Sección: Internacional: Reordenamientos y transiciones globales

Propuestas políticas para un nuevo rumbo en América Latina

Sergio Bitar*

AVANCES Nº 35
Septiembre 1999

La Fundación Jean Jaures contribuye con este seminario a expandir el espacio de reflexión con el mundo progresista y ayuda a crear lazos más estrechos entre partidos políticos de América Latina y Europa.

Estos lazos adquieren más importancia en vista de la creciente articulación de alianzas socialdemócratas en varios países latinoamericanos. Al comenzar el siglo XXI, por primera vez se vislumbra la posibilidad de extender un proyecto y una organización partidaria progresistas en América Latina.

Una común preocupación de estos sectores es cómo afianzar una mayoría social en una etapa de acelerada globalización. Para contribuir a este debate creo útil exponer algunas enseñanzas de nuestra realidad chilena, que pueden servir a los demás partidos.

La Concertación chilena

En Chile los avances democráticos en derechos humanos y desarrollo con equidad logrados en la década de los 90 han sido posibles gracias a la Concertación, alianza que agrupa hoy, a los partidos de raigambre socialdemócrata y democratacristiana, más un gran número de independientes.

Ello nos ha permitido superar el 50% de los votos en todas las elecciones realizadas desde el plebiscito de 1998.

La Concertación comenzó a concebirse hace 15 años y ha permanecido 10 años en el gobierno, mostrando su cohesión

Esta alianza acaba de pasar su prueba de fuego: el cambio en la conducción de la coalición de dos presidentes democratacristianos (Aylwin y Frei) a uno del ámbito socialdemócrata (Ricardo Lagos).

¿Qué elementos han contribuido a esta cohesión? Hay diversos factores históricos, relaciones personales, la lucha común contra una dictadura, el sistema electoral y el propio éxito de estos años, que contribuyen a explicarla. El golpe militar y la destrucción de la democracia con su secuela de dolor y miseria, forjaron en nuestros espíritus la vocación de unidad y mayoría.

Creo que hay dos factores que han sido relevantes para continuar adelante con esta coalición: el sistema de elección primaria en la Concertación para elegir al candidato único a la presidencia y la elaboración de un programa común de gobierno.

Elecciones primarias en coaliciones progresistas

La pugna entre los aspirantes a candidatos a la presidencia siempre ha sido causa de división de las coaliciones. Esta pugna se agudiza en sistemas presidencialistas fuertes, cuando en cada elección se juega una importante cuota de poder.

En Chile la Concertación concordó una fórmula de elecciones primarias abiertas a todos los ciudadanos.

Intentamos, primero aprobar un proyecto de ley en el Congreso para instaurar las primarias. La oposición de derecha la rechazó previendo que ello fortalecería a la Concertación. Entonces tomamos una decisión histórica: hacerlas nosotros mismos.

El 30 de mayo de 1999 votó en Chile 1.4 millones de personas en una elección voluntaria, organizada por los propios partidos por vez primera en nuestra historia. La participación fue relevante pues votó la mitad de las personas que se inclinó por la Concertación en la última elección parlamentaria de diciembre de 1997. Del millón cuatrocientos mil, no más de doscientos mil eran militantes de los partidos y el resto independientes que se sienten identificados con la Concertación. Se utilizó el padrón electoral oficial de todo Chile, con la sola exclusión de militantes de otros partidos. Los independientes reconocían al votar “compartir los valores y principios que inspiran a la Concertación”.

Son muchos los argumentos a favor de la tesis de crear sistemas con coaliciones estables. Las sociedades latinoamericanas presentan gran diversidad económica, social, cultural y regional cuya inclusión exige de coaliciones amplias que representen esa gran variedad nacional.

Nuestra tradición multipartidista también requiere de coaliciones para conformar mayorías y así dar estabilidad. Cada partido por separado puede ganar una elección pero generalmente no puede gobernar solo.

Por otra parte, la globalización y apertura imponen nuevos desafíos e incertidumbres. Nuestros países son cada vez más vulnerables a acontecimientos externos. Enfrentar tal realidad requiere de mayor cohesión interna.

El éxito de cada país dependerá de su nivel de unidad interna y flexibilidad para adaptarse.

Por todas estas razones, la democracia y el progresismo necesitan conformar coaliciones estables y para ello promover mecanismos legales que institucionalicen un sistema de elecciones en el seno de una coalición.

Estoy convencido que en América Latina, este mecanismo contribuirá a fortalecer la capacidad de hacer cambios y de gobernar los cambios.

Un programa de cambios: compromiso de acción común

El segundo factor determinante para preservar la coalición chilena ha sido la elaboración de un Programa Común. Así lo hicimos en 1989, en 1993 y ahora en 1999.

El programa es mucho más que un texto. Es un ejercicio político donde se construyen los compromisos esenciales, se articulan las lealtades mutuas y se establece el marco de la acción de Gobierno.

Participan los partidos, las organizaciones de la sociedad civil y una gran cantidad de independientes. En 1999, han participado mil expertos, en diversas comisiones y luego el ejercicio se extiende a todo el país, comuna por comuna.

Se trata de un proceso de participación ciudadana.

El Programa de la Concertación en Chile se ha sustentado en tres pilares:

a) Democratización (derechos humanos, cambios institucionales).

b) Economía fuerte, abierta con equilibrios macroeconómicos.

c) Igualdad de oportunidades y reducción de la pobreza.

La estrategia de desarrollo ha combinado en un avance sincronizado en esos tres frentes y ha buscado simultáneamente la competitividad y la cohesión social.

El programa de la próxima elección de diciembre de 1999 asume los derechos ciudadanos como la categoría central ligando estos derechos a la seguridad de la familia chilena. En este período se apunta a una importante reforma del sistema de salud y educación pública, y a reforzar la seguridad ciudadana, las libertades personales y la igualdad de oportunidades.

