importante de esta izquierda moderna, situación que ha logrado tras un largo caminar en el que sufrió una triple metamorfosis. La primera, que “fue dejando de ser un partido de clase para devenir, cada vez más, en un partido nacional, nutrido de sectores populares y de la clase media, amén de los obreros organizados y de una brillante elite intelectual y cultural”.
La segunda, es que supo asimilar como corrientes internas a grupos provenientes de la vieja izquierda (marxistas-leninistas, trotskystas o fidelistas) a los que metabolizó para transformarlos en corrientes internas de un partido socialdemócrata.
Y tercera, un partido que antes de ganar el gobierno fue preparándose al hacerse cargo de la administración de varias gobernaciones estaduales y de la administración exitosa de algunas alcaldías que eran las más grandes del país. Por esa vía, dice Petkoff, fueron aprendiendo la diferencia entre encabezar manifestaciones populares pidiendo acueductos para las favelas y el tener que construirlos. Han aprendido a gobernar y conocen bien los límites del voluntarismo. Al PT de Lula lo ubica lejos “del infantilismo izquierdizante que concibe los procesos de cambio social como confrontacionales a troche y moche (agudizar las contradicciones, según la vieja jerga leniniana, o sea, mientras peor mejor).
El error de Allende
Respecto de la izquierda chilena -a quien sé Petkoff tiene en alta estima – no es mucho lo que dice, tal vez porque la fuerza de su experiencia es anulada por la poca significación de Chile como poder geopolítico en la región. Sin embargo hace una crítica válida y corajuda: “uno de los más trágicos errores de la experiencia allendista fue abroquelarse en su 36% e ignorar la significación de una Democracia Cristiana que había perfeccionado con su voto en el Congreso la elección de Allende y que habría proporcionado el necesario factor de estabilidad. Era imposible en la democracia, en el caso chileno, asegurar la gobernabilidad con sólo un tercio del país detrás y jaqueando a los dos tercios restantes con las prácticas y el discurso ultroso”.
Claramente Petkoff cree que una izquierda moderna es una capaz de conformar coaliciones mayoritarias que aseguren gobernabilidad.
La izquierda que no aprende
Lejos de esta izquierda moderna está “la izquierda borbónica”, esa que “como los Borbones no aprende ni olvida”. Su principal mentor es Fidel Castro a caballo de una revolución esclerosada, cuyo gran mérito es haber sabido sobrevivir frente a la agresión norteamericana. En lo demás “no hay nada rescatable en el modelo cubano. Un buen sistema educativo o un buen sistema de seguridad social y salud pública o un deporte sobresaliente (que, en fin de cuentas no necesitan de una revolución para ser creados) no tienen por qué pagar el tremendo costo que ellos han significado para los cubanos en términos de derechos humanos, de libertades y de condiciones materiales de vida”.
Petkoff cree que en el último tiempo esta izquierda borbónica ha recibido un nuevo impulso con el confuso “bolivarianismo” de Chávez, que muestra una capacidad expansiva que la revolución cubana perdió hace rato. El chavismo es un híbrido que lo nutren factores como un militarismo nacionalista, restos del naufragio marxista-leninista, el mito bolivariano (una suerte de religión laica venezolana) y resonancias del fidelismo “sesentoso”. El resultado es un gobierno esencialmente personalista, con fuertes rasgos militaristas, mesiánico, caudillista y autoritario.
El discurso de Chávez ha ido variando desde el “humanismo” con una fuerte recurrencia a la imaginería cristiana, hacia el antineoliberalismo y el anticapitalismo, para llegar ahora a la propuesta de “inventar el socialismo del Siglo XXI”. Chávez nada entre dos aguas. Por un lado dice ajustarse a la democracia (de hecho ha ganado siempre en elecciones libres) y Venezuela conserva la existencia de partidos políticos, sindicatos libres, medios de comunicación opositores; pero, por otro, ha ido minando la estructura formal de la democracia mediante una práctica cada vez más autocrática que ya le ha dado el control total del Poder Ejecutivo, el Parlamento, la Corte Suprema de Justicia, el Consejo Nacional Electoral, 22 de 24 gobernaciones.
Más control aún
Este mes, en las elecciones del pasado día 7 – comicios que son crecientemente cuestionados por la oposición, debido al control que el gobierno tiene del aparato y tribunal electoral, como por el uso de máquinas que impiden la transparencia de los escrutinios – pasó a tomar posesión abrumadora del poder municipal; y en las elecciones parlamentarias de diciembre de este año todo indica que obtendrá los dos tercios de la Asamblea Legislativa y con ello la posibilidad de ejercer sin contrapesos el Poder Constituyente.
Chávez está comprometido en un populismo distributivo extremo hecho posible el alto precio del petróleo y sobre el que funda un discurso agresivo contra los ricos y poderosos. Él implementa un sinnúmero de programas sociales, “las misiones”, algunos de indiscutible validez intelectual, pero muy pobremente implementados, arbitrarios, sin controles y regulaciones lo que los está haciendo presa del favoritismo y la corrupción.
Concluye Petkoff en que la instrumentalización del resentimiento social, el atemorizamiento innecesario de la clase media, la ineficiencia administrativa, el conflictivismo permanente, la segregación política y social de sus opositores y la corrupción rampante cuestionan la viabilidad del chavismo como proyecto de transformación social profunda y han estancado su expansión interna.
El caso boliviano
La visión del MAS de Evo Morales – éste, unido a Chávez por lazos públicos y notorios – es matizada. Reconoce en él una expresión política autónoma de la población indígena que abre puertas a un proceso de inclusión social y política. Estima comprensible que tenga un “sarampión” radical en alguna de sus posturas producto de siglos de opresión sometimiento y humillación, pero serán los tiempos próximos los que dirán “si el MAS logra trascender el etnicismo y realizarse como una fuerza que asume de modo integrador la diversidad étnica de la sociedad, a la manera como lo hizo el Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela, o si quedará atrapado en el indigenismo, cristalizándose así una peligrosa fractura racial en la sociedad boliviana, con consecuencias impredecibles en un país tan complejo y complicado como Bolivia preso de tendencias centrífugas que amenazan su propia integridad territorial”.
El sandinismo tiene una tensión entre una facción mayoritaria que es militante de la izquierda borbónica, encabezada por Daniel Ortega – el “Danielismo” – que vive un acentuado proceso de descomposición ética y política y otros elementos, hasta hoy minoritarios, que calzan en la izquierda moderna, pero que han sido purgados de la organización, como Sergio Ramírez y, más recientemente, Herty Lewites, el popular ex alcalde de Managua y probable candidato presidencial.
En El Salvador, una candidatura sectaria como la de Shafik Nadal, secretario general del Partido Comunista, fue un regalo de los dioses para la declinante derecha de ese país, limitando las posibilidades de la izquierda de crecer hacia el centro. Hacia el futuro la izquierda enfrentará un dilema de hierro. O continúa bajo el control de los apparatchiki comunistas en cuyo caso su horizonte es la decadencia; o se abre un planteamiento más abierto y moderno lo que tal vez le conduzca al poder.