Sección: Política y modernidad: Cambios, instituciones y actores

PPD: ¿un proyecto vigente?

Ernesto Águila Z.

www.centroavance.cl
Junio 2004

Como todo partido el PPD es hijo de las circunstancias históricas que lo vieron nacer. Su vigencia depende en gran medida, por tanto, de la subsistencia de aquellas condiciones políticas, sociológicas y culturales que estuvieron en su origen. Una pregunta válida que cabe hacerse es si las dinámicas históricas que posibilitaron el desarrollo y éxito del PPD durante los años 90 subsisten o bien han desaparecido o debilitado ostensiblemente. De una correcta y desapasionada respuesta a lo anterior, depende poder determinar el grado de profundidad de los problemas por los que atraviesa actualmente el PPD.

A comienzos de los 90, el PPD superó bien su primera prueba de supervivencia al trascender la naturaleza instrumental con que surgió; vinculado a la tarea de canalizar la participación política de la izquierda y el progresismo en el marco de la nueva Ley de partidos políticos y del plebiscito del 88. En efecto, superada esta etapa política y regularizada la inscripción de los partidos políticos tradicionales, el PPD bien pudo haber desaparecido, sin embargo, se proyectó de manera más permanente en el escenario político de los 90 (y con éxito), lo que da cuenta de que el PPD estaba dando respuesta a otros temas y necesidades sociales y políticas de la sociedad chilena, más allá de la coyuntura electoral que lo vio nacer.

A nuestro juicio, cinco razones y circunstancias, algunas más estructurales y otras más fortuitas, explican la vigencia y éxito del PPD en los 90 (y consecuentemente las razones de su actual declive).

a) Partido no ideológico ¿ventaja o desventaja? Fines de los 80 y comienzos de los 90, constituyen los años de mayor enfriamiento y descrédito de las ideologías. En este contexto, el carácter no ideológico ni doctrinario del PPD, conectó con un cierto “espíritu de la época”. Los partidos doctrinarios o ideológicos – como la DC y el PS – parecían estar no muy a “tono” con los tiempos.

Aunque no podría afirmarse que hay un retorno de los “pensamientos fuertes”, sí se han rearmado las ideologías más clásicas del pensamiento de izquierda, particularmente la socialdemocracia y el liberalismo en sus vertientes más sociales; y diversas mediciones de opinión vienen mostrando una mejor valoración ciudadana de la consistencia y coherencia valórica de los partidos y de los políticos. La ciudadanía comienza a exigir a sus políticos un poco más de espesor y densidad.

Se puede hipotetizar que uno de los factores de declive más estructural del PPD dice relación con el debilitamiento de este pensamiento post-ideológico que predominó a comienzos de los 90. No parece claro que la ambigüedad y falta de definición ideológica que exhibió el PPD durante los 90 le reporte hoy los mismos beneficios que ayer; sino más bien parece que este es un factor que ha comenzado a jugar en su contra. Lo complejo en el caso del PPD es que cualquier definición de tipo ideológica o doctrinaria – dada la amplitud de su espectro – puede conducirlo a tensiones y desgarros internos que pueden ser muy traumáticos.

b) Pérdida de temor en la sociedad chilena y recuperación de la memoria. Uno de los rasgos que marcó el comienzo de los 90 fue el temor de la sociedad chilena hacia el pasado, y por extensión a los partidos tradicionales de izquierda. En ese contexto, el PPD, en tanto formación política sin nexos con la historia pre y post 73, conectó mejor con ese sentimiento, y fue percibido por muchos como la “izquierda posible”.

Fenómenos como la conmemoración de los 30 años del “golpe”, la reivindicación de Allende, los juicios sobre DDHH, y el propio gobierno de Lagos como expresión de un retorno exitoso de la izquierda al gobierno; marcan una mirada distinta de la sociedad chilena en relación a la izquierda más clásica y al pasado de ésta, con sus aciertos y errores. En definitiva, la desconexión del PPD con el pasado de la izquierda y del movimiento popular chileno, hoy no es tan claramente una ventaja como lo fue a comienzos de los 90.

