Sección: Internacional: Reordenamientos y transiciones globales

El nuevo Papa y algunos dilemas que deberá enfrentar

Otto Boye

www.asuntospublicos.org
Abril 2005

La muerte de Juan Pablo II, más allá de las fuertes emociones causadas por la desaparición de un hombre históricamente significativo, que supo además hacerse querer por personas de todas las edades y condiciones, superando barreras culturales y raciales para otros infranqueables, abre un nuevo capítulo en la Iglesia Católica, cargado de desafíos y dilemas. No era fácil sustituir a un Papa como el que acaba de morir, que gobernó la Iglesia con fuerte y carismática personalidad por más de un cuarto de siglo, más aún si se consideran las muchas decisiones que tomó en todos los campos.

Analizar esta situación requiere capacidades que no tenemos en este momento, particularmente cuando todo se concentra ahora en el nuevo Papa – Benedicto XVI – y en miradas de conjunto que requieren experiencia y conocimiento profundo de la institución religiosa. Después de dejar constancia de algunos temas actuales, el peso del legado recibido y los dilemas que de allí pueden surgir, parece pertinente recurrir a un experto como el teólogo Hans Küng (1), cuya visión de futuro resulta de interés para apreciar la complejidad de las tareas del nuevo Pontífice y muchos de los temas con que necesariamente se verá enfrentado.

Cuatro dimensiones

En la imposibilidad material de intentar algo muy completo vamos a referirnos esta vez sólo a asuntos en cuatro terrenos, referidos a la moral, la doctrina social, la organización y forma de llegar la Iglesia a la gente y su rol en la política mundial.

Temas morales

Juan Pablo II se pronunció sobre un gran número de temas. Entre ellos, gran relevancia tuvieron los relacionados con la familia, la sexualidad humana y los muchos desafíos planteados por la era posmoderna en que estamos viviendo. No se trata aquí de entrar al análisis de cada uno de ellos, sino hacer una observación crítica general.

Creo que el mayor dilema de la Iglesia en temas morales está siendo cada vez más de índole metodológica. Su modo de aproximarse a ellos en la actualidad es excesivamente casuístico y la conduce, a mi juicio, a un callejón sin salida, que termina alejando el objetivo central de la moral, que es incrementar y estimular al máximo la presencia del amor en todas sus expresiones, o sea, del mandamiento central de Jesucristo, aquel que engloba a todos los demás. Hay demasiado Descartes, demasiado racionalismo cartesiano y newtoniano, en la forma en que la Iglesia desmenuza hoy la conducta humana, demasiada fragmentación del todo, llegando a hacerlo muchas veces irreconocible.

En lugar de convocar a la conciencia humana a discernir la mejor forma de encarnar el amor en las diversas situaciones, sin inmiscuirse en variadísimos detalles difíciles de evaluar en abstracto y desde lejos, las autoridades eclesiásticas han seguido ese camino escabroso, con resultados, por lo demás, poco halagadores, como se sabe. Mayorías abrumadoras de católicos en todo el mundo han respetado y amado a su Papa, por ejemplo, y hoy lo lloran sinceramente, pero han desobedecido en forma abierta las orientaciones dadas por él con énfasis y convicción indudables.

Doctrina social

Desde León XIII y su famosa encíclica de 1891, la Rerum Novarum, este es el aspecto más moderno y volcado al mundo de hoy por parte de la Iglesia. Aquí Juan Pablo II dejó un legado notable y valiente, que ahora debiera estudiarse cuidadosamente para avanzar a un desarrollo y aplicación más cabales. No eludió los temas y habló con extrema claridad. No vaciló en criticar la falta de solidaridad del actual sistema económico predominante y clamar por la situación de los más pobres (“no pueden esperar” dijo en Chile…).

Habló de una “hipoteca social” de toda propiedad. Denunció las injusticias de toda índole. El desafío actual consiste en delinear una alternativa sólida a la globalización neoliberal imperante, que el Papa fallecido dejó bastante esbozada. La Doctrina Social de la Iglesia contiene principios y orientaciones con la potencialidad para lograr este objetivo. No siendo una ideología pasajera, como lo son todas, tiene más permanencia y capacidad de servir de fundamento a la acción política de cualquier ciudadano que comparta sus valores fundamentales. Este es un aspecto sólido, donde la Iglesia puede hacer permanentemente nuevos aportes.

Organización

Este es el lado más débil de la Iglesia actual, pues está impregnado de patriarcalismo autoritario del que no se ha desprendido desde Constantino en adelante, en un mundo que crecientemente trata de alejarse de ese modelo.

