Sección: La Transición en Chile: Su devenir y sus temáticas

Actividades de la CIA en Chile (1963-1973)

Genaro Arriagada

www.asuntospublicos.org
Diciembre 2000

I. Los Hechos
La historia reciente de nuestro país ha sido dramática, especialmente por su costo en vidas humanas, el atropello a los derechos humanos y la destrucción del sistema político que significó el golpe militar de1973.

Intentar conocer la verdad de esos hechos, determinar sus causas, responsabilidades individuales y colectivas es una obligación como nación.

Si Chile aspira a ser un país en serio, no banal, el conocimiento y un juicio equilibrado de esa etapa de su historia, es la mejor manera de sanear su convivencia, reestructurarla sobre bases más sólidas y generar acuerdos que impidan que esos hechos, faltas o crímenes vuelvan a ocurrir.

La reciente desclasificación de documentos hecha por el gobierno norteamericano ha vuelto a plantear estos temas. Con motivo de ello asuntospublicos.org ha elaborado dos informes sobre esta materia que publica de manera conjunta. Uno, que es éste, que se refiere fundamentalmente a los hechos. El segundo, que se publica a continuación, intenta hacer un discernimiento sobre las responsabilidades que en esos hechos tuvieron los Estados, las instituciones y los individuos.

Antes de entrar a describir los hechos parece necesario hacer, a lo menos, tres aclaraciones.

Una, es que nos vamos a referir a las acciones encubiertas de la CIA y no a las actividades que normalmente hacen los servicios diplomáticos en una nación extranjera, que son informes, contactos con autoridades, apreciaciones y juicios sobre la situación del país, análisis de escenarios posibles en la política, la economía, las relaciones internacionales. Estas últimas actividades, a menos que se salgan de madre, son legítimas y acordes con el derecho nacional e internacional. Distinto es cuando un gobierno decide intervenir en la vida interna de otra nación para subvertir su orden público, destruir sus instituciones, corromper a sus ciudadanos y organismos o, en casos extremos, organizar en su territorio crímenes y asesinatos. Todas estas actividades por su carácter ilegal e ilegítimo tienen la forma de acciones encubiertas, esto es clandestinas, secretas, construidas para ser presentadas como cometidas por otros. Para decirlo de un modo muy obvio, es distinto que el embajador de los Estados Unidos informe que su servicio tiene antecedentes de que un grupo cívico-militar de Uganda está complotando para asesinar al jefe de Estado de ese país, a que ese embajador, con el concurso de la CIA, sea parte de la organización de ese asesinato contribuyendo con armas y financiamiento.

Una segunda aclaración responde a la pregunta de por qué solamente el período 1963-73. Una razón es un problema de tiempo y espacio, de modo que más adelante podremos extender el análisis a años posteriores. Pero, aun aceptando esa limitación, la decisión de partir por ese período se justifica porque es en él donde se concentra la enorme mayoría de las operaciones encubiertas. Después del golpe militar – de acuerdo a los documentos hasta ahora desclasificados – este tipo de actividades decae fuertemente, para luego desaparecer. Por supuesto, hay informes sobre la situación chilena, documentos que aluden a la falta de voluntad y lenidad de los servicios norteamericanos para proteger y descubrir el paradero de algunos nacionales de ese país, hay datos, apreciaciones, juicios – y se podría decir que en algunos casos “chismografía” – sobre lo que ocurre al interior del régimen militar. Hay, también, y esto sí que es nuevo, informaciones sobre “operaciones encubiertas” que ya no desarrolla la CIA sino que, según esos documentos, organiza el régimen militar chileno en otras naciones y que lo vinculan a crímenes, actos terroristas y otras acciones ilegales. Pero, a partir de 1974, las operaciones encubiertas norteamericanas en el país desaparecen tanto en número como en gravedad.

La tercera aclaración es que el grueso de la información que aquí se presenta está recogida del Informe Church, en su capítulo sobre Chile. Durante años sesionó en el Congreso norteamericano una Comisión Investigadora denominada “Comité especial del Senado para el Estudio de las Operaciones Gubernamentales Respecto de las Actividades de Inteligencia” y que presidía el senador Frank Church, y del que formaba parte el entonces senador Walter F. Mondale, quien luego fuera vice-presidente de los Estados Unidos. Esta Comisión analizó las actividades encubiertas en Chile sobre la base de una revisión de documentos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), del Departamento de Estado, del Departamento de Defensa, del Consejo Nacional de Seguridad y teniendo presente un número muy elevado de testimonios de norteamericanos que estuvieron vinculados a la política estadounidense en Chile. Respecto de ese trabajo se publicó un resumen que es un documento oficial del Senado norteamericano y que se titula “COVER ACTION IN CHILE 1963-1973. Staff Report of the Select Committee to Study Governmental Operations with respect to Intelligence Activities. United States Senate. U.S. Government Printing Office. Washington D.C. 1975”.

En rigor, el informe anterior es el más completo sobre el período. Los documentos dados a conocer en 1999 y el 2000 agregan muy poco a lo allí señalado. Además, la “desclasificación” es una colección de documentos que se presentan sin orden ni análisis. El “Informe Church”, en cambio, es el resultado de un estudio no sólo de documentos, sino de declaraciones bajo juramento de decenas de funcionarios norteamericanos que estuvieron involucrados en las actividades de ese país en Chile.

Por tanto, en este análisis se ha considerado como un testimonio confiable el Informe aludido. Las citas que se hacen a continuación – a menos que se diga expresamente otra cosa – corresponden a esa publicación. Se ha debido resumir la información ahí contenida, pero procurando no omitir nada que haya parecido sustancial y buscando que ninguna consideración personal o política haya llevado a no reproducir ciertos párrafos o a destacar excesivamente otros.

A lo largo de las páginas que siguen se encontrará frecuentes alusiones al “Grupo Especial”, o al “Comité 303” o al “Comité 40”. Es menester tener presente que se trata de diversos nombres de un organismo a nivel subministerial encargado de revisar propuestas para acciones encubiertas de importancia. Este Comité fue llamado Grupo Especial hasta 1964, Comité 303 hasta 1969 y Comité 40 a partir de 1969.

