Sección: Partido Socialista: Recomposiciones y debates

Sellos, componentes y desafíos del PS

Oscar Guillermo Garretón

www.centroavance.cl
Junio 2004

Que el socialismo viva aún consumido por cuitas sobre culturas provenientes de otra época y otro siglo, es señal de un fracaso interno. Más aún cuando los ya más de 15 años de unidad cubren el período más exitoso de la historia del socialismo chileno si lo medimos por los logros perdurables para nuestro pueblo.

Sin embargo, no puedo negar que las diferencias de origen son tema de conversación cuando no de pasión en el PS. Cortés Terzi devela sus propias pasiones al intentar identificar manifestaciones de ellas. Explicarnos el justo reclamo de la Juventud Socialista por la inscripción automática y el voto voluntario como seña de un enfrentamiento interno entre el socialismo histórico y la “alianza Mapu-Mir” y no como preocupación por los jóvenes de hoy que nada tienen que ver con esa historia, me parece forzar las cosas y ofender a nuestros jóvenes. Por otro lado, las críticas a la dirección del PS o al senador Ominami me parecen legítimas y hasta puedo compartir más de una. Pero deducir que la dirección expresa una “alianza Mapu-Mir” es estirar la cuerda demasiado. Más aún, la actual dirección surge de un acuerdo entre las principales tendencias del PS, residencia central de su “factualidad” interna, todas ellas encabezadas por “históricos”. Pero, lástima, el tema existe, hagámonos cargo.

Tenemos razones para estar orgullosos de nuestra historia y jamás olvidarla. Pero, si lo que emociona y hace vibrar a los socialistas son sus pertenencias originarias del siglo pasado y no aquellas del socialismo de hoy, si predomina la motivación por las violaciones a los derechos humanos de los años de dictadura o el drama de los exonerados del 73 por sobre los anhelos populares y juveniles de hoy, o la pertenencia al gobierno de la UP y Salvador Allende más que al gobierno exitoso de Ricardo Lagos y la Concertación, entonces estaríamos ante un partido respetable pero anclado en el pasado, no del presente ni menos del futuro. Y ese no es el PS que con su renovación y unificación impactó hace 15 años al país y fue transformado por su pueblo en la más masiva fuerza de izquierda de Chile.

1.La contribución del Mapu

No hay historia oficial del Mapu y no pretendo escribirla aquí. Pero la mención de Cortés Terzi – más amable que la del MIR, lo reconozco – me motiva a aportar algo.

Allende siempre subrayó – a pesar de nuestro disgusto – el carácter “cristiano” del Mapu. Nosotros queríamos ser proletarios y marxistas. No era un “gaffe” de Allende. Siempre había intentado crear movimientos de “católicos allendistas” que no convencían a nadie. La existencia del Mapu – con militancia de incuestionable identidad cristiana – significó que nunca más en Chile pudo usarse con fuerza la religión como arma electoral y política contra la izquierda.

El Mapu aportó a la izquierda del 70 una cuota significativa de la elite política profesional de recambio de sectores medios y altos, de Santiago y regiones, con conocimientos y capacidades nuevos. Legitimó el pensamiento de izquierda en medios que antes le eran inaccesibles. Su influencia en los programas y gobiernos de la UP y la Concertación fue superior a su número. Ha sido – guste o no – una escuela probada de gestión eficaz, pensamiento innovador y liderazgo en muy diversos ámbitos.

El Mapu aportó también una masiva renovación generacional a la izquierda de fines de los 60. Mientras la JS y la JJCC iniciaban una “carrera” en sus partidos conducidos por otras generaciones, nosotros, sus contemporáneos en la JDC, pasamos a ser la dirección nacional del Mapu y por ese canal, decenas, centenas y quizás miles de jóvenes accedieron a responsabilidades de gobierno, gremiales y partidarias hasta entonces reservadas a sus mayores. Por otra parte, después del golpe, cuadros muy valiosos de las JJCC y la Juventud Socialista – que ejemplifico en Carlos Lorca y Ricardo Lagos S. – fueron asesinados. Así, en mucha de esta militancia ex Mapu se contiene la más larga y variada experiencia de gestión de la izquierda: gran parte de los demás dirigentes de tiempos de la UP si están vivos, no están activos.

Los rasgos anteriores hicieron de los ex Mapu un actor de la transición democrática, superior a su peso numérico. En un momento donde se reconstituían los puentes largo tiempo cortados en la sociedad chilena, mucho de la dirigencia dictatorial, empresarial y partidaria de derecha era de igual generación que los dirigentes del ex Mapu y no pocos se habían conocido en bandos contrarios durante las intensas luchas universitarias de fines de los 60 o por vínculos sociales. Asimismo, al asumir el gobierno en 1990, la izquierda traía como lastre la imagen negativa de su gestión económica en el período 70-73, aún entre el pueblo votante de izquierda. La necesidad de ser impecable en la gestión pública se transformó en una sana obsesión política.

