Sección: Pensamiento político: Debates contemporáneos

Las derechas también cambian

Antonio Cortés Terzi

www.asuntospublicos.org
Octubre 2004

En el curso de la campaña electoral para los comicios municipales, la derecha mostró varias “novedades” en relación no sólo a otras elecciones sino, incluso, respecto de algunos de sus propios ancestros ideológico-discursivos y político-conductuales.

Los cambios visibles

De estas “novedades” se pueden destacar algunas de ellas, las que más ilustran que algo o más de algo cambió en algunos comportamientos de la derecha.

a) Después del “lavinazo”, después del Estado de Excepción decretado para los partidos de la derecha, efectivamente la Alianza logró articular una dirección política única que fungió eficientemente como tal y no sólo como comando de campaña. Es decir, constituyó una dirección única que condujo el proceso eleccionario, pero que también condujo con autoridad la política de la derecha. Si alguien duda, ahí están las recientes reformas constitucionales y sus respectivas votaciones en el parlamento.

b) Ese ejercicio ordenador y disciplinador – dirección política única -, que es de por sí una novedad, refleja otro cambio significativo en la derecha, específicamente, en la derecha que ha hegemonizado el sector por más de tres lustros, a saber, la UDI y sus entornos. En efecto, para llegar a conformar esa instancia era menester que la derecha reasumiera la centralidad de la política cuando de asuntos políticos y/o de poder se trata. O sea, para presentar esa novedad, la derecha tuvo que romper al menos con tres tradiciones que hacían imposible la recuperación de esa centralidad: i) la tradición de asegurarle espacios de decisiones a los caudillos; ii) la de aceptarle a grupos corporativos una organizada y persistente influencia en el mando político y iii) la de adornar a sus dirigentes, líderes, políticas, discursos, etc., con el manto de la “independencia” y el “apoliticismo”.

Lo anterior no quiere decir, que la derecha, en el lapso de la campaña, haya dejado atrás y por completo esas tradiciones. Sólo quiere decir que lo novedoso consiste en que las tradiciones pesaron menos que las innovaciones y que la impronta conductual de la derecha fue la de situar a la política y a sus actores a la cabeza de su mundo socio-cultural.

La derecha ¡hasta habla de la distribución del ingreso!

c) Novedad es también que la derecha se haya aventurado, en el curso de la etapa electoral, a incursionar en temas que habitualmente soslayaba o que abordaba con incomodidad y que, claramente, implica una decisión por penetrar en el universo ideológico-discursivo del progresismo. Se atrevió a hablar de pobreza, de injusticia y desigualdad social y ¡hasta de distribución del ingreso! Claro, no estuvieron ahí los énfasis comunicacionales de su campaña, pero lo cierto es que plantearon ese tipo de problemas desde una perspectiva crítica…y esa es la novedad.

d) Otro cambio novedoso fue la flexibilidad, la maniobrabilidad que lució la derecha en esta campaña. Por ejemplo, en unos cuantos meses modificó sus ejes discursivos para los fines electorales. De cuatro o cinco con los que partió, terminó concentrándose en dos: desempleo y seguridad ciudadana. Por otra parte, después de que fuera Joaquín Lavín y la UDI quienes comenzaron presidencializando la elección, en su fase final culparon de ello al gobierno, mientras ellos se volcaban a lo local y a sus viejas prácticas clientelísticas. Y nada de eso fue óbice para entrar a negociar y aprobar reformas constitucionales.

Esta flexibilidad y maniobralidad – ejecutable cuando se dispone de una autoridad central – puede tener varias explicaciones un tanto obvias. Pero la novedad principal estriba en que fue un recurso empleado para moverse por entre las heterogeneidades sociales del electorado y evitar concentrarse en demasía en algunos estamentos, como había ocurrido en elecciones anteriores.

e) Por último, la derecha ofreció como novedad la mutación de su líder, del alcalde Joaquín Lavín. En lo sustantivo – y ya se ha dicho mucho al respecto – el cambio consistió en el abandono o minimización de las laviniadas y de la política-espectáculo, para suplirlos con actos y gestos que le dieran la imagen de “estadista”, de político y de dirigente nacional. Poco importa cuán exitosa fue o será la transformación, lo relevante es que se vincula al proceso general de cambios. Se relaciona al valor de la centralidad de la política, al papel aglutinador y conductor de la misma, a la necesidad de acercamiento a la pluralidad del electorado, etc.