El Comité 40 era presidido por el asesor del Presidente para Asuntos de Seguridad Nacional y lo integraban, entre otros, el subsecretario de Defensa, el jefe del Estado Mayor Conjunto, el director de la CIA y el subsecretario de Estado para Asuntos Políticos. Del mismo modo, cuando en el texto se alude a “la Estación”, deberá entenderse la oficina de la CIA en Chile, y cuando se habla de “fichas”, deberá entenderse “agentes”, salvo en el caso de algunas “fichas” para la recolección de información que pueden no ser remuneradas y sobre las cuales “la Estación” podía no tener intención de influir en sus actos.

Los hechos

Las vinculaciones de la CIA en Chile en el período analizado se extienden a todos los grupos políticos significativos, salvo a los comunistas: a los militares y a la policía; a la prensa, los periodistas y a organizaciones publicitarias; a gremios empresariales y sindicatos; a empresarios privados y a diversas otras organizaciones de la sociedad civil como grupos de acción cívica, mujeres anticomunistas, etc.

A continuación se indican separadamente las referencias que el Informe hace a cada uno de ellos.

1. Partido Democratacristiano

La elección presidencial de 1964:
Las referencias del Informe Church son las siguientes: “Fue el ejemplo más prominente de un proyecto electoral a gran escala… Más de la mitad de la campaña del candidato demócrata cristiano fue financiada por los Estados Unidos, aunque aquel no recibió información sobre la ayuda”.

“El 2 de abril de 1962 la CIA le presentó dos estudios al Grupo Especial. Uno de ellos proponía el apoyo al Partido Demócrata Cristiano… El 27 de agosto de 1962 el Grupo Especial aprobó el empleo de un tercer país como canal para las contribuciones, y en el año fiscal de 1963 autorizó 180.000 dólares para los democratacristianos… Después de que la derrota en una elección regional en mayo de 1964 destruyera al Frente Democrático, los Estados Unidos arrojaron todo su peso a favor del candidato democratacristiano.”

“Tras una discusión el Grupo Especial decidió no informar al candidato Eduardo Frei, del apoyo encubierto norteamericano a su campaña. Por lo tanto se movilizaron una serie de intermediarios para hacer llegar el dinero a los democratacristianos”(...). “El dinero de la CIA, presentado como si fuera de origen privado, le fue entregado a los democratacristianos por intermedio de un empresario privado”.

Entre 1964 – 1969:
“El proyecto para aumentar la eficacia y la atracción del Partido Demócrata Cristiano, y para subsidiarlo durante las elecciones de 1964 se prosiguió hasta 1965 ó 1966… en este período (debe entenderse 1964-1966) la CIA estuvo en tratos con un funcionario chileno a nivel ministerial, si bien con flacos resultados”.

La elección presidencial de 1970:
“En marzo de 1970 el Comité 40 decidió que los Estados Unidos no deberían apoyar a ningún candidato individual en las elecciones… La CIA consideró que no estaba en condiciones de apoyar activamente a Tomic debido a que las “reglas del juego” de la embajada en años anteriores había impedido que la CIA entrara en tratos con los demócrata cristianos”.

Entre el 4 de setiembre y el 4 de noviembre de 1970:
“Inicialmente, tanto el Comité de los 40 como la CIA, se aferraron al llamado gambito de la reelección de Frei. El “gambito”, como es sabido, consistía en que la DC contribuyera a elegir a Alessandri en el Congreso Pleno, para que éste inmediatamente renunciara, posibilitando un nuevo llamado a elecciones en que se presentaría Frei”.

“En la reunión del 14 de setiembre del Comité 40 se examinó el gambito de Frei, y el Comité autorizó un fondo de contingencia de 250.000 dólares para apoyo encubierto a proyectos que Frei o sus colaboradores consideraran de importancia. Los fondos habrían de ser manejados por el embajador Korry… Muy pronto se vio que dicho plan era impracticable y los 250.000 dólares no se gastaron nunca…”

“Como parte de su programa de acción política, la CIA trató indirectamente de convencer al Presidente Frei de que por lo menos le diera su consentimiento al gambito o a que, mejor aun, colaborara en llevarlo a la práctica… Miembros influyentes del movimiento democratacristiano y de la Iglesia Católica, tanto de Europa como de América Latina, fueron inducidos a visitar a Frei o a ponerse en contacto con él. Pese a tales esfuerzos, Frei se negó a interferir en el proceso constitucional, y así expiró el gambito de la reelección”...

“Estas gestiones (que la CIA financiaba) incluían: “ “El embajador Korry formalmente excluido del Track II, fue autorizado a alentar un golpe de estado, siempre que Frei estuviera de acuerdo con esa solución”.

Entre 1970 – 1973:
“Más de la mitad de los fondos aprobados por el Comité 40 reforzaban a los partidos políticos de oposición: el Partido Demócrata Cristiano, el Partido Nacional y a varios grupos disidentes. A comienzos de 1971 los fondos de la CIA permitieron que el PDC y el PN compraran sus propios periódicos y sus propias estaciones de radio. Todos los partidos de oposición recibieron dinero antes de las elecciones municipales de abril de 1971 y de la elección de un congresista en julio. En noviembre de 1971 se aprobaron fondos para vigorizar al PDC, al PN y a grupos disidentes. Los fondos de la CIA financiaron a los partidos de oposición en tres elecciones regionales en 1972 y en las elecciones al Congreso en 1973. El dinero que se le daba a los partidos políticos no sólo ayudó a candidatos de la oposición en diversas elecciones, sino que también les permitió a los partidos sostener una campaña antigubernamental a todo lo largo de los años de Allende”.

2. Partido Nacional, derecha y ultraderecha política

La elección presidencial de 1964:
En esa elección el candidato de la derecha era Julio Durán, apoyado por una coalición de liberales, conservadores y radicales que se llamaba Frente Democrático.

“Específicamente la política (de la CIA) trataba de apoyar al PDC, al Frente Democrático(...). Durante 1963 los Estados Unidos suministraron fondos tanto a los democratacristianos, como a la coalición derechista, al Frente Democrático (...). Después de la derrota en una elección regional (el Informe se refiere al “naranjazo”) en mayo de 1964… los fondos de la CIA siguieron subsidiando al candidato radical…”.

