Sección: Partido Socialista: Recomposiciones y debates

¿Qué clase de reconstrucción teórica?

Sergio Monsalve V.

Avances de actualidad Nº 34
Junio 1999

A propósito de la coyuntura creada con la detención de Pinochet en Londres, Antonio Cortés T., en su artículo “Socialismo: una cultura política en crisis” (Avances Nº 32) ha elaborado una fuerte crítica a la posición del PS que, aun discrepando de cada una de sus conclusiones principales, ha tenido la virtud de plantear la carencia más vital que afecta a este conglomerado político y, por extensión, a la izquierda entera: la ausencia de una matriz teórica capaz de dar cuenta de las tareas históricas que surgen de la realidad actual.

Reconstruir un cuerpo de pensamiento que sea el basamento explícito de la actuación política está convirtiéndose en el principal problema para el socialismo, en la misma medida que cada nueva coyuntura es el indicio reiterado de una transición que no ha sido tal, requiriéndose contar con una idea más o menos precisa acerca del lugar hacia el cual dirigirnos.

1. La crítica de Cortés

A riesgo de deformarla, para efectos de debate, me parece que la tesis central de Cortés puede resumirse sosteniendo que la actitud del PS frente a la detención de Pinochet se explica por la adhesión a una visión “moderno-progresista universal”, alejándose de su anterior inspiración “nacional-popular”, cambio que sería causado por un deterioro, dentro de esta cultura, del racionalismo estructural en beneficio de visiones metafísicas y eticistas.

Estaría verificándose la hegemonización de un pensamiento teológico ahistórico, una suerte de “fundamentalismo de los derechos humanos que ha llevado a tomar una posición que, en lo interno, provoca graves problemas al gobierno de la Concertación y a su propio candidato presidencial, y en lo externo, significa una gratuita subordinación a los países centrales del sistema mundial.

2. El tema del Estado-nación

La pregunta a responder que queda como telón de fondo es aquella que puede ser formulada así: ¿cuál es la realidad sobre la que debe operarse? Cortés nos responde sin vacilar: los estados nacionales.

De esta manera, la primera prioridad pasa a ser la de apoyar al gobierno y defender la soberanía (aun al precio de defender a Pinochet) frente a las actitudes entendidas como imperialistas. La razón de Estado pasa a ser el fundamento último de su racionalismo estructural.

La tesis última, a mi juicio, en la postura de Cortés, es aquella que sostiene que “el ordenamiento político básico de las sociedades, continúa depositado en los estados nacionales”.

Esta tesis causal en el razonamiento de Cortés es un arcaísmo, porque desconoce precisamente lo que constituye el cambio de calidad que ha sufrido la humanidad con el advenimiento de la sociedad llamada global, para utilizar la nominación que ha hecho más fortuna.

La sociedad global no es una creación de teóricos sino un hecho sociológico, cuyo proceso ha tenido lugar desde mediados del siglo XX. Esta es una sociedad clasista, en el sentido que no ha desaparecido sino que, por el contrario, se ha hecho más intensa la dominación elitista sobre la mayoría, pero que, no obstante ello, ha creado un nuevo sustrato para el curso de los procesos políticos. Completamente al revés de lo sostenido por Cortés, hay que decir que en la sociedad global el ordenamiento político básico ya no está depositado en los Estados nacionales.

La gran miopía de los políticos chilenos, y también de los intelectuales a juzgar por este debate, es la de actuar como si Chile fuera el ombligo del mundo o, para formularlo más en general, como si lo nacional fuere el nivel decisivo de la realidad actual.

La realidad cualitativamente histórica ya no se encuentra en los Estados nacionales. Más aún, de lo que se trata, ahora, es superar al Estado-nación, no para destruir o debilitar la institucionalidad estatal sino para ampliarla y readecuarla, de tal modo que pueda ser un ámbito de actuación del sujeto popular dentro de la globalización.

3. La matriz teórica de Cortés: pragmatismo nacional-popular

Las dos características más salientes del pensamiento que nos propone Cortés son el pragmatismo y el nacionalismo.

Las dos frases en que destila su “realismo” son verdaderamente estremecedoras. La primera, aquella en que acusa al PS de hacer política con total abstracción de su poder efectivo. La segunda, es la cita de Weber, en donde la idea central es: “Hemos perdido la guerra. Vosotros la habéis ganado”.

Con esta postura metodológica a lo único que se puede llegar es a esta transición, que ha consolidado e institucionalizado un tipo de Estado híbrido de democracia tutelada, que da cuenta exacta del anómalo poder de cada fuerza social presente en nuestra sociedad.

Respecto del acento en lo nacional-popular como componente del cuerpo de teoría socialista, no cabe duda que ha sido un elemento actuante en su formación histórica. Pero lo que verdaderamente hace falta es efectuar su relectura causada por el nuevo contexto social, de tal modo que el acento se traslade hacia una concepción institucional latinoamericana de lo nacional-popular, debido a que es en este ámbito en donde se encuentran ahora los desafíos para el desarrollo de un Estado democrático de derecho.

4. La sombra de una nueva matriz teórica

El PS ha elaborado sus políticas de coyuntura con el auxilio de la intuición de sus miembros, debido a la debacle del marxismo decimonónico, que fue el aparato instrumental mayoritariamente asimilado.

Tomar debida cuenta de este enorme retraso teórico del socialismo explica los intentos de proporcionar un nuevo cuerpo de pensamiento, entre los cuales hay que valorar lo hecho por Cortés, sin perjuicio de discrepar de sus tesis.

