Sección: Gobierno Bachelet: Gestación y desarrollo

Bachelet ¿quién la cuida de sus amigos?

Antonio Cortés Terzi

www.centroavance.cl
Noviembre 2004

Son conocidas públicamente las discrepancias y polémicas que han sostenido el senador Carlos Ominami y el diputado Camilo Escalona a propósito de las formas que debía revestir la precandidatura de Michelle Bachelet. Según recientes informaciones ambos parlamentarios han firmado la paz y llegado a acuerdos, cuyo primer fruto es un documento de carácter programático titulado “La batalla por el futuro”.

Una vez más estamos frente a la inagotable y sorprendente capacidad de personalidades socialistas para derrochar en anomalías, para generar situaciones confusas y equívocas, para hacer impúdicamente gala de factualización y personalización del poder y, sobre todo, para complicar a la precandidata socialista.

El documento y las declaraciones de los dos parlamentarios son señales que incuban actitudes y errores que pueden erosionar las proyecciones de Michelle Bachelet.

Ninguno de ambos ha ocultado nunca sus intenciones de presentarse como brazo derecho o principal asesor de la precandidata, dejando traslucir que cada cual tiene facultades y ambiciones para ser protagonista en la conducción de la campaña. Y todo ello amparado y justificado por los vínculos de amistad que tienen con Michelle Bachelet. Por eso es que la entente Ominami-Escalona bien puede considerarse como la constitución de una suerte de GAB (Grupo de Amigos de Bachelet), cuya misión sería devenir en instancia orientadora y administradora de la candidata y sus campañas.

El derroche de factualismo y personalización del poder se constata en que el anuncio del buenquistamiento entre ellos y el documento que lanzan no guarda ni una mínima formalidad institucional partidaria ni un mínimo sentido de representación de colectivos. No es un acuerdo entre dos dirigentes partidarios, pues ninguno de los dos ocupa cargos formales. Tampoco lo suscriben como jefes o representantes de tendencias partidarias. Y el documento lleva sólo sus firmas.

La señal no puede ser más clara: aquí se unen dos poderes socialistas que radican enteramente en dos sujetos que están en condiciones de ejercer sus poderes con eficacia porque son amigos de Michelle Bachelet.

Pero esta mala señal es casi nimia comparadas con varias otras.

Por la vía de hechos consumados, de declaraciones y entrevistas el senador Ominami y el diputado Escalona efectivamente han logrado instalar la imagen de que – antes por separado, ahora juntos – conforman el núcleo clave de la precandidatura de Michelle Bachelet. Y la gravitación que se les asigna es tanto más fuerte habida cuenta que hasta hoy se desconocen los equipos de asesorías y apoyos de la candidata PS-PPD.

Es evidente que con esa imagen se contradicen todas o casi todas las virtudes que han instalado a Michelle Bachelet a la cabeza de las preferencias ciudadanas.

En primer lugar, contradice su enorme capacidad de convocatoria transversal y de amplios mundos concertacionistas, filo concertacionistas e independientes. Si como bien dijo el Presidente del PPD, Víctor Barrueto, Michelle Bachelet es la candidata de la ciudadanía, lo lógico es que quienes la rodeen en un primer plano, o buena parte de ellos, sean identificables como representativos de esos mundos y de la ciudadanía de a pie.

Es cierto que aquello se puede plasmar más adelante. Pero los problemas están en que, de un lado, “más adelante” estará más consolidada la primera imagen y, por consiguiente será más difícil revertirla y, por otro lado, si, antes que ello se plasme, ya se percibe un equipo conductor, un primer “círculo de hierro”, por supuesto que ello provocará resistencias en algunos actores relevantes para integrarse a instancias ya establecidas y con jefaturas ya definidas.

En segundo lugar, los hechos criticados contradicen la oferta innovadora, novedosa, refrescante que ha sido asociada espontáneamente con la figura de Michelle Bachelet y que es uno de los elementos que más participa en la fortaleza de su popularidad y liderazgo. Por supuesto que ni el senador Ominami ni el diputado Escalona aportan a la confirmación de esa oferta. Por el contrario – y aunque sea tal vez injusto -, lo cierto es ambos son públicamente percibidos dentro del tradicionalismo político, como dirigentes duros y ásperos.

En tercer lugar, el hecho que difundan una plataforma programática a título personal y que a todas luces va a ser leída como un trazado de cancha programático, contradice la convocatoria participativa de Michelle Bachelet, sus cualidades de dirigente transversal, su predisposición a la amplitud concertacionista. Ese documento, en la medida que inevitablemente se le asocia a la precandidatura, tiende fácticamente a instalarle a ésta una impronta, un sello político-programático de manera precipitada, innecesaria e inoportuna.

Y en cuarto lugar, contradice los rumbos que debe seguir Michelle Bachelet para i) darle muestras al PPD que puede, sin ningún lugar a dudas, pensarla y sentirla como su candidata, ii) asegurarle al PRSD que tiene un espacio activo e igualitario en su precandidatura y, iii) señalar que política y programáticamente su postulación se ciñe a los parámetros del pluralismo concertacionista. Lo realizado por Ominami-Escalona no ayuda a caminar por esos rumbos.

Pero, aparte de estas contradicciones, hay otros dos equívocos relevantes. Uno, que quizá no sea un equívoco para sus autores, se encuentra en lo siguiente: si Carlos Ominami y Camilo Escalona se imponen como “representantes” o “voceros” de la precandidatura de Michelle Bachelet, con documento programático incluido, y si se tienen en cuenta los nombres que trascienden como principales asesores de Soledad Alvear, entonces, el escenario que se está forzando para la competencia entre las dos ex ministras es el de un enfrentamiento entre autocomplacientes y autoflagelantes.

Esa lógica, tal vez y sólo tal vez, puede ser electoralistamente eficiente para desenvolverse en una primaria abierta, pero tensaría a tales grados a la Concertación que cualquiera fuera la vencedora se encontraría después con gigantescas dificultades para erigirse en candidata con un respaldo concertacionista afiatado política y emocionalmente y para reunir en equipos sólidos las mejores capacidades de la Concertación.

Y el otro equívoco es que la iniciativa criticada lejos de colaborar a la superación de las fragilidades que se detectan en la precandidatura de Michelle Bachelet, tiende más bien a acentuarlas. En efecto, los puntos débiles que se comentan es la falta de equipos, de conducción, de carencias orgánicas, de exceso de secretismo o misterio, etc. El que dos personalidades, por muy importantes que sean, actúen por la libre proponiendo programas, creando de facto situaciones políticas que comprometen a la precandidata, asumiendo vocerías y representaciones en nombre de la amistad, etc., por supuesto, que contribuyen a fomentar las percepciones sobre debilidades.

En fin, nadie podría dudar que ambos parlamentarios vayan a desempeñar papeles trascendentes en la campaña de Michelle Bachelet. Pero, para ello es aconsejable más modestia, menos ansiedad, más prudencia y muchísima más prolijidad política.