La elección presidencial de 1970:
“En julio de 1970, un representante de la CIA en Santiago se reunió con representantes de ITT y, en una discusión sobre las próximas elecciones, indicó que a (Jorge) Alessandri le caería bien una ayuda financiera… Geenen (presidente de la ITT) ofreció suministrarle a la CIA una suma sustancial de dinero para emplearla en la campaña de Alessandri… un millón de dólares. La CIA rechazó la oferta. El memorando indicaba además que se solicitó el consejo de la CIA respecto de un individuo que pudiera servir de conducto para la entrega de fondos de la ITT destinados a la campaña de Alessandri. La CIA confirmó que el individuo en cuestión era un canal de confianza que podría utilizarse para hacer llegar los fondos a Alessandri”.

“Se estableció un segundo canal para fondos provenientes de la ITT y destinados a un partido político, opositor de Allende, el Partido Nacional, de acuerdo con la opinión de la CIA, que consideró este un mecanismo seguro gracias a la participación en él de dos fichas de la CIA en Chile… Eventualmente, un mínimo de 350.000 dólares fueron gastados por la ITT en esa campaña. Una suma aproximadamente igual fue gastada por otras campañas estadounidenses; la CIA se enteró de estas contribuciones, pero no participó en su reparto”.

Con respecto a la actitud de la CIA frente a la campaña de Jorge Alessandri, es importante destacar un cambio en la política de la agencia norteamericana. Concretamente, en 1964, “...un grupo de empresarios norteamericanos en Chile ofreció suministrar un millón y medio de dólares para que fueran administrados y desembolsados en forma encubierta por parte del gobierno de los Estados Unidos y a fin de impedir que Allende ganara las elecciones de 1964. La oferta llegó al Comité 303, el cual resolvió no aceptarla. Resolvió que no podían aceptarse ofertas de empresas norteamericanas, que no era ese un método honorable de hacer negocios. La decisión constituyó una determinación política y estableció el precedente de negarse a aceptar ese tipo de colaboraciones entre la CIA y empresas privadas”.

Sin embargo, llegada la elección de 1970, la CIA contradijo la práctica y también una expresa política del gobierno de los Estados Unidos para esa ocasión. Así lo plantea el Informe:

“El Grado de cooperación entre la CIA y la ITT en el período previo a las elecciones de septiembre de 1970 plantea una cuestión importante: mientras el gobierno de los Estados Unidos no estaba dándole apoyo, ni siquiera encubiertamente, a determinados candidatos o partidos ¿tenía la CIA atribuciones para actuar por su cuenta como consejera o asesora de la ITT en su apoyo encubierto a la campaña de Alessandri?”

Entre el 4 de setiembre y el 4 de noviembre de 1970:
“Estas gestiones (financiadas por la CIA) incluían: ...subsidio indirecto a “Patria y Libertad”, un grupo vehementemente opuesto a Allende, así como a sus programas de radio, publicidad política y concentraciones políticas”.

“El 22 de octubre, un grupo de conspiradores trató de secuestrar a Schneider. Este opuso resistencia, fue herido y falleció después. La CIA había estado en contacto con ese grupo de conspiradores (grupo de Viaux, Melgoza, Izquierdo, Bulnes), pero una semana antes le había retirado su apoyo a los planes específicos del grupo”.

“El más notorio de los grupos paramilitares de derecha era “Patria y Libertad”, formado después de la elección de Allende el 4 de septiembre, durante la llamada Track II. La CIA le suministró a Patria y Libertad 38.500 dólares a través de un tercero, durante el período de Track II, en un esfuerzo por crear tensiones y como posible pretexto para la intervención de los militares chilenos.

Entre 1970-1973:
Tal como se ha señalado anteriormente, la CIA canalizaba fondos de modo de apoyar las actividades de los partidos de oposición y dentro de ellos “al Partido Nacional y varios grupos disidentes”. Además, “...después de posesionado Allende, la CIA le suministró al grupo (Patria y Libertad) pequeñas sumas, a través de terceros, para manifestaciones o actividades específicas de propaganda. Estos desembolsos, unos 7.000 dólares en total, cesaron en 1971. Es posible que fondos de la CIA entregados a partidos políticos hubieran llegado a “Patria y Libertad” o a la “Brigada Rolando Matus” (un grupo similar) dados los nexos existentes entre los partidos y estas organizaciones”.

La Brigada Rolando Matus era una dependencia de la Juventud Nacional.

3. Radicales

La Elección presidencial de 1964:
Ya se ha hecho alusión al apoyo a la candidatura presidencial de Julio Durán. Además, “...el Grupo Especial destinó fondos para el partido radical (...); se le dio apoyo a los miembros anticomunistas del partido Radical, en su empeño por conseguir posiciones de influencia dentro de la jerarquía del partido, y para impedir que el partido volcara todo su apoyo a favor de Allende”.

Entre 1964 y 1969:
“En 1963 y 1967 se hicieron pequeñas apropiaciones para apoyar a los elementos moderados dentro del partido Radical (...). El Comité 303 aprobó también 30.000 dólares en 1967 para reforzar el ala derecha del partido Radical”.

La elección presidencial de 1970:
“Además de la campaña masiva de propaganda, el plan de la CIA antes de las elecciones incluía acciones políticas encaminadas a dividir al partido Radical no marxista y a reducir el número de votos que podía aportarle al candidato de la coalición” de la Unidad Popular”. ...“La CIA le suministró fondos sólo a un grupo político durante la campaña de 1970, en un esfuerzo por reducir los votos radicales a favor de Allende”.

Entre 1970 y 1973:
Tal como ha sido dicho anteriormente el partido Radical, lo mismo que el partido Nacional y la democracia cristiana recibieron fondos de la CIA.

4. Apoyos directos hechos por la Embajada y la CIA

Bajo este rubro hemos agrupado un conjunto de operaciones que no se referían a partidos, sino a políticos determinados, provenientes de varios partidos.

Elección de parlamentarios de 1965:
“En febrero de 1965 el Comité 303 aprobó 175.000 dólares para un proyecto de acción política a corto término, a fin de suministrar apoyo encubierto a determinados candidatos en las elecciones para el Congreso de marzo de 1965; según la CIA fueron escogidos veintidós candidatos por la Estación y el embajador, nueve de ellos fueron elegidos”.