Los cambios van en serio

Ahora bien, estas novedades y otras que mostró la derecha pueden ser evaluadas como medidas adoptadas por requerimientos estrictamente político-electorales. En tal sentido, no representarían verdaderos cambios, cambios con densidad política, intelectual e histórica.

Es probable que una explicación tal sea mayoritariamente compartida dentro de las filas progresistas. Ciertos ideologismos y prejuicios que perviven al seno de esas culturas políticas les impelen a negarles a las derechas intereses y capacidades renovadoras, como si fueran entes extrañísimos, sólo susceptibles de involuciones, pero no de evoluciones.

Por supuesto que el factor electoral está presente en estas novedades o cambios. Pero si se les mira como totalidad y si se les analiza en sus contenidos de fondo, se debería concluir que su desarrollo e implementación necesariamente requirió de un proceso previo, y no breve, de reflexiones, debates y preparativos para plasmarlo. Ergo, aun cuando los cambios apuntaran hacia un acto electoral, el proceso que los hizo posible tiene que haber estado estimulado por otros fenómenos.

Forzada al cambio

Lo que aquí se sostiene como explicación, no única, pero sí determinante, de las novedades en cuestión, se puede sintetizar de la siguiente forma: desde hace años, las derechas, como pensamientos políticos universales, están siendo presionadas y están aptas para asumir procesos renovadores de proyección histórica y, de hecho, los están viviendo. La derecha chilena, insular como es y con relaciones no muy afectuosas con sus propios mundos intelectuales, ha tardado en seguir esos rumbos, pero está forzada a hacerlo y lo está haciendo. Los cambios o novedades que lucieron en esta campaña electoral son parte de ese proceso dentro de la concretidad de una elección.

Podría decirse que esta campaña le sirvió, en gran medida, como un espacio político-práctico de experimentación de su proceso renovador.

Hay que entender que tal proceso se origina de manera muy distinta a las renovaciones que han enfrentado las corrientes progresistas. Tal vez por eso es que la renovación de la derecha pasa relativamente inadvertida, incluso para muchos de sus propios adherentes.

La distinción más importante es que la renovación de derecha no está precedida ni de derrotas ni de situaciones catastróficas. En consecuencia, está exenta de autocríticas dramáticas. Por otra parte, tampoco es una renovación que esté destinada a adecuarse a una realidad imprevista o insatisfactoria, como ocurrió con las renovaciones progresistas. Es más bien un proceso de actualización de pensamientos y políticas en el marco de cambios históricos que no contradicen, en lo sustantivo, el pasado político-cultural de las derechas.

Universalidad y contenidos del fenómeno

Para evitar extender este artículo en exceso, a continuación se puntualizan y simplifican algunos fenómenos universales que impulsan a transformaciones de las derechas y los contenidos o direcciones que adquieren esas transformaciones, actualizaciones o cambios.

1. Mal que les pese, las derechas ya no podrán ser jamás las mismas después del derrumbe de los socialismos reales, después de la debacle del comunismo como pensamiento, programa y política y después del surgimiento de una izquierda y un progresismo cuyo sello doctrinario no es lo anti-sistémico.

Cuando el “enemigo principal” de una fuerza política se extingue y/o deviene en un actor radicalmente distinto, es imposible que esa fuerza política permanezca incólume. Máxime si la enemistad condicionante se ha arrastrado a lo largo de todo un siglo.

Sin “comunismo” la derecha ha perdido gran parte de su identidad histórica y de su razón de ser historicista. Por lo mismo, le llegó la hora de asumir la necesidad de reconstruir una personalidad modernamente actualizada.

2. Por cierto que este enorme nuevo escenario presiona a la derecha en muchos aspectos, pero aboquémonos a dos:

El primero es hacia una revalorización del pensamiento, del trabajo intelectual, del acto teórico. Es evidente que sin recreación de pensamientos no es dable adquirir una nueva identidad.

El segundo dice relación con el primero pero se refiere específicamente al sinceramiento intelectual y ético sobre algunos de los viejos conceptos más usados en sus pugnas contra “los bárbaros”, a saber, acerca de lo republicano y de lo democrático, o si se quiere, acerca de la figura del Estado moderno. Y es menester este sinceramiento, básicamente, por dos razones:

- Durante muchas décadas las derechas se arroparon en lo democrático y en lo republicano para los efectos de ampliar las convocatorias anti-subversivas o anti-comunistas, pero, a la par, respaldaban regímenes dictatoriales con el mismo afán. Luego, no es claro si la historia política de la derecha ha asentado dentro de sus principios “duros” el de la democracia y el de lo republicano.

