Sección: Partido Socialista: Recomposiciones y debates

¿Qué entendemos por democracia? (Reflexiones en relación al proyecto de programa)

Sergio Arancibia

AVANCES de actualidad Nº 11
Julio 1993

1. Es ya un lugar común decir que los socialistas han asumido en los últimos años la democracia con una connotación diferente al carácter instrumental con que se la concebía en períodos anteriores. Ya no se trata de valorar la democracia sólo como una situación en la cual es posible luchar en mejores condiciones que en otras por conseguir algo que posteriormente devendrá en algo del todo diferente a la democracia desde la cual se partió. Muy por el contrario, la democracia aparece ahora en el discurso socialista como un valor en sí mismo, como una meta históricamente positiva o como una situación visualizada como perfectible pero no como negable o abolible.

2. Persiste, sin embargo, el problema de saber con precisión de qué estamos hablando cuando hablamos de democracia. Las respuestas que ponen énfasis en lo formal o en lo institucional tienden a homologar democracia con la presencia de determinados hechos que se suponen la definen e identifican: elecciones libres, secretas e informadas, con opciones múltiples y libremente conformadas; existencia de un estado de derecho, es decir, de un cuerpo de leyes, buenas o malas, pero conocidas y respetadas; libertad de expresión, de reunión, de organización, de manifestación, de movimiento, etc. Si se está en presencia de estos indicadores, la situación merece ser calificada de democrática y los socialistas pasaríamos a tener un alto grado de adhesión o de identificación con la misma.

3. Sin embargo, situaciones de esta naturaleza se dan y se han dado durante largos períodos, en Chile o en otros países del continente, en este siglo o incluso en el anterior, sin que el orden de cosas resultante pueda ser calificado como muy satisfactorio. En el mismo Chile de hoy, lleno de resabios autoritarios en sus estructuras políticas, impera la elección libre de gobernantes, el estado de derecho y las libertades públicas, sin que todo esto convierta a la presente democracia chilena en la máxima expresión de nuestras aspiraciones políticas, ni convierta a los socialistas en aduladores o conservadores del orden existente, perdiendo toda su vocación transformadora.

4. En América Latina, y en otras partes del mundo, es fácil observar como al amparo de un sistema de partidos y de elecciones periódicas para elegir los gobernantes se ha ido generando lo que la sociología ha llamado con acierto “una clase política”, es decir, un cuerpo social que tiene roles y privilegios específicos, distintos al resto de la ciudadanía, y que ha generado, al amparo de las mismas estructuras de poder que domina, la capacidad de autogenerarse o perpetuarse, impidiendo toda movilidad o fluidez con el resto de las clases o actores sociales. En esas circunstancias la capacidad de la ciudadanía de ejercer la soberanía popular se convierte en un mito y la votación periódica en un acto formal y ritual. A todo lo anterior puede agregarse una dosis de falta de organización y de participación a nivel de las instancias sociales intermedias y de base, para llegar a una situación en la cual la democracia sólo tiene sentido por y para los componentes de la mencionada clase política.

5. Muchos de los problemas políticos de América Latina y de otros países del mundo tienen que ver con la decadencia en que ha caído la democracia cuando sólo se la mide o se la considera desde el punto de vista de la presencia o ausencia de esos indicadores institucionales que hemos mencionado. Grandes dosis de ausentismo electoral; poca participación o militancia en los partidos políticos que han devenido en tradicionales; absoluto desinterés por los grandes debates que protagoniza la clase política; identificación creciente de la función política con la demagogia e incluso con la corrupción; falta de credibilidad en los líderes públicos pero incapacidad de generar líderes y políticas diferentes, pues el sistema político mismo, dominado por esa clase política, se autogenera en sus métodos y en sus protagonistas; adhesión o entusiasmo por los líderes, civiles o militares, que irrumpen “desde afuera” del sistema político en contra del mismo.

6. En síntesis, esa definición formal o institucional de la democracia no puede ser el punto de arranque de la concepción democrática de los socialistas. A nuestro juicio, la respuesta a la pregunta original – qué entendemos por democracia – debe buscarse por la vía de indagar en la esencia o en el contenido de las formas políticas e institucionales y no sólo en sus formalidades más visibles.