Elección de parlamentarios de 1969:
“En junio de 1969 el Comité 40 había autorizado 350.000 dólares para ese plan (intervención en las elecciones de ese año), de los cuales se gastaron efectivamente 200.000. Fueron elegidos diez de los doce candidatos patrocinados por la CIA.

5. Socialistas

Elección presidencial de 1964:
“La CIA condujo operaciones políticas independientes de la campaña de los democratacristianos en una serie de sectores importantes de votantes, incluidos… socialistas independientes”.

Entre 1964 y 1969:
“Desde 1964 hasta 1968 la CIA estableció contacto con el Partido Socialista chileno(...). El programa (de la CIA para intervenir en las elecciones de 1969 y que consultaba 350.000 dólares, de los que se gastaron efectivamente 200.000), consistía en suministrar apoyo financiero a candidatos, apoyar a un partido Socialista disidente con el fin de distraer votos del partido Socialista de Allende… El apoyo suministrado al grupo socialista disidente privó al partido Socialista de un mínimo de siete escaños en el parlamente”... “...Se prosiguió hasta 1965 ó 1966… un proyecto para influir en miembros claves del partido socialista a que se inclinaran a favor del socialismo europeo ortodoxo y en contra del comunismo”.

Elección presidencial de 1970:
“Según cálculos de la CIA, los cubanos aportaron unos 350.000 dólares a la campaña de Allende, y los soviéticos suministraron una cantidad adicional no determinada”.

6. La prensa

“...La CIA sostenía – e incluso llegó a fundar – medios noticiosos amigos que, sin el apoyo de la Agencia, no habrían llegado a existir…”

“Desde 1963 hasta 1970, la Estación en Chile subsidió servicios de noticias, revistas redactadas para círculos intelectuales y un semanario de derecha… Se interrumpió el apoyo al semanario cuando éste se volvió tan inflexiblemente derechista que mereció el repudio de los conservadores responsables.”

“Con mucho, el ejemplo mayor, y posiblemente el más significativo, de apoyo a una organización de comunicaciones fue el dinero suministrado a El Mercurio, el principal diario de Santiago, que estaba en dificultades durante el régimen de Allende… El Comité 40 autorizó 700.000 dólares para El Mercurio en septiembre de 1971, y el 11 de abril de 1972 aumentó en otros 965.000 la anterior asignación… Tanto el gobierno de los Estados Unidos como la OIT situaban dinero en manos de individuos vinculados con el periódico… “El Comité 40 aprobó grandes sumas para sostener a los medios de oposición y para mantener así una campaña oposicionista implacable”.

7. Las campañas de publicidad

“La más intensa de las actividades encubiertas en Chile era la propaganda…”

La “campaña del terror” en 1964:
“La acción encubierta durante la campaña de 1964 estaba integrada por dos elementos principales. Uno era el apoyo financiero directo a la campaña democratacristiana… (el otro) la CIA montó una campaña masiva de propaganda anticomunista. La emplearon intensamente la prensa, la radio, el cine, folletos, carteles, hojas volantes, listas de correo, gallardetes, y leyendas murales. Era una “campaña de terror” basada en gran parte de imágenes de tanques soviéticos, de pelotones de fusilamiento cubanos, y estaba dirigida principalmente a las mujeres… La campaña de propaganda fue enorme. En la primera semana de actividad propagandística intensa (la tercera semana de junio de 1964), un grupo de propaganda financiado por la CIA produjo veinte cuñas radiales al día en Santiago y en 44 estaciones de provincia, cinco noticieros diarios de doce minutos de duración en 3 radiodifusoras de Santiago y en 24 de provincia… A fines de junio, el grupo producía 24 noticieros diarios en Santiago y en las provincias, 26 programas semanales de comentarios y distribuía 3.000 carteles diariamente”

“La campaña de propaganda se efectuó también a nivel internacional… el apoyo a Frei por parte de la hermana de un dirigente latinoamericano, una carta abierta de un antiguo presidente exiliado en los Estados Unidos”...

La “campaña del terror” en 1970:
“Los mecanismos de propaganda constituidos en los años 60 estaban listos para su empleo en la campaña electoral de 1970”. “En marzo de 1970 el Comité 40 decidió que los Estados Unidos no deberían apoyar a ningún candidato individual en las elecciones sino lanzar en cambio operaciones de descrédito contra la coalición de Unidad Popular que apoyaba al candidato marxista, Salvador Allende. Por todo, la CIA gastó entre 800.000 y 1.000.000 de dólares en acciones encubiertas a fin de influir sobre el resultado de las elecciones presidenciales de 1970… Estos proyectos se centraban en una intensa campaña de propaganda que utilizaba virtualmente todos los medios de comunicación dentro de Chile, y asimismo colocaba y reproducía textos en la prensa internacional. La colocación de propaganda se conseguía mediante el subsidio a grupos derechistas de mujeres y de acción cívica. Una “campaña de terror”, con muchos de los mismos temas de las elecciones presidenciales de 1964….”

Campaña entre el 4 de setiembre y el 4 de noviembre de 1970:
“El 28 de septiembre la CIA tenía agentes, que también eran periodistas, provenientes de diez países, llegados ya a Chile o en camino a ese país. Este grupo fue complementado con ocho periodistas de más de cinco países, dirigidos por agentes a alto nivel, quienes en su mayor parte ocupaban cargos administrativos en los medios de comunicación” (chilenos se entiende)... según la CIA, una revisión parcial indicaba que 726 artículos, transmisiones radiales, editoriales y textos similares provinieron directamente de la actividad de la Agencia”.

8. Los periodistas

“La forma más común de un proyecto de propaganda es simplemente el establecimiento de “fichas” en organizaciones de medios de comunicación, quienes pueden colocar artículos o a quienes puede pedírseles que los escriban. La agencia les suministraba a sus Estaciones de campo varios tipos de guía sobre la especie de propaganda deseada.