Vinculado a lo anterior, cualquier proceso de recuperación de la memoria histórica de la izquierda, y una mirada más positiva sobre el pasado de ésta por parte de la sociedad chilena, también pasa a jugar en contra del PPD, en tanto éste ha rehuido los nexos y la identidad con esa historia.

c) Recuperación del PS y mayor amplitud política de éste. El PPD logró conquistar un espacio político, producto, en gran parte, que la unidad del PS del año 89 no fue capaz de dar cuenta de todo el espectro social e ideológico de izquierda y progresista que estaba disponible en ese momento. Parte de esta dificultad dice relación con aspectos estructurales como los mencionados en los puntos anteriores ( su mayor peso histórico, su carácter de partido ideológico, etc.), pero, también, con cierta recaída en sectarismos y atavismos teóricos que tendieron a estrechar su potencial influencia. Transcurridos casi 15 años de la unificación del PS y de participación en el gobierno, su puede afirmar que su renovación ideológica se ha consolidado, y hoy por hoy, el conjunto del PS es expresión de un socialismo moderno.

Pero, más decisivo que lo anterior, es la emergencia del liderazgo de Michelle Bachelet, lo que, sin duda, acelerará el proceso de transformación del PS en un partido más abierto a la sociedad, y programáticamente más flexible y amplio. Lo anterior, por cierto, constituye más una tendencia previsible que una realidad consolidada. Esta mayor tendencia del PS a ocupar el amplio espectro de la izquierda y del progresismo, interrogará también el espacio propio del PPD.

d) El PPD y los límites de la política mediática: El PPD fue un alumno aventajado en captar los nuevos códigos mediáticos de la política. Parte de su crecimiento y éxito de los 90 se debió a ello. Sin embargo, hoy este elemento de “identidad” está cuestionado y no genera los mismos efectos positivos que antes. En primer término, porque la política mediática pasó a ser parte de la práctica de todos los partidos políticos, dejando de ser un factor distintivo capaz de generar ventajas a una fuerza en particular (otros partidos han producido algunos exponentes notables de la política mediática como es el caso del intendente Trivelli). Y lo segundo, que el PPD en tanto aprendiz de esta nueva forma de hacer política cayó en excesos y errores, que terminaron por volverse en su contra: la denuncia mediática poco consistente, el excesivo protagonismo individual. etc.

No se podría afirmar que la política mediática está en crisis, pero si lo están sus formas más obvias y degradadas. Lamentablemente la imagen del PPD quedó, en parte, asociadas a éstas últimas.

e) Debilitamiento de la identificación pública Lagos-PPD: Durante los 90 el PPD contó con el importante plus de tener como su figura principal a Ricardo Lagos, principal líder de la izquierda concertacionista. Es cierto, que Lagos se mantuvo en esos años como “doble militante” PS-PPD, pero ,sin duda, su imagen pública, incluso por propia opción de Lagos, se mantuvo mucho más cercana al PPD que al PS. Esta situación ha cambiado drásticamente en los últimos años, no solo porque Ricardo Lagos se transformó en el “presidente de todos los chilenos”, sino, además, porque su relación se hizo más simétrica frente al PS y el PPD; incluso se puede afirmar que sus vínculos en los últimos años han sido más fluidos y armoniosos con los socialistas que con el PPD. Hoy por hoy, la identificación frente a la opinión pública Lagos-PPD es mucho más débil que durante los 90.

En definitiva, hoy el PPD está enfrentado a una nueva realidad social y política, donde los recursos y claves de su éxito pasado ya no funcionan de igual manera. La negociación municipal de Santiago, el lanzamiento de candidaturas presidenciales sin arraigo en las preferencias ciudadanas, los trascendidos de su alejamiento del PS y su evidente incomodidad con el liderazgo de Bachelet, etc.; son todas muestras de que el PPD vive una crisis, y que no sabe bien el origen de ésta ni menos su remedio.

En política nadie tiene clavada la rueda de la fortuna, ni ninguna crisis es inevitable y definitiva, pero no cabe duda, que cuando un partido se desacopla históricamente de la realidad su declive comienza a ser cada vez más difícil de revertir. Lo peor es no advertirlo, porque la realidad siempre termina pasando la cuenta.