7. Colocados en ese campo nos atreveríamos a postular que la esencia de la democracia radica en el proceso de apropiación por parte de los ciudadanos de su vida social, incluyendo dentro de este último concepto todo su quehacer económico y político.

8. Varios elementos nos interesa subrayar de este intento de conceptualización de la democracia. En primer lugar su carácter de proceso histórico. Desde la democracia de los griegos y los romanos, limitada a los patricios y hombres libres, hasta la moderna democracia representativa sustentada en el sufragio universal de todos los mayores de 18 años, la historia parece presentársenos como una inmensa búsqueda de formas crecientes de apropiación, de desenajenación y de participación ciudadana en todos los aspectos de su vida social.

La elección periódica de gobernantes por medio de elecciones secretas e informadas con opciones múltiples parece ser la forma más avanzada de apropiación y de participación en la vida política que la humanidad ha logrado conquistar mediante las luchas democráticas y libertarias de muchas generaciones en muchas latitudes diferentes, y constituye, por lo tanto, no un mérito o un atributo de tal o cual clase o sector político o ideológico, sino que asume el carácter de un patrimonio de la humanidad contemporánea que los socialistas no podemos menos que hacer nuestro. Lo mismo sucede con las libertades públicas, los derechos humanos y el estado de derecho. Todas esas instituciones son consustanciales a este proceso de apropiación, desenajenación y participación ciudadana. Sin embargo, nada nos autoriza a pensar que ellas constituyen la forma acabada y definitiva de democracia, instaurada de una vez y para siempre sobre la faz de la tierra, poniendo fin así a la historia de la humanidad, la cual de ahí para adelante sólo se debe dedicar a defenderla y rendirle culto de admiración permanente. Los socialistas somos democráticos en la medida que defendemos las conquistas democráticas alcanzadas, que nos oponemos con todo nuestro ser a cualquier intento de retroceso; pero también en la medida que estamos por hacer avanzar la rueda de la historia, en el mismo sentido progresista en que ésta ha venido avanzando a lo largo de los siglos, es decir, en el sentido de lograr más y mejor democracia, más y mejor participación ciudadana, más y mejor apropiación de los ciudadanos, individual y colectivamente considerados, de su vida social, política y económica.

9. En segundo lugar, creo que importa reflexionar sobre las múltiples relaciones que se pueden dar entre la esencia democrática de las instituciones, dada por su capacidad de permitir la apropiación ciudadana de sus procesos sociales, y las formas institucionales en que la democracia se plasma. Volvemos sobre lo que mencionábamos inicialmente: hay formas democráticas que se desligan cada vez más de su esencia. Hay formas que se quedan vacías. Incluso, mucho peor, hay formas que bajo una apariencia democrática – elecciones, partidos políticos, estado de derecho – en el fondo se constituyen en sistemas que entraban o imposibilitan toda participación ciudadana en los procesos sociales. Es difícil, sin embargo, concebir el caso contrario, es decir, procesos democráticos reales y de fondo, que no se plasmen de formas e instituciones democráticas. La misma superación histórica de instituciones claramente no democráticas, por medios revolucionarios, con toda su carga habitual de traumatismo y desorden, debe dar al poco andar señales claras de encaminarse hacia formas democráticas más avanzadas so pena de devenir en formas autoritarias que niegan el carácter democrático del cambio histórico inicial.

Llegamos, por lo tanto a la conclusión de que no podemos limitarnos a idolatrar las formas e instituciones democráticas, con indiferencia de su esencia y su contenido real, pero tampoco podemos prescindir de las mismas, que reflejan un avance de siglos de la humanidad contemporánea. Se trata, en definitiva, de avanzar a través de la historia con las instituciones democráticas, perfeccionando sus formas y dotándolas de una capacidad creciente de canalizar la participación, la desenajenación y la apropiación civil de lo social.