“Por ejemplo, un proyecto de la CIA en Chile sostuvo entre una y cinco fichas en medios de comunicación durante los siete años en que funcionó (1975-1971). La mayoría de esas fichas trabajaban para uno de los principales diarios de Santiago, el cual tenía una importancia clave dentro de la propaganda de la CIA. Esas fichas escribían artículos o editoriales favorables a los intereses de Estados Unidos en el mundo (por ejemplo críticas a la Unión Soviética después de la invasión a Checoslovaquia); suprimían noticias nocivas para los Estados Unidos en el mundo (por ejemplo Viet-Nam) y redactaban artículos contra los izquierdistas chilenos”.

“Otro proyecto suministraba fondos a una ficha que producía emisiones regulares de comentarios políticos en los que atacaba a los partidos políticos de izquierda y apoyaba a los candidatos escogidos por la CIA. Después de la invasión soviética a Checoslovaquia esta ficha organizó una marcha contra la Embajada Soviética.”

“Otras fichas financiadas dentro de este proyecto colocaban casi a diario en El Mercurio, el principal periódico de Chile, editoriales inspirados por la CIA, y después de 1968. Ejercieron un control sustancial sobre el contenido de las páginas internacionales del periódico”.

Refiriéndose, ya no al período 64-69, sino a la campaña presidencial de 1970, el Informe dirá: “Otro de los proyectos proporcionaba fondos a fichas individuales en la prensa… Otras fichas, empleados todos de El Mercurio, permitía que la Estación publicara más de un editorial diario basado en orientaciones de la CIA”. Con la llegada de Allende al poder, “muchas de las fichas involucradas en la campaña anti-Allende quedaron tan expuestas que su utilidad posterior se volvió muy limitada. Muchos abandonaron Chile. Cuando Allende se posesionó, poco quedaba del aparato de propaganda financiado por la CIA”. No obstante el Informe señala que entre el 4 de septiembre y el 4 de noviembre las gestiones de la CIA incluían la “colocación de noticias por medio de agentes”.

9. Los gremios

“En septiembre de 1972, por ejemplo, el Comité 40 autorizó 24.000 dólares como ayuda de emergencia a una organización de empresarios anti-allendistas”...

“El Comité 40 apropió 100.000 dólares para organizaciones del sector privado en septiembre de 1972, como parte del proyecto para las elecciones de marzo de 1973.”

“Según la CIA el dinero se gastó en actividades electorales, como campañas de inscripción y campañas para movilizar a los votantes”.

10. Organización de estudios

“Entre los libros y folletos producidos por la principal organización publicitaria de la oposición hubo uno que apareció en octubre de 1972, en momentos en que la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) se reunía en Santiago… Paulatinamente la CIA fue financiando una proporción cada vez más alta – más del 75% en 1973 – de una organización de estudios afiliada a la oposición. A los partidos de oposición y al sector privado les llegaba un flujo continuo de materiales de económicos y técnicos. Muchos proyectos de ley presentados por personal de esa organización investigativa…”.

Refiriéndose a las actividades de la CIA después del golpe militar el Informe dirá:
“Otra meta, en parte conseguida mediante el trabajo efectuado por la organización de estudios de la oposición antes del golpe, fue la de ayudar al nuevo gobierno a organizar y aplicar sus nuevas políticas. Los archivos de los proyectos indican que los colaboradores de la CIA participaron en la preparación de un plan económico general que ha servido de base para las decisiones económicas más importantes de la Junta”.

11. Los militares

“En julio de 1969 la Estación de la CIA en Santiago solicitó y obtuvo de la sede principal la autorización para un programa encubierto destinado a implantar fichas de inteligencia en las fuerzas armadas chilenas con el fin de seguir de cerca los preparativos de un golpe. El programa se prolongó cuatro años; incluía fichas provenientes de las tres ramas de las fuerzas armadas chilenas y abarcaba altos oficiales, oficiales de guarnición, oficiales de estado mayor retirados y personal de tropa”.

El 15 de septiembre de 1970 el Presidente Nixon abrió la operación conocida como “Track II”, que ordenaba a la CIA que desempeñara un papel directo en la organización de un golpe de estado en Chile.

“Las acciones encubiertas de Track II…tomaron por sorpresa a la Estación de Santiago. Sus dos fichas en el ejército chileno no estaban en condiciones de provocar un golpe. Para cumplir la misión ordenada por Washington, la Estación tuvo que recurrir a un agregado militar de los Estados Unidos y a otros contactos establecidos a toda prisa, con los grupos golpistas principales dentro de los militares chilenos…”.

“Entre el 5 y el 20 de octubre de 1970, la CIA hizo 21 contactos en Chile con funcionarios claves del ejército y de los carabineros. A los chilenos inclinados a montar un golpe se les garantizaba el apoyo por parte de las más altas autoridades del gobierno de los Estados Unidos, tanto antes dieran el golpe como después de éste.”

“La CIA le facilitó tres armas a un grupo de oficiales chilenos que planeaban un golpe, el cual habría de iniciarse con el secuestro del Comandante en Jefe del Ejército chileno, René Schneider. Sin embargo las armas les fueron devueltas. El grupo que organizó el frustrado secuestro de Schneider y que culminó con la muerte de éste, no era aparentemente el mismo grupo que había recibido armas de la CIA”.

“Con la muerte de Schneider los golpistas quedaron desorientados, y la Estación volvió a quedar otra vez con solo sus fichas iniciales dentro del ejército. La estación necesitó otros diez meses para reconstruir una red de agentes entre los recelosos militares chilenos…”.

“En septiembre de 1971 ya había una nueva red de agentes, y la Estación recibía casi a diario informes sobre nuevas conspiraciones…”.

“En 1972 la Estación continuó vigilando de cerca al grupo que podría dar un golpe exitoso, y le dedicó mucho más empeño y más tiempo a la penetración de ese grupo de los que le había consagrado a otros grupos en el pasado. Este grupo llamó inicialmente la atención de la Estación en Octubre de 1971. En enero de 1972 la Estación había logrado infiltrarse en él, y esta en contacto con su jefe a través de un intermediario…Está claro que la CIA recibió informe sobre los planes de golpe del grupo que efectuó exitosamente el 11 de septiembre a todo lo largo de los meses de julio, agosto y septiembre de 1973”.