A diferencia de la propuesta del pragmatismo nacional-popular, que califica de errada la postura del PS, tengo la impresión que esta línea política es, sustancialmente, correcta, porque acoge las únicas estructuras normativas emergentes en la sociedad global que precisamente rescatan el racionalismo.

En efecto, en medio del notable desarrollo de una cultura posmoderna que acompaña a las primeras formas de la sociedad global – cuyo rasgo central es la más ácida crítica a los postulados de la Ilustración – el núcleo de una propuesta racionalista se ha decantado en el cuerpo de pensamiento que llamamos derechos humanos.

Después de la experiencia histórica de la dictadura militar, el PS se ha autodenominado el partido de los derechos humanos, y sobre esta base, ha apoyado el enjuiciamiento de Pinochet por el Estado español.

Esta posición es calificada por Cortés como teológica. No hay asomo de una postura religiosa aquí. Sólo se ha dado adecuado registro a la tesis jurídica que sostiene que ciertos delitos internacionales deben ser conocidos por una jurisdicción universal cuya realización más importante es la creación del Tribunal Penal Internacional, en julio de 1998.

Mientras este Tribunal no entre a funcionar, todos los Estados del planeta tienen la obligación legal de someter a juicio a cualquier criminal internacional cuando en su país de origen no haya posibilidad de hacerlo, tesis que ha sido expresamente recogida en el reciente fallo de los Lores de marzo de 1999.

Esta posición del socialismo chileno hace que sea una fuerza política en armonía con las tendencias políticas más innovadoras del pensamiento democrático universal.

Un elemento de juicio que puede ayudar estos procesos globales es que el gobierno de los Estados Unidos se ha opuesto a la iniciativa de la universalización de la jurisdicción penal internacional, porque esta normativa constituye una limitación a sus intentos de ser el gendarme mundial, sin regulación alguna.

La detención de Pinochet ha permitido al PS proponer su primera línea política global, esto es, en correspondencia con la realidad histórica determinante de los procesos más significativos del presente.

Es de esperar que esta creación político-práctica sea el primer paso hacia una elaboración correspondiente en el plano de la teoría, pasando del nivel precario y fugaz de la simple intuición aislada.

5. Elementos para una matriz de pensamiento socio-histórico-racionalista

En el intento de contribuir en el diseño de una nueva matriz teórica del socialismo, sobre la base de entender como correcta la posición del PS frente a la coyuntura londinense, me permito esbozar algunas tesis.

a. La legitimidad, tema central de la sociedad global

Según el pensamiento marxista estructuralista, lo que define a un tipo de sociedad es su particular modo de articular los diversos niveles de las prácticas sociales. Así, lo peculiar del capitalismo fue diferenciar y autonomizar los niveles económicos de los políticos.

La sociedad global ha cambiado esta articulación típica, a causa de la expansión geométrica del nivel simbólico. Los valores y las normas articulan los diversos niveles tradicionales de tal manera que la capacidad de aceptación por las personas ha pasado a ser condición de su funcionamiento.

No es ninguna casualidad que el trabajo de reconstrucción del materialismo histórico intentado por Habermas pase fundamentalmente por hacer una traducción del marxismo historicista en dirección a otro normativo.

Una comunidad, dentro de la sociedad global, que cuenta con un Estado que utiliza formas directas de coacción, o sea, una forma de dictadura, es una anomalía. La apelación a la adhesión hacia sus estructuras normativas, aun cuando utilice la manipulación informativa, está condicionada por la necesidad de contar con mínimos niveles de legitimidad dentro de los cuales puede funcionar una forma estatal en el nuevo contexto histórico.

b. Los derechos humanos: núcleo racionalista en medio de la cultura posmoderna

La crisis del horizonte ilustrado, registrado tempranamente por Hockheimer, se acentuó dramáticamente con la aparición de propuestas culturales que negaban todo fundamento a lo que llamó Lyotard los grandes relatos, es decir, las cosmovisiones elaboradas por la humanidad: cristianismo, liberalismo, hegelianismo, marxismo.

Con el cambio de parámetros estructurales en la sociedad, la pérdida de eficacia explicativa de estos grandes relatos era un problema inevitable que el posmodernismo se ha preocupado de plantear. Pero, en la dinámica de este debate, y mientras las síntesis no se decanten, la actuación de los sujetos históricos no puede quedar sólo condicionada a ser una mera expresión de la fuerza que se maneja, por cuanto este pragmatismo amenaza con traicionar lo mejor de la herencia humanista y condenando a la fuerza política que adopte su lógica a ser fatalmente una fuerza conservadora o de administración en el sistema clasista de la sociedad global.

Así las cosas, no parece descabellado el tomar a los derechos humanos como un parámetro teórico orientador de la práctica política, sobre todo cuando sus estructuras normativas contienen lo mejor en conocimiento y experiencia política que los seres humanos han sido capaces de idear a lo largo de su evolución.

c. Necesidad de proponer políticas globales

La sociedad global es una realidad que puede afectar positiva o negativamente la vida de las personas. Si una fuerza política permanece autoexcluida de los problemas o desafíos que vienen desde ella, en términos reales se ha marginado de la historia en sentido cualitativo y entonces no se está sirviendo adecuadamente a los sectores que pretende representar.

Quizás, el más estimulante desafío del debate teórico por venir sea el de detectar qué problemas y qué respuestas serán capaces de ofrecer las diversas corrientes de pensamiento político al nivel de la sociedad global.

Y en este plano, sólo cabe esperar que el socialismo tome conciencia de sus carencias de tal modo que logre pasar de la intuición a la formulación expresa de la nueva matriz de pensamiento que subyace en la línea política adoptada frente a la detención de Pinochet en Londres.