10. También importa subrayar que la democracia no puede limitarse a un mero contenido político, haciendo abstracción de su correlato en el campo de lo social y de lo económico. El proceso de apropiación debe abarcar también estas facetas de la vida en sociedad, so riesgo de que el carácter democrático de las instituciones políticas se vea crecientemente desdibujado, por ejemplo, por el carácter autoritario, enajenante y poco participativo del quehacer económico o por la falta de acceso de grandes mayorías a servicios sociales tales como la educación o la salud. En otras palabras, importa conceptualizar lo que los socialistas deberíamos entender por democracia en el plano económico y por democracia social, y hacer todo ello parte indisoluble de nuestro discurso democrático.

11. Dos graves errores ha cometido a lo largo de su historia el movimiento socialista en relación a su concepción democrática: por un lado, subvalorar la importancia de las instituciones políticas en que se plasma la democracia en las sociedades capitalistas, poniendo todo el peso de su discurso y de su accionar en los avances democráticos que implican las transformaciones sociales y económicas que el socialismo propiciaba. En segundo lugar, suponer que la sustitución de la propiedad privada por la propiedad estatal constituía una expresión avanzada, y casi única y definitiva, de democracia en el campo económico.

Sobre el primer error ya nos hemos referido en los puntos anteriores. Sobre este segundo error que ponemos de relieve aquí, cabe subrayar que la esencia del planteamiento democrático, tal como lo venimos desarrollando en este escrito, es el proceso de apropiación civil de lo social, lo cual en el plano de la economía debe manifestarse en el proceso de apropiación y difusión creciente de la ciencia y de la técnica, en la difusión de la propiedad, en la participación en la gestión del proceso productivo y en el goce creciente de los frutos de la actividad laboral, nada de lo cual pasa en forma necesaria u obligada por la propiedad estatal de los medios de producción.

12. En el terreno de lo que en el lenguaje cotidiano llamamos lo social, importa también conceptualizar lo democrático como el acceso creciente de la ciudadanía a ciertos bienes y servicios que el nivel cultural y económico de nuestras sociedades van poniendo de relieve como necesarios y posibles de otorgar al conjunto de la población, tales como seguridad personal y jurídica, educación, salud, medio ambiente sano, recreación, cultura, etc. De más está decir que las formas o instituciones concretas en que lo anterior puede plasmarse tienen una gran variabilidad, lo cual deja un gran campo para la creatividad y la originalidad de la ciudadanía y de todos aquellos que impulsen y propicien la democracia en este campo de la vida en sociedad.

13. Todas las reflexiones anteriores nos llevan a una conclusión que a nuestro juicio debería ser el hilo conductor del planteamiento programático de los socialistas y el metro que midiera permanentemente la bondad o el acierto de nuestro quehacer político.

Los socialistas debemos ser el partido de la democracia.

El partido de quienes hacen suya, defienden y cultivan las conquistas democráticas de la humanidad contemporánea.

El partido de quienes no se conforman con la democracia tal cual como ella existe en tal o cual sociedad, sino que aspiran permanentemente a estadios superiores de la misma.

El partido que no concibe la democracia sólo como una serie de instituciones políticas, rígidas y definitivas, sino como la apropiación por parte de los ciudadanos de todos los aspectos de su vida en sociedad.

El partido que tiene planteamientos claros respecto a las conquistas democráticas que es posible alcanzar en cada período histórico y para las cuales moviliza y convoca el apoyo popular.

El partido que no limita lo democrático al mero ámbito de las instituciones políticas, sino que lo inserta también como un componente necesario de las instituciones económicas y sociales.

El partido que se guía en cada coyuntura política concreta por su vocación histórica de hacer avanzar el proceso de democratización de nuestro país y de la humanidad contemporánea.

14. Si aceptásemos las ideas fuerza contenidas en las líneas y páginas que preceden, podemos incluso incursionar en las grandes preguntas que recorren de arriba a abajo todo el pensamiento socialista transformador contemporáneo – ¿qué significa una sociedad socialista? ¿qué es el socialismo? – y respondemos: el socialismo es el estadio superior de la democratización de nuestras sociedades, donde la fraternidad entre los hombres y apropiación civil de lo social han llegado a niveles cuantitativos tales, que la sociedad toda aparece con un signo cualitativo diferente a todo cuanto puede ofrecer el capitalismo.