- Se sabe que en las matrices intelectuales de la derecha actual gravitan intensamente los pensamientos provenientes de las escuelas económicas neoliberales y, por lo mismo, le confieren al mercado una cualidad casi de factótum y una dimensión que puede llegar a niveles míticos enajenantes. (Véase, por ejemplo, como Tomás Flores, economista del Instituto Libertad y Desarrollo, se refiere a los mercados tal cual se tratara de seres humanos: “Los mercados aprenden, tienen memoria y recuerdan… Entonces, cuando los mercados escuchan hablar de impuestos…” (Entrevista en El Mercurio, 21/10) Ahora bien, la imposición plena del mercado y de sus leyes en la vida social, plantea fácticamente coacciones a la democracia y deterioros a la institucionalidad republicana. Ante este conflicto, la derecha debe definir conceptualmente los alcances que le asigna a la democracia y a lo republicano y ya sin el temor de que sus verdaderas apreciaciones pudieran ser aprovechadas por los “enemigos de la democracia”.

Digamos, casi como nota, que esta demanda no tiene intenciones acusatorias hacia la derecha. Sólo se plantea por cuanto, hoy por hoy, “vivimos una época de democracia confusa”, como escribe Giovanni Sartori, y lo saludable es, en consecuencia, que las culturas políticas se definan ante tal confusión.

La derecha, fuerza “progresista” en la globalización

3. Ninguna duda cabe que las derechas –al menos en las naciones desarrolladas y de desarrollo relativo- están asociadas al devenir del capitalismo. Hoy, en lo grueso y en lo sustantivo, el capitalismo se encuentra en una fase expansiva, modernizadora y globalizadora, estructuralmente “progresista”. En base a ese dinamismo, las derechas no tienen por qué ser fuerzas conservadoras por antonomasia. En otras palabras, los cambios globalizadores y modernizadores que promueve el capitalismo contemporáneo, le confiere a las derechas la posibilidad de ser, efectivamente, “fuerzas de cambio”. Y tanto más en naciones donde aún perviven rezagos de momentos estructurales del pasado.

Tal fenómeno induce a las derechas a readecuaciones de su ser político. Hasta ahora las derechas – pasada la era de las reformas “neoliberales” y, especialmente, en países como Chile – han sido políticamente pasivas ante los cambios estructurales del capitalismo moderno. Han sido “fuerzas de cambio”, pero inerciales. Han subordinado la política, más que a las ciencias económicas, a la espontaneidad del movimiento económico. De ahí sus dificultades para erigir proyectos políticos orientadores.

Por otra parte, y merced a este casi abandono de la política a la suerte de los mercados, las derechas dejaron grandes espacios para que, al seno de sus mundos socio-culturales, se desplegaran liderazgos factuales provenientes del empresariado, lo que acentuó la contaminación de las políticas derechistas con corporativismos empresariales, corporativismos que, en determinados casos y en determinadas circunstancias, resisten a la dinámica general que asumen los cambios modernizadores y globalizadores.

En pocas palabras, para devenir en congruentes “fuerza de cambio”, de acuerdo a las condiciones que para ello le genera el capitalismo contemporáneo, las derechas han de reasumir la política como actividad dirigente y sobreponerse del corporativismo empresarial que han acuñado en su seno.

Concertación versus esta nueva realidad

Estas – y otras – transformaciones o cambios están siendo procesadas en el presente por la derecha chilena. La campaña electoral para las municipales dio visos acerca de ese proceso.

Lo que cabe anticipar, a propósito de estas observaciones, es que, en el nuevo período electoral que se abrirá pronto, la Concertación se enfrentará a una derecha en evolución, a una derecha en cotidiano distanciamiento de la derecha conocida, a una derecha “novedosa” en materia de proyecto, de políticas, de estrategias, de discursos y, tal vez, hasta de dirigentes.

Será una evolución que no sólo reactualizará la interioridad de la derecha, sino que también readecuará sus nexos con una sociedad también en evolución. Mezcla riesgosa para la Concertación. Y tanto más si no cambia sus miradas y percepciones acerca de la derecha.