Por desgracia, sigue rigiendo el sistema romano, imperial, vertical y presentado, a manera de blindaje, como querido por Dios. Aquí el Papa Juan Pablo II deja un pesado legado de decisiones que afianzaron este aspecto. En efecto, secundado por el Cardenal – y ahora Papa – Joseph Ratzinger y una Curia completamente leal, se practicó demasiada represión autoritaria durante este pontificado y poco diálogo con los afectados en el caso de numerosos teólogos disidentes.

Se le dio categoría de decisión definitiva y para siempre al celibato eclesiástico y al no acceso de las mujeres al sacerdocio. La Curia romana recuperó todo su poder, debilitado anteriormente por las políticas del recordado Juan XXIII y por el Concilio Vaticano II, que habían abierto tantas puertas y esperanzas. Aquí hubo un franco retroceso.

Rol en la lucha por la paz mundial

Este fue el otro punto fuerte del pontificado de Juan Pablo II, el que, además, trascendió las fronteras confesionales y llegó, influyendo positivamente, a todos los seres humanos. El desafío consiste en llevar este tema de la paz tan lejos como sea posible, considerando el predominio de la violencia en tantas partes del planeta. La promoción de la no violencia, pivote esencial de una estrategia para la paz y parte sustantiva del mensaje de Jesucristo, resulta aquí esencial. Juan Pablo II hizo mucho en este campo y el mundo se lo agradecerá siempre, pero, a la luz de lo que sigue sucediendo y por tratarse de un tema infinito, deberá ser aún más desarrollado todavía en el siguiente pontificado.

Las cinco peticiones de Hans Küng

Hans Küng, notable figura (3) que perdió su derecho a enseñar en cuanto teólogo católico por un artículo crítico escrito al año de haber asumido Juan Pablo II su cargo, hizo una reflexión dirigida a los cardenales que se reunirían en cónclave, donde les hizo peticiones relacionadas con el “tipo de Papa que necesita nuestra Iglesia en este momento”. Küng resumió todos los requisitos en cinco criterios, basados en el Nuevo Testamento, en la gran tradición católica y en el Concilio Vaticano II. Ellos son:

Primero: “Elegid un Papa que no se aferre al derecho medieval de la Iglesia, sino que siga la brújula del Evangelio, con las puntas dirigidas hacia la libertad, la misericordia y la bondad afectuosa en el tratamiento de todos los problemas pendientes. Para ganarse la confianza de los fieles, el próximo Papa no sólo debe constituir una autoridad formal, jurídica e institucional, sino también una autoridad personal, pertinente y carismática.”

Segundo: “Elegid un Papa que restaure la colegialidad del obispo de Roma con los otros obispos, que existió en la Iglesia de los primeros siglos y que fue solemnemente confirmada por el Concilio Vaticano II; que no considere a la Iglesia como un aparato de poder unilateral, que excluye el diálogo y la democracia, sino como una comunidad de fe, como el pueblo de Dios, con el Papa y los obispos a su servicio; que, por consiguiente, no considere los oficios de la Iglesia como una “norma sagrada” ( =jerarquía), sino como servicio ( =diaconía) a hombres y mujeres; que no se presente como único gobernante, sino como obispo principal incorporado al Colegio Episcopal, al servicio de todo el ecúmene; que no espere de los obispos obediencia ciega y una aplicación de la línea que él imponga, sino que los considere “buenos pastores” con responsabilidad propia, en asociación con el Papa, que se identifican principalmente con los fieles de su diócesis y de su país en el espíritu de Jesús. En una palabra, queridos hermanos, elegid un obispo compañero colegial. Porque ‘uno solo es vuestro maestro, y vosotros todos sois hermanos’ (Mateo, 23, 8).

Tercero: “Elegid un Papa que rechace el sexismo y el patriarcalismo de la Iglesia y la división de sus miembros en dos clases; que garantice el derecho de los teólogos a expresar libremente sus puntos de vista; que evite emitir veredictos moralizadores sobre problemas complejos como la contracepción, el aborto y la sexualidad; que respete el derecho de los sacerdotes a casarse, un derecho claramente garantizado en el Nuevo Testamento y la Iglesia del primer milenio, y que reconsidere la prohibición discriminatoria del matrimonio para los sacerdotes, que no se impuso hasta el siglo XI; que no excluya de manera despiadada y permanente a los divorciados que han vuelto a casarse de tomar parte en la eucaristía; que permita la ordenación de mujeres, algo que, a la luz del Nuevo Testamento, es urgentemente necesario ante la diferente situación actual; que corrija la perniciosa encíclica Humanae Vitae promulgada por Pablo VI sobre la píldora, que ha alejado a muchas católicas de su Iglesia; y que reconozca explícitamente la responsabilidad personal de los cónyuges en el control de la natalidad y en el número de hijos que tiene cada pareja; que, en consecuencia, se tome en serio las diferentes capacidades, llamadas y carismas en la Iglesia, los cuales son importantes para construir una comunidad de hombres y mujeres en comunión. En una palabra, queridos hermanos, elegid un Papa bien dispuesto hacia las mujeres. Porque ‘ya no hay hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús’ (Gálatas 3, 28)”.

