Sección: Partido Socialista: Recomposiciones y debates

La crisis de la elite socialista

Alfredo Joignant

www.centroavance.cl
Agosto 2004

En las últimas semanas el PS ha experimentado inusuales trastornos internos, los cuales delatan una preocupante situación de enervamiento militante y de animosidades elitistas que ponen en riesgo la gobernabilidad de su conducción.

La política de disciplinamiento dirigida a algunos militantes respecto del royalty es sólo un ingrediente de un cóctel de dificultades mayores referidas al programa de desarrollo político de la organización más histórica de la Concertación después del radicalismo.

A decir verdad, estos trastornos ocultan de modo cada vez más dramático una verdadera crisis de desarrollo del PS, cuya principal base de sustentación es la profunda despolitización que afecta tanto a su base militante como a su personal dirigente.

¿Qué cabe entender por despolitización? Algo tan simple y lamentable como la extinción del intercambio competitivo de ideas con el fin de conquistar hegemonía al interior del partido, dando lugar a luchas cada vez más fundadas en protagonismos personales cuya legitimidad reside en la sustentación de misiones fundadas en razón.

A riesgo de ser acusado de derrotismo, sostengo que lo que ha entrado en crisis, junto a la elite socialista, es la propia organización. En efecto, la meta del 14 ó 15% de los votos en las próximas elecciones, pudiendo eventualmente ser alcanzable, no tiene mucho que ver con el éxito programático de un partido creativo, sino más bien con lógicas de negociación e ingeniería electoral que distan mucho de coincidir con hegemonías culturales duraderas.

Siempre es conveniente preguntarse por qué en Europa, allí donde se origina el socialismo, los partidos y coaliciones de izquierda en el poder, dotados de afanes reformistas que pasarían en Chile por programas revolucionarios, se sustentan en una fuerza principal que en pocos casos desciende del 30% de los votos. Es precisamente de esta fuerza que la izquierda en Chile carece, más aún cuando en nuestros pequeños y medianos partidos (PS, PPD y PRSD) se carece de ideas poderosas que el propio Gonzalo Martner intentó instalar, muy tempranamente, a través de un libro a finales del año pasado.

Digámoslo de una vez: si el PS nunca ha logrado superar la barrera del 20% ni siquiera en su mejor momento (el de la UP), menos se logrará hoy, independiente de las buenas ideas que se puedan tener, de las voluntades de dominación electoral, de la frialdad negociadora o, simplemente, del triunfo de tal o cual sector al interior del socialismo criollo.

Transitar hacia un nuevo socialismo no es un itinerario caprichoso, sino una opción que se funda en datos de realidad francamente inalterables, incluso en una hipotética condición de partido opositor a un gobierno de derecha, una situación que generaría una mayor y decidida impronta de izquierda con un impacto electoral algo superior a las metas que se ha impuesto el PS para las próximas municipales. Objetivamente, el PS no podrá crecer de modo racional, creativo y sostenido por sí sólo, sino transitando hacia una nueva organización cuya arquitectura deberá ser inventada en clave de federación con otros partidos progresistas, o de modo más improbable en tanto nuevo partido.

La refundación del PS por la que abogo no tiene por qué ser sinónimo de renuncia a viejos ideales cuya vigencia me parece enceguecedoramente evidente, en el marco de coordenadas históricas marcadas por los principios de igualdad y libertad, y de causas justas fundadas en la construcción de esquemas de vida basados en la cooperación y en modos más colectivos y solidarios de existencia.

Del mismo modo que en otros tiempos muchos partidos de izquierda debieron emprender el camino de la refundación con el fin de erigirse en fuerza principal, creativa y eficaz en las luchas por los grupos sociales más excluidos y dominados, se deberá hacer estoicamente el esfuerzo de plasmar, en una nueva arquitectura, una organización que, tal como existe, podría durar eternamente, pero desde una cierta condición de marginalidad que no hace posible la construcción de hegemonías.

El socialismo como cuerpo de ideas, como organización, pero también como pasión y sentimiento, se encuentra en peligro de ser superados por otras pasiones, esta vez conservadoras, provenientes de un mundo de derecha que ha dado muestras de un sentido misional nunca antes visto en ese lado del espectro en Chile.

Se quiera o no, será inevitable en el mediano plazo encarar una configuración distinta de las fuerzas políticas chilenas, a través de las mismas sociedades entre laicos y cristianos, pero a partir de identidades cobijadas en organizaciones nuevas y, probablemente, más complejas. No se trata de renunciar al socialismo, sino por el contrario, reencontrarnos con un impulso originario en cuyo marco el propio Marx no vaciló nunca en alabar la creatividad orgánica del socialismo naciente en el último tercio del diecinueve. En el intertanto, reivindiquemos a la razón como modo de ejercicio de la política y a la imaginación como manera onírica de albergar esta insuperable pasión.