“Después del golpe, la CIA renovó sus relaciones de enlace con las fuerzas de seguridad y de inteligencia del gobierno chileno, relaciones que se habían interrumpido durante el período de Allende”....Sin embargo, la CIA le puso en claro desde le primer momento a los chilenos que no suministraría colaboración alguna para la represión política interna”.

Tal es una relación sucinta de lo más fundamental de las actividades encubiertas de la CIA en Chile durante los años 1963-73, según lo refiere el documento que hemos citado

II. Apreciación

Descritos los hechos, es inevitable intentar hacer un juicio moral sobre lo que ellos revelan. El asunto no es fácil, pero sí muy necesario, especialmente porque el debate habido hasta ahora ha estado caracterizado por las peores formas.

De partida, ha sido casi una norma la entrega incompleta de información y lo que es su consecuencia inevitable, su uso como parte de un torcido juego de imputaciones de culpa y responsabilidades. A su vez, el uso parcial de los datos ha servido para alimentar el descrédito de la política y de instituciones como los partidos, olvidando que tales revelaciones afectan tanto o más a la derecha “apolítica”, la prensa, los empresarios privados y sus organizaciones, las actividades publicitarias, a miembros de las fuerzas armadas.

Pero no es esa la perspectiva que sirve al país. Las revelaciones sobre la CIA, con lo doloroso que puedan ser, son también una oportunidad para aprender acerca de lo que no debe volver a pasar en nuestra vida como nación. Mal que nos pese, una intervención como la de la CIA en Chile entre 1963-1973 no es sólo un problema de responsabilidad de algunas personas. No lo es ni en forma exclusiva ni predominante. Es un asunto que afecta a nuestra institucionalidad y a nuestra historia reciente. No sólo a un determinado partido, sino a todos ellos. No sólo a los partidos, sino también a la prensa, a los gremios, los empresarios, el periodismo, las actividades publicitarias y a las fuerzas armadas. Es un asunto político, en el más alto sentido del término, en cuanto afecta al Estado y al poder, a la moralidad y a la confianza ciudadana: ¿Qué debemos creer de todo esto? Y después de aclarar lo hechos, ¿qué debemos hacer para mejorar nuestra convivencia y nuestro sistema político para que hechos como los denunciados no vuelvan a ocurrir?.

Calificación de los hechos

En la búsqueda de un juicio moral, una primera aproximación al asunto es mirar las conductas, los actos en sí mismos, con prescindencia de quiénes los ordenaron o cometieron. Desde esta perspectiva las acciones de la CIA en Chile consistieron en una gama de conductas que merecen calificaciones diversas y que se podrían agrupar en cinco categorías.

Primera, delitos comunes o crímenes. Tales son, por ejemplo, la participación en el secuestro del general Schneider o el tráfico de armas hacia grupos subversivos.

Segunda, actos que son – o debieran ser, al menos – constitutivos de faltas o delitos, como es el caso de algunos funcionarios – civiles y militares – que aceptaron ser agentes del servicio de inteligencia de una potencia extranjera hecho que el Código Penal debiera tipificar como un delito. Del mismo modo, aquellos que aceptaron directamente fondos de la CIA o se prestaron para canalizar, de modo encubierto, esos recursos a diversas organizaciones.

Tercera, delitos políticos, violaciones del orden constitucional y legal, conspiraciones contra la institucionalidad democrática y, en fin, una amplia gama de comportamientos extralegales que están sancionados en la Ley de Seguridad Interior del Estado y en el Código Penal.

Cuarta, actos que importan grados diversos de venalidad y que si no son sancionados por la legislación penal son, a lo menos, trasgresiones fuertes a normas éticas como aquellos periodistas que eran “fichas” de la CIA y que, en tal carácter, escribían por encargo editoriales “favorables a los intereses de los Estados Unidos….(o)... suprimían noticias nocivas para los Estados Unidos”.

Quinto, actos que en sí mismos no importan faltas o delitos, sino que se hacen criticables en razón de su vinculación con una agencia de inteligencia de un gobierno extranjero. Es el caso, por ejemplo, de los recursos para financiar un centro de estudios.

Responsabilidad norteamericana

Al analizar éticamente las actividades de la CIA en Chile, lo que parece más inequívocamente condenable es el Estado norteamericano.

La comisión de esos actos aparece como una política de Estado, resuelta en organismos regulares del más alto nivel. No cabe aquí la excusa de que se trata de excesos o de decisiones adoptadas con desconocimiento de los superiores en la línea de mando. Por el contrario, el órgano que adopta las resoluciones – sea el Grupo Especial, Comité 303 o Comité 40 – era una instancia al más alto nivel del Estado, presidida por el Asesor del Presidente para Asuntos de Seguridad Nacional y que lo integraban, entre otros, el subsecretario de Defensa, el jefe del Estado Mayor Conjunto, el director de la CIA, el subsecretario de Estado para Asuntos Políticos y aun otras autoridades.

En ese nivel, con plena información y debate, los Estados Unidos adoptaron la decisión de distorsionar, de modo encubierto y clandestino, el proceso político chileno e, incluso, como ocurrió cuando se decidió impulsar el “Track II”, la destrucción de su democracia. A partir de esas decisiones hubo una planificación de actividades que comprendió los cinco tipos de actos que hemos descrito en el párrafo anterior, esto es desde crímenes a operaciones relativamente inocuas, pasando por violaciones del orden constitucional y legal del país y el soborno e infiltración de sus instituciones públicas y privadas.

Es cierto que el contexto histórico en que esas actividades se ubicaban era el de la Guerra Fría, de la confrontación entre las dos superpotencias por la hegemonía mundial, lo que se traducía en una variedad de conflictos que iban desde la amenaza nuclear, las guerras regulares, las luchas guerrilleras y las operaciones encubiertas para controlar desde universidades hasta partidos, pasando por la prensa, los sindicatos. Es cierto, también, que en ese contexto operaban en Chile no sólo Estados Unidos sino sus antagonistas, la Unión Soviética y algunos de sus aliados.

Sin embargo, tales hechos no varían la calificación de algunos de tales actos como contrarios a la ley y a la moral.

Finalmente, a contrario de lo sostenido por sectores mayormente de la Alianza por Chile, no es condenable la desclasificación de documentos que ha permitido conocer las acciones encubiertas de la CIA en nuestro país.