Cuarta: “Elegid un Papa que asuma como propios los resultados de las comisiones de diálogo ecuménico y que los ponga enérgicamente en práctica; que por fin reconozca los ministerios protestante y anglicano, como desde hace tiempo recomiendan las comisiones ecuménicas y como ya se practica en muchos lugares; que revoque los repudios que datan de la Reforma y la excomunión de Martin Lutero. En una palabra, queridos hermanos, elegid para Papa a un mediador ecuménico. Porque el Evangelio de Juan dice de todos los creyentes: “Ruego para que todos sean uno” (Juan, 17, 21).”

Quinta: “Elegid un Papa que, a pesar de todas sus reivindicaciones de verdad, no reivindique el monopolio de la verdad; que no sólo desee instruir a las demás religiones, sino también aprender de ellas, de sus tradiciones estéticas, espirituales, litúrgicas, éticas, teológicas y filosóficas, sin confusiones sincréticas de ningún tipo; que conceda a las iglesias nacionales, regionales y locales una autoridad adecuada, de forma que puedan adaptar su estilo de vida y organización bajo su propia responsabilidad. En una palabra, queridos hermanos, elegid a un garante de la libertad y de la apertura en la Iglesia. Porque ‘donde está el espíritu del Señor, allí está la libertad’ (II Corintios, 3, 17).”

Fortalecer la esperanza de los fieles

La conclusión de Küng merece también ser citada:

“En contraste con la época de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II, en grandes partes de la Iglesia actual prevalecen el pesimismo y el derrotismo. Eso me llena de profunda preocupación, dado que toda mi vida como teólogo he trabajado para que los fieles puedan mantener la esperanza en nuestra Iglesia a pesar de las grandes desilusiones.

“Ahora, por supuesto, depende de vosotros el fortalecer las esperanzas de los fieles y sacar a la Iglesia de la crisis de esperanza, eligiendo a un nuevo Papa. Hay muchísimas personas, dentro y fuera de la Iglesia, que esperan que se supere la paralización de las reformas, que se discutan abiertamente los problemas estructurales que se sufren desde hace mucho tiempo, y que – bien el nuevo Papa en persona, el Sínodo Episcopal o finalmente un Concilio Vaticano III – encuentren una solución.”

¿Era mucho pedirle a una Iglesia, con más de mil millones de fieles, que fuese dirigida por alguien que tuviera el coraje y la visión de resolver positivamente estos dilemas?

A lo menos, el solo enunciado de los problemas hecho por Küng muestra la magnitud de la tarea y explica cierto escepticismo ambiental que se respiró en los días previos a la elección del nuevo Pontífice. Pareciera que pueden venir días muy amargos para la Iglesia Católica y, por su gravitación, para todo el mundo.

NOTAS

1) Con Küng ha sucedido algo que retrata la superficialidad con que se manejan algunos medios. Ansiosos por echar leña a la hoguera, ciertas publicaciones sacaron a la luz un escrito de Küng de hace dos años, presentándolo como redactado apenas fallecido Juan Pablo II. El único escrito producido de verdad después de dicho acontecimiento ha sido una carta a los cardenales que van a entrar al cónclave a elegir al nuevo Papa. Es este documento el que usaremos aquí. El primero era una crítica al pontificado de Juan Pablo II al cumplir 25 años de existencia. El segundo, en cambio, mira al futuro de la Iglesia y, sin desmentir al primero, va mucho más allá, mostrando a un teólogo que, sin perjuicio de sus discrepancias con la Jerarquía, ama a su Iglesia y quiere su bien.
2) Küng, criticado y alabado en todo el mundo, no deja indiferente a nadie. Con 77 años ha producido obras que alcanzan dimensiones monumentales. He leído por ahí calificaciones nada cristianas, como “bandido y hereje”, dichas en su contra. No es este un camino adecuado, pues tiene un corte inquisitorial inaceptable en cualquier caso, pero mucho más frente a quien siempre razona y explica lo que afirma.