Sección: Partido Socialista: Recomposiciones y debates

PS Histórico y la alianza interna MirMapu

Antonio Cortés Terzi

www.centroavance.cl
Mayo 2004

El 28 de mayo, la Juventud Socialista hizo una declaración pública en apoyo a la propuesta del Presidente Lagos referida a la inscripción electoral automática y voto voluntario.

Lo que llama la atención del comunicado es el siguiente párrafo: “Aquellos dirigentes como el Senador Carlos Ominami, se contradicen con la idea democrática por la que lucharon entre fines de los 80’s y principios de los 90’s la cual dicen hoy defender al pretender democratizar el país con obligaciones autoritarias y arbitrarias.”

El enojo de los jóvenes socialistas apuntaba a algunos dirigentes y parlamentarios del PS que se habían manifestado favorables al voto obligatorio. Sin embargo, sólo mencionaron y atacaron al senador Carlos Ominami en su declaración.

¿Será que los jóvenes socialistas tienen “problemas personales” con el senador Carlos Ominami? ¿O será que las conductas del senador Ominami y sus amigos tienden a crearles un clima de animadversión dentro del socialismo chileno?

Desde hace tiempo que en el PS se arrastra un conflicto que se soslaya, que circula en sordina y que crea una atmósfera de desconfianzas erosionante y atomizadora. Conflicto y atmósfera que se ha agravado desde la elección de la actual Mesa Directiva y por algunas iniciativas y decisiones más o menos recientes adoptadas por el senador Ominami, avaladas por el Presidente del PS, Gonzalo Martner y por uno de sus vicepresidentes, el senador Jaime Gazmuri.

Dicho en breve, el asunto que causa esa silenciosa – y silenciada – situación erosiva es el siguiente: el socialismo histórico corpóreo, tangible está cada vez más desplazado de la representación del socialismo y de las esferas de poder del PS. La representación, el poder y la influencia socialista han ido quedando crecientemente en manos de actores provenientes de las corrientes político-culturales Mapu y Mir.

Los procesos seguidos hasta llegar a ese punto han sido distintos en uno y otro grupo. Los ex mapu hicieron junto al socialismo histórico el camino de la renovación y fueron un aporte intelectual significativo, a veces, protagónico; varios de sus principales dirigentes se legitimaron socialmente a través de cargos de representación popular mientras que otros se legitimaron por su eficiencia política o político-técnica. Es decir, en general, sus espacios de poder, que son muchos, los han ganado concursando abiertamente, compitiendo sin ocultamientos. Con más de una diablura, por supuesto, pero que no entrañan más “pecados” que los habituales en política.

Los ex miristas, en cambio, optaron por vías menos diáfanas. De partida, usufructuaron de su ex militancia sin merecerlo. En el socialismo histórico hay un innegable respeto por la dirigencia mirista de primera generación y que pagó con altísimos costos su resistencia a la dictadura en sus primeros años. Ninguno de los principales dirigentes socialistas actuales y ex miristas lucen los antecedentes en los que se origina ese respeto socialista, pero profitan de él.

Por otra parte, el capital intelectual y político que han puesto en el PS es bastante modesto y, como grupo y como sujetos, sus trayectorias internas y sus ascensos están plagados de procedimientos conspirativos y cortesanos. A diferencia de los ex mapu han tendido a eludir las competencias abiertas y tampoco han salido a la calle en búsqueda de legitimidad social (salvo el senador Ominami). Claro, su estrategia ha sido copar la interna partidaria y no les ha ido nada de mal: ocupan la presidencia del PS, controlan sus finanzas, dirigen la campaña electoral, en gran medida dominan las vocerías e imágenes del PS, etc.

Por cierto que esas diferencias en los procesos de inserción en el socialismo plantean diferencias en el conflicto entre la cultura histórica y las culturas Mapu y Mir.
Sin embargo, la revitalización de la conflictividad se debe y se ha acentuado merced a que, en los últimos tiempos, ambos grupos o algunos de sus dirigentes han venido coincidiendo en ciertos comportamientos grupales. Tres han sido los que más preocupan:

a) El socialismo histórico sabe que nunca ninguno de los dos grupos se ha disuelto enteramente, pero de un tiempo a este parte se les ve más activos como fracción y más osados y desafiantes en la reivindicación de sus pasados.

b) Entre Carlos Ominami, el ex mapu Jaime Gazmuri y de manera intermitente el propio presidente del PS Gonzalo Martner, se ha formado un triunvirato defensivo de políticas que han suscitado críticas mayoritarias desde el socialismo histórico, lo que incluso hace pensar en la configuración de una suerte de dirección factual.

c) Tanto los ex mapu como los ex miristas han venido desplazando los liderazgos socialistas históricos de las fracciones que los cobijaron. Así ha venido ocurriendo con el diputado Camilo Escalona, dentro de la fracción conocida como “Nueva Izquierda” que reúne al grueso de ex miristas. Y lo mismo sucede con el senador Ricardo Núñez. en la llamada “Megatendencia”, que fue el punto de llegada preferencial de los ex-mapu.

Ahora bien, la sumatoria de estos datos, más algunos otros menos relevantes, están despertando suspicacias mayores en el socialismo histórico.

La primera es que, especialmente el ex mirismo encabezado por el senador Ominami, ha puesto en marcha una dinámica que conlleva a la aparición de un partido paralelo que, a la postre, esté en condiciones de cubrir todos los espacios del PS, prescindiendo del socialismo histórico.