Por el contrario, tal vez lo rescatable de la actitud norteamericana en estos hechos ha sido este ejercicio de transparencia. Y si algo se le puede criticar es que no haya sido más completo. Es un gran bien que se conozcan las conductas que se critican. Más grave habría sido que ellas hubieran permanecido en secreto por siempre.

Responsabilidad de chilenos

A diferencia del gobierno norteamericano, que planificó, aprobó en organismos regulares y llevó a cabo bajo supervisión de su agencia de inteligencia los hechos que comentamos, la situación de los chilenos que fueron parte de esas operaciones plantea problemas más complejos.

De partida, habría que decir que para que haya responsabilidad moral por un hecho constitutivo de delito o de una falta ética, es necesario que exista dolo o, al menos, culpa. Lo anterior plantea desde el inicio la existencia de situaciones que se analizan a continuación.

Primero: el que recibe ayuda sin saber que es de una agencia extranjera. Este caso puede ser muy posible tratándose de la campaña de finanzas de una candidatura política debido a la completa falta de regulaciones que ellas tenían en los años que ocurrieron esos hechos y que continúan teniendo ahora. El financiamiento de esas campañas se hace sobre la base de una multiplicidad de canales, en un período de tiempo bastante breve y para un gasto inmediato. Todo el procedimiento es informal: no existen recibos; el donante no debe acreditar el origen de sus fondos ni si ellos guardan relación con los ingresos que acreditan sus declaraciones de impuesto a la renta, por ejemplo; por supuesto el aportador de fondos puede solicitar reserva de su nombre y del monto de la donación; igualmente podrá declarar que actúa como mandante de otros a los que no le está permitido individualizar; etc. Generalmente estas funciones son entregadas a grupos de empresarios de influencia en el mundo de los negocios de modo que no resulta sorprendente que reúnan cuantiosas sumas de recursos.

Pero aún tratándose de financiamientos que puedan ser objeto de un análisis más cuidadoso, como el de un instituto de investigación o un programa de desarrollo rural, al receptor de la ayuda le puede resultar imposible descubrir el origen real de los fondos, en el caso de que una agencia como la CIA decida mantener reserva sobre ese hecho. En el mundo actual son miles los centros (fundaciones, consejos, universidades, institutos eclesiásticos, fondos, programas.) que facilitan cooperación a actividades sin fines de lucro. Las relaciones entre esta pléyade de organizaciones no son siempre fáciles de pesquisar ni le es posible al aceptante de la ayuda hacer una auditoría tendiente a precisar el origen de los fondos que se le van a donar o prestar. El explosivo aumento de ONGs, fundaciones, asociaciones, siendo un gran bien para el desarrollo de las sociedades y para la canalización de fondos hacia objetivos nobles y caritativos ofrece, también, excelentes oportunidades para hacer aparecer a dineros “negros” como “blancos”.

De las operaciones que se han reseñado en el Informe sobre “hechos”, hay dos que se destacan como un caso de recepción de ayuda sin conocimiento de que se trataba de dinero de una agencia extranjera: es el financiamiento a la campaña de Eduardo Frei en 1964, y a la campaña de Jorge Alessandri en 1970.

Las referencias de la Comisión Church son claras: “Más de la mitad de la campaña del candidato democratacristiano fue financiada por los Estados Unidos, aunque aquel no recibió información sobre la ayuda… Tras una discusión, el Grupo Especial decidió no informar al candidato democratacristiano, Eduardo Frei, del apoyo encubierto norteamericano a su campaña. Por lo tanto, se movilizaron una serie de intermediarios para hacer llegar el dinero a los democratacristianos… El 27 de agosto de 1972 el Grupo Especial aprobó el empleo de un tercer país como canal para las contribuciones… el dinero de la CIA, presentado como si fuera de origen privado, le fue entregado a los democratacristianos por intermedio de un empresario particular”.

En el caso de Jorge Alessandri los fondos, provenientes de empresarios norteamericanos, fueron canalizados a su campaña a través de un contacto de la CIA: “En julio de 1970, un representante de la CIA en Santiago se reunió con representantes de ITT y, en una discusión sobre las próximas elecciones, indicó que a (Jorge) Alessandri le caería bien una ayuda financiera… Geenen (presidente de la ITT) ofreció suministrarle a la CIA una suma sustancial de dinero para emplearla en la campaña de Alessandri… un millón de dólares. La CIA rechazó la oferta. El memorando indicaba además que se solicitó el consejo de la CIA respecto de un individuo que pudiera servir de conducto para la entrega de fondos de la ITT destinados a la campaña de Alessandri. La CIA confirmó que el individuo en cuestión era un canal de confianza que podría utilizarse para hacer llegar los fondos a Alessandri”. Una relación de este tipo y características no establece relaciones entre el beneficiado por la ayuda y la agencia.

Segundo: el que recibe ayuda de una agencia extranjera sabiendo el origen de esos fondos e incorporándose a su estrategia. Aquí nos encontramos ante una situación éticamente condenable. Obviamente, la gravedad de esa condena dependerá de la naturaleza de los actos a que el receptor de la ayuda se comprometa. Hay actos de venalidad menor como escribir artículos periodísticos por encargo y otros que simplemente son crímenes como recibir armas y financiamiento de una potencia extranjera para secuestrar una alta autoridad del Estado con el objeto de desencadenar una ruptura institucional.

A la luz del Informe Church, esta situación tuvo lugar en un grado no despreciable. Hay casos notables. Refiriéndose a los años 1964-1969, aunque bien por el contexto en que se ubica la frase pudiera entenderse 1964-66: “En este período la CIA estuvo en tratos con un funcionario chileno a nivel ministerial, si bien con flacos resultados”. El texto en inglés es “....the CIA dealt with a chilean official at the cabinet level…”. El verbo “deal” no permite establecer si estos tratos comprendían, además, arreglos de naturaleza pecuniaria.