El programa contempla además el fortalecimiento de la capacidad reguladora del Estado para garantizar la competitividad de los mercados y la equidad. En particular buscamos regular mejor la electricidad, teléfonos, bancos y empresas distribuidoras de agua potable.

Igualmente, buscamos innovar las políticas públicas para lograr una mayor reducción de la pobreza extrema.

Nuestra fuerza ciudadana nace de la credibilidad en nuestra voluntad de cambio y en nuestra capacidad de realizarlos con responsabilidad.

Las políticas públicas que impulsamos son distintas de las que pueden promover Blair y Schroeder y que inspiran el “Neue Mitte” o la “Third Way”.

Para países con US$ 25.000 per cápita, el camino es distinto que el de países con US$ 5.000 per cápita.

Hay, sin duda, una línea conceptual común de las fuerzas progresistas. Las políticas específicas son, sin embargo, diversas. De allí también la importancia de compartir las experiencias de países con distinto nivel de desarrollo.

Progresismo y emprendedores. Un eslabón que falta

Una de las falencias de la política de la Concertación ha sido el debilitamiento de la empresa pequeña y mediana y la mantención de un distanciamiento con los sectores empresariales.

A pesar del gran éxito económico, un sector de ejecutivos de grandes empresas nacionales mantiene una postura contraria a la Concertación, fundada en criterios ideológicos.

Un hecho nuevo es la transferencia de grandes empresas chilenas a consorcios internacionales, principalmente españoles. Este cambio está creando un nuevo contexto. Los extranjeros tienden a ser más neutros en sus preferencias políticas, y asumen una postura más abierta hacia la Concertación, o al menos no antagónica.

Nuestra meta es elevar la presencia de la Concertación en el empresariado pequeño y mediano, mostrando que el cambio social es una condición para la estabilidad, para la innovación, y por tanto, para el desarrollo empresarial.

El progresismo debe promover los valores emprendedores y democratizar la capacidad de emprender. Hay un gran espacio cuya conquista está pendiente.

Por una globalización con progreso global y regulación global

El afianzamiento democrático de América Latina también requiere de una coordinación internacional más intensa que facilite un ambiente global más “amigable” con cambios menos bruscos, a los cuales sea más fácil adaptarse en plazos breves.

La globalización se da a distintas velocidades en los diversos frentes. Hemos conocido principalmente la financiera y la comercial. Poco se ha avanzado en la globalización social y en la globalización política e institucional.

El afianzamiento de la democracia y del progresismo requiere de dar una acción mancomunada de los Estados para “sincronizar” la velocidad de los distintos procesos. En el campo social debemos propugnar una Concertación Social Internacional. Así como se gestó un “Consenso de Washington” que marcó la política macroeconómica de muchos países latinoamericanos (equilibrio macroeconómico, privatizaciones, eliminación de déficit fiscal, reducción del tamaño del Estado y eliminación de las regulaciones) debemos articular ahora un Consenso General que contenga con una carta de los derechos ciudadanos. Esta propuesta la formuló Ricardo Lagos en Santiago en un encuentro reciente.

También debemos proponemos la internacionalización de la Justicia, en caso de violaciones masivas a los derechos humanos. La aprobación del Tribunal Penal Internacional, la firma del Tratado contra la Desaparición Forzada y contra la Tortura son garantías para la Universalización de los derechos humanos.

Reconociendo que la globalización es un proceso incontenible, la clave es impulsar una Globalización Equilibrada, que contemple avances paralelos al económico-financiero en el terreno social y en el ámbito político-institucional.

Tal avance integral supone formas de regulación y coordinación internacional superiores a las actuales. Debemos propender a una Regulación Global.

La Comisión de Progreso Global presidida por Felipe González ha generado una reflexión que amerita un análisis más profundo en América Latina.

Socialdemocracia y Concertación

Los tres partidos chilenos que integramos la Internacional Socialista hemos ido articulando un núcleo político que busca fortalecer la iniciativa para realizar cambios y reformas. Este proceso de convergencia política lo entendemos dentro de la Concertación. El debate está abierto sobre cómo proseguir.

Algunos nos hemos pronunciado a favor de una Federación Social Demócrata que incluya a estos tres partidos (PPD, Partido Socialista y Partido Radical Social Demócrata e independientes) aliada con la democracia Cristiana, para asegurar una mayoría que garantice cambios con estabilidad.

L a estructura partidaria chilena está en evolución y los cambios deben ser flexibles sin perder de vista lo fundamental: Gobernar el Cambio.

La Concertación como tercera vía

El apelativo Tercera Vía es otorgado por algunos al Partido Laborista inglés, al proceso de renovación socialdemócrata, para llevar a cabo cambios en democracia. Esa misma forma se impulsa en América Latina por coaliciones más amplias.

En Chile, desde fines de los 80, la Concertación ha venido impulsando un programa que también recogió las experiencias española y francesa, con Felipe González y Francois Mitterrand, así como la evolución del pensamiento socialdemócrata europeo.

Lo que postulan nuestros amigos alemanes e ingleses, en Chile corresponde a lo desarrollado por la Concertación.

Esta “Tercera Vía Chilena”, en el lenguaje de hoy, se enfrentó a una derecha neoliberal-autoritaria, dejando atrás los resabios de una izquierda rígida e ideológica.

A partir del 2000 se abre un espacio más expectante y sustantivo en América Latina. La coordinación con otros partidos y gobiernos socialdemócratas europeos es un respaldo valioso para impulsar cambios y gobernarlos al iniciar el siglo XXI.

*Exposición del Senador y Presidente del PPD en Seminario recientemente realizado en Buenos Aires, organizado por la Fundación Jean Jaures.