Por otro lado la gestión social, cultural y política, e incluso la empresarial, paulatinamente debían dar cuenta de esa mitad del país que había sido proscrita por 17 años. En los espacios que así se abrieron muchos ex Mapus tuvieron ventajas para jugar un rol activo en una transición caracterizada por alta exigencia de gestión, transversalidad y climas de tensión donde un conocido al otro lado de la línea era siempre bienvenido.

Lo que nunca hizo muy bien el Mapu, fue organización partidaria. Fue un partido quebradizo, propenso a dividirse. Su muerte como proyecto viable lo sitúo en la división de 1973. Por eso, la tendencia a verlos como una maquinaria perfecta, operando soterradamente en los vericuetos del poder pertenece más a la fantasía que a la realidad. Los ex Mapus pueden tener muchas cualidades, pero no precisamente aquella de crear buenos partidos o fracciones.

El Mapu al que yo pertenecí se integró al PS en su acto de unificación de Diciembre de 1989. Participar en él era más fácil para quienes recuperaban su antigua casa con banderas, himno e historia que para quienes debíamos legar símbolos e historias al cuidado común de todos los que pasábamos a identificarnos como miembros de un PS. Más de un ex Mapu planteó que mantuviéramos vínculos políticos. La respuesta fue categórica y oficial: no habría tendencia Mapu, cada uno debía buscar las pertenencias que más le acomodaran. Yo no puedo deshacer o renegar los vínculos humanos o el derecho a los recuerdos compartidos, pero puedo asegurar que no existe una tendencia Mapu en el PS. Los propios alineamientos internos en temas como la presencia de M. Bachelet en un afiche o el voto voluntario, muestran lo artificial y forzado de plantearlos en clave de militancias originarias.

2. El carácter popular del PS

Si algo diferencia positivamente al PS desde sus orígenes del PC, el Mir y el Mapu, es su carácter predominantemente popular más que ideológico. Aclaro, no quiere decir que el PS careciera de ideología y los otros no tuvieran pueblo.

Cuando pueblo e ideología van de la mano la diferencia no se nota. Ella se hace relevante cuando se separan. En la divergencia el partido “popular” observa que el pueblo cambia y entonces cambia con él, mandando al traste muchos de sus textos. El partido “ideológico” en tanto se queda con su pensamiento, concluye que el pueblo se ha desviado y aguardará con fe que recapacite, tome conciencia de sus errores e intereses “verdaderos” y reconozca a la vanguardia (o sea, ellos) que no claudicó y mantuvo incólume su pensamiento “consecuente” en tiempos malos.

El PS fue desde sus orígenes un partido netamente popular. Diverso como es el pueblo. Nació conteniendo socialdemócratas, anarquistas, ex comunistas desencantados, militares de sensibilidad popular como Grove, pijes como Matte y Allende, etc. Por lo mismo siempre su vida interna fue despelotada, como puede ser la unidad de un pueblo heterogéneo. Pero ha primado en él una capacidad asombrosa para permanecer unido o para reunificarse, manteniendo sus sellos y su vigencia política.

Ese rasgo permitió al PS su impresionante proceso de renovación y se lo impidió al PC. Ese rasgo hace al PS más apto para representar el cada vez más diverso y cambiante mundo popular del siglo XXI.

La incapacidad de incorporar toda la actual diversidad del pueblo chileno, mucho mayor que la del 32, del 60 o del 73, sería una amenaza para el carácter popular del PS. Es por cierto asumir en su seno a ex Mapus, ex Mir y ex PC. Pero es mucho más. Es asumir a ese pueblo hijo de los 15 años de la Concertación y del cual a veces abominamos. Parte no pequeña de los “subalternos” de hoy – apoyados en la obra de gobiernos donde ha participado el PS – son sujetos de crédito, pasean en los malls más que en la plaza del barrio, veranean dentro y fuera de Chile, cuentan con auto y vivienda, tienen un nivel de educación muy superior, son culturalmente más liberales, no compran discursos radicales, viven más del sector privado que del estado y por lo mismo, ven a la política como otra parte más de una sociedad compleja y no como cúspide del orden social. Sus anhelos de felicidad y justicia social, así como sus temores, tienen otros contenidos. No les dice nada una disputa entre ex “históricos”, ex Mapus y ex Mir. Asumir éste nuestro pueblo – o “subalternos” según Cortés Terzi – es clave para representarlos hoy.

El PS necesita más discusión y unidad de fondo. Pero apuntando al siglo XXI y los desafíos de futuro. En ese debate cada uno coincidirá o discrepará con otros socialistas según hacia dónde y cómo se proponga ir, no en función de dónde venga.