Existen, también, referencias a las Fuerzas Armadas chilenas. “En julio de 1969 la Estación de la CIA en Santiago solicitó y obtuvo de la sede principal la autorización para un programa encubierto destinado a implantar fichas de inteligencia en las fuerzas armadas chilenas con el fin de seguir de cerca los preparativos de un golpe. El programa se prolongó cuatro años; incluía fichas provenientes de las tres ramas de las fuerzas armadas chilenas y abarcaba altos oficiales, oficiales de guarnición, oficiales de estado mayor retirados y personal de tropa”.

Es preciso considerar con cuidado el párrafo anterior, pues no debe entenderse que toda “ficha” fuera a sueldo de la CIA. Esto puede ser aclarado a la luz de otro párrafo del informe:

“En la recolección clandestina de inteligencia, el propósito de la relación (de la CIA con nacionales de otros países) es acumular información. Un funcionario de la CIA establece una relación con una ficha extranjera —pagada o no— dentro de un partido o dentro de una institución gubernamental a fin de enterarse de lo que sucede dentro del partido o de la institución.

En principio no hay intento alguno por parte de la CIA para influir en los actos de la ficha”.

Es, pues, posible que estas relaciones no hubieran aportado inoculaciones pecuniarias entre la CIA y las “fichas de inteligencia” al interior de las tres ramas de las fuerzas armadas.

El fenómeno se revela más grave entre el 4 de setiembre y el 4 de noviembre de 1970. Aquí, el informe nos habla de una relación en la que ya no sólo existen vínculos para la recolección clandestina de inteligencia, sino la posibilidad de encomendar a “las fichas” operaciones anticonstitucionales concretas:

“Las acciones encubiertas de Track II para organizar un golpe militar que privara a Allende de la presidencia, tomaron por sorpresa a la Estación de Santiago. Sus dos fichas en el ejército chileno no estaban en condiciones de provocar un golpe”.

El Informe cuenta que, después de la muerte de Schneider, “la Estación volvió a quedar otra vez con solo sus fichas iniciales dentro del Ejército. La Estación necesitó otros diez meses para reconstruir una red de agentes entre los recelosos militares chilenos”.

Conste que esta vez no se emplea la palabra “fichas” (assets), sino directamente la de “agentes” (agents). Y sin duda en las páginas siguientes el Informe distinguirá entre la “red de contactos” (“its network of contacts”), hecho que puede ser irreprochable, pues ellos aparentemente se hacían a través de los Adictos militares o personal de la Misión Militar sin que importaran relación pecuniaria entre la CIA y los militares, y “la red de agentes” (“its network of agents”), a quienes la Agencia podría utilizar para trabajos clandestinos, como por ejemplo una “maniobra de distracción destinada a poner en alerta a los oficiales chilenos frente a la intromisión, real o imaginaria, de los cubanos en el ejercito chileno”.

Claramente se trata de agentes como lo señala la frase siguiente: “En el otoño de 1971 la Estación y la Sede sostuvieron un diálogo tanto sobre la cuestión general de que hacer con la red de inteligencia como sobre los objetivos de la operación específica”.

Estos hechos son graves. No obstante, ellos están distantes de comprometer a la institución, pues afectan a algunos de sus miembros, que sería importante identificar y juzgar; pero la institución no es manejada por “la red” y, como el Informe lo señala, no lo es tampoco en el caso del golpe de Estado, el 11 de setiembre de 1973.

“No hay pruebas sólidas de colaboración directa de los Estados Unidos en el golpe, pese a las frecuentes aseveraciones en ese sentido”.

“En 1972 la Estación continuó vigilando de cerca al grupo que podría dar un golpe exitoso, y le dedicó mucho más empeño y más tiempo a la penetración de ese grupo de los que había consagrado a otros grupos en el pasado… En enero de 1972 la Estación había logrado infiltrarse en él…”. La CIA lo infiltró, pero no lo controló. También impresiona el grado de corrupción que la CIA alentó en el periodismo al contratar “agentes” que infiltraban la línea editorial de los medios, publicando editoriales “inspirados por la CIA” y manipulando las noticias de modo de servir los intereses norteamericanos.

“Por ejemplo, un proyecto de la CIA en Chile sostuvo entre una y cinco fichas en medios de comunicación durante los siete años que funcionó (1965-1971). La mayoría de esas fichas escribían artículos o editoriales favorables a los intereses de Estados Unidos en el mundo… suprimían noticias nocivas para los Estados Unidos… y redactaban artículos contra los izquierdistas chilenos”.

“Otras fichas financiadas dentro de este proyecto colocaban casi a diario en El Mercurio, el principal diario de Chile, editoriales inspirados por la CIA y, después de 1968, ejercieron un control sustancial sobre el contenido de las páginas internacionales del periódico”.

Al juzgar la información entregada por el “Informe Church”, se llega a la conclusión de que la CIA fue cuidadosa en restringir la información de modo de proteger una “zona gris” ubicada en organizaciones políticas no partidarias, en sectores de la producción y del comercio y en poderosas máquinas publicitarias, todos vinculados a la derecha. Al referirse a esta área el Informe tiene una imprecisión que no observa cuando tiene que hacer alusión a los partidos políticos a los que alude por sus nombres o a El Mercurio o a las Fuerzas Armadas. Aquí, en cambio, las alusiones son capciosas e imprecisas. ¿Qué razón puede haber para que cuando se ha mencionado a los partidos políticos por su nombre, haya que referirse en cambio a “una organización de estudios afiliada a la oposición”, a “un semanario inflexiblemente derechista”, o a “medios noticiosos amigos”, o a “grupos privados de ciudadanos”, o a “grupos derechistas de mujeres y de ‘acción cívica’, o a “una poderosa asociación de empresarios”, o a “una organización que servía de pantalla para grupos de oposición”, etc.?

Sin embargo, las pistas para identificar esas operaciones están a la espera de investigaciones acuciosas sobre nuestro pasado reciente. Por ejemplo, la “campaña del terror” del 64 se hizo en torno de organizaciones de fachada que agrupaban a sectores de la derecha independiente, “no política”, dirigidos por personeros estrechamente vinculados a organizaciones patronales y que se agrupaban en organizaciones que se denominaban “Chile Libre” o “Foro por la Libertad de Trabajo”. La “campaña del terror” de 1970 mereció una “Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados de Chile” que arrojó antecedentes que valdría la pena volver a examinar.