En efecto, este grupo, a través de instancias partidarias o extra partidarias, realiza virtualmente todas la funciones de un partido y, además, ocupa – como ya se dijo – posiciones estratégicas dentro del PS: las finanzas (téngase en cuenta que a diciembre del 2003 el patrimonio del PS se estimaba en alrededor de 10 millones de dólares, luego de la restitución de los bienes confiscados por la dictadura), las comunicaciones, la campaña municipal, etc. Y por vías informales lleva a cabo relaciones políticas nacionales e internacionales, reclutamiento y formación de militantes, emite opiniones sobre política en general y sobre políticas públicas en particular, etc.

Ahora bien, cualquier político o analista medianamente informado e inteligente está previendo escenarios próximos en los que se verán fuertemente estremecidos tanto el ordenamiento actual de las corrientes políticas como los propios partidos. No es desproporcionado pensar, entonces, que lo que está en preparación es un una fuerza política y un aparato orgánico que, aprovechando una situación crítica, se apropie definitivamente del PS y lo refunde subsumiendo o marginando al socialismo histórico.

No es claro que en ese proyecto también esté comprometido el ex mapu como grupo, pero lo cierto es que el senador Jaime Gazmuri coquetea con él y colabora con sus propulsores. Tal vez no esté de acuerdo y que sus conductas sean producto del ecumenismo que parece haberlo invadido o fruto del escepticismo histórico que pesa sobre su generación.

¿Por qué el socialismo y los socialistas históricos han perdido tanto terreno? Son muchas las razones y la mayoría por responsabilidad propia. Entre sus grupos y dirigentes han librado pugnas autodestructivas que han terminado por dividirlo hasta la atomización. Exageró en la revisión crítica de su pasado político e intelectual de manera tal que se autodesarmó, perdió autoestima y abandonó los esfuerzos por releer su pretérito como fuente y nutriente de su reconstrucción.

Pero la culpa mayor está en las actitudes que asumieron sus dirigentes, al menos muchos de ellos. Empezaron a levantarse tarde, dejándose madrugar por los “foráneos” (a propósito, ¿en que andará la corriente “tercerista” conformada principalmente por socialistas históricos?). Confiaron en que sus poderes internos estaban garantizados porque las bases seguían siendo mayoritariamente de raigambre histórica, pero no sopesaron que con su pasividad esas bases les volverían las espaldas. Fueron tentados por afanes arribistas que los condujeron a andar temerosos por la vida, cuidando las pegas y casi sumisos ante el status superior que mostraban los “nuevos” socialistas.

El socialismo y los dirigentes socialistas históricos deberían reaccionar, por imperativos éticos, políticos y político-intelectuales.

Éticos, porque no pueden abandonar a un partido-masa que continua conformado por mayorías de origen histórico. Es más, las generaciones jóvenes, en porcentajes muy elevados, han llegado al PS gracias a la pervivencia de sistemas de reproducción de la cultura histórica socialista, por sistemas familiares o comunitarios forjados por las tradiciones del PS.

Políticos, porque el proyecto Ominami conllevaría ineluctablemente a dos consecuencias nefastas: i) a una escisión radical del socialismo y ii) a la emergencia de un PS cupular, elitario, sin nexos endopáticos con lo popular y sus culturas.

Y político-intelectuales, porque la historia política y cultural del socialismo es la que se encuentra más orgánicamente vinculada a la sempiterna historia de construir y reconstruir izquierdas en una sociedad y en una Nación específica. No por nada el socialismo chileno fue fundado por marxistas, masones, anarquistas, militares nacionalistas, etc. y no por nada su fundación se engarza hacia atrás con el POS de Recabarren, con el viejo liberalismo radical, etc.

La historia política y cultural del PS recoge, resume y representa, como ninguna otra cultura política en Chile, el devenir de los multifacéticos procesos y momentos a través de los cuales y durante casi un siglo los “subalternos”, con éxitos y fracasos, se hicieron sujetos sociales y pusieron su sello en la historia política y cultural de Chile. La cultura histórica del PS es inseparable de la historia del desarrollo de una cultura “nacional-popular” de sesgo progresista y que como tal es parte constitutiva de la cultura nacional. En virtud de esa cualidad es que la experiencia cultural del PS histórico es un rico y sólido antecedente para cualquier esfuerzo serio de reconstrucción, reorganización y reactualización de una cultura de izquierda (y/o progresista) socialmente competitiva y con capacidad de enfrentar el ascenso de la cultura política derechista que muestra logros hegemónicos notables.

La defensa y reivindicación del socialismo histórico, en consecuencia, no es un acto nostálgico o chovinista y de inspiración puramente política temporal. Ni siquiera es un acto que ataña exclusivamente al PS. Es una conducta que se desprende de una concepción acerca de los procesos modernizadores: si estos no se “nacionalizan” culturalmente el resultado son modernizaciones deconstructivas y sesgadas, que se yuxtaponen inorgánicamente a las realidades socio-culturales existentes, sin producir síntesis sino desintegraciones y marginaciones.

Ni para el PS ni para Chile queremos una modernización de esa naturaleza. El proyecto refundacional Mir (¿Mapu?) que factualmente se está implementando en el PS apunta a una modernización de ese carácter.

El Centro AVANCE tiene, entre sus líneas y definiciones conceptuales y editoriales, resistir a un proyecto tal y oponerse a él con la reivindicación de la cultura histórica del socialismo chileno, en el entendido que desde su propia reflexión y revisión crítica es posible reedificar una cultura socialista nacionalmente moderna, útil y eficiente para los propósitos de asentar una personalidad cultural “autónoma” en los mundos sociales masivos, condición sine qua non para el impulso del imaginario progresista.