Sección: Economía: El “Modelo” y sus polémicas

Reducir la pobreza: no basta con el crecimiento ni con el gasto social

Andrés Sanfuentes V.

www.asuntospublicos.org
Julio 2001

La última encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN), que realiza cada dos años la Universidad de Chile por encargo de MIDEPLAN, fue efectuada en noviembre de 2000; ella arrojó una serie de datos del más alto interés y que serán materia de análisis y debate cuando se difundan los resultados completos. Por ahora, se han entregado las cifras básicas, de las cuales se pueden resaltar varias tendencias.

Tal como lo indicó en general la prensa, tanto el número como el porcentaje de pobres tuvieron una leve disminución, llegando a 3.081.000 de personas y al 21,7 % de la población. Por otra parte, como lo destacó El Mercurio (“piense positivo”), los indigentes aumentaron un poco, hasta 849.000 personas, representando el 5,7 % del total de chilenos.

Evolución de la pobreza y la indigencia

Uno de los méritos que tiene la CASEN es que ha mantenido desde 1987 la misma metodología y conceptos para medir los ingresos de la población. Ello asegura que se puedan realizar comparaciones a través del tiempo, en una materia en que los indicadores estadísticos son discontinuos y escasos a causa de su complejidad y alto costo de recolección. Por lo tanto, constituye un buen instrumento para registrar la situación actual así como la evolución temporal.

La línea de pobreza se refiere al “nivel de ingreso mínimo necesario por persona para cubrir el costo de una canasta mínima individual para la satisfacción de las necesidades básicas, alimentarias y no alimentarias”. Los hogares pobres son aquellos cuyos ingresos son insuficientes para satisfacer esas necesidades de sus miembros. La canasta mínima fue definida en 1987 de acuerdo a los estudios de necesidades básicas efectuados por las Naciones Unidas y adaptadas para Chile, y se ha mantenido desde entonces correspondiendo a dos veces el valor de una canasta básica de alimentos. En términos concretos, si se habla de una familia de cuatro personas, ese nivel llegaría a $162.248 por mes.

Por su parte, los hogares indigentes son aquellos cuyo nivel de ingreso familiar no supera el valor de la canasta alimentaria, es decir, carecen no sólo de la nutrición adecuada sino tampoco pueden satisfacer otras necesidades básicas, como vestuario, vivienda, servicios básicos y otros menesteres. En pesos de noviembre de 2000, la misma familia de cuatro personas tendría menos de $81.124 al mes, es decir, inferior al salario mínimo.

Algunos analistas han hecho críticas en el sentido que mientras el país ha tenido un fuerte incremento del ingreso por familia durante los trece años en que se ha realizado la encuesta, los niveles de pobreza e indigencia se han mantenido constantes en términos reales, con lo cual el número y porcentaje de pobres e indigentes debiera reducirse. El fundamento que tiene ese alcance, muy limitado, se basa en que la definición de pobreza es arbitraria, en circunstancias que es un fenómeno social particularmente dinámico en el tiempo y relativo, en el sentido que alguien es “pobre” en comparación a “otro”, su ubicación en la sociedad dependería de lo que está sucediendo con el resto de la sociedad, en especial los más cercanos.

Los progresos en la lucha contra la pobreza

En la década pasada los avances realizados en Chile fueron notables. En 1990, el número de pobres registrados en la encuesta de ese año alcanzó a 4.965.000, el 38,6 % de la población. Diez años después, se redujo en 1.880.000 personas que abandonaron esa condición, superando el nivel que se definió anteriormente. Ese logro se obtuvo en una década en la cual la CEPAL estimó que en América Latina aumentó la pobreza. En el caso nuestro el progreso fue la consecuencia de varios elementos, entre ellos, el rápido crecimiento económico que posibilitó un aumento de los salarios (especialmente el mínimo legal) y del empleo, en que se destaca la incorporación masiva de la mujer a la fuerza de trabajo, lo cual ayudó a muchas familias a tener dos ingresos. El otro factor fue el aumento del gasto social, posibilitado en gran medida por la reforma tributaria de 1990.

Con la indigencia los avances son aún mayores, ya que al fin del Gobierno Militar alcanzó a 1.659.000 personas, el 12,9 % de la población, cuyo ingreso no les alcanzaba ni siquiera para la alimentación mínima. En el 2000 ha disminuido a 849.000 habitantes, el 5,7 % del total.

Si bien este proceso marca una tendencia favorable para la década, hay varios resultados que son inquietantes. El primero es que el número de personas que todavía viven en condiciones insatisfactorias e incluso misérrimas es muy elevado; el crecimiento económico todavía no los ha beneficiado y, por lo tanto, se requieren otras iniciativas para llegar a ellos, más allá de esperar que mejoren su situación favorecidos por el mero crecimiento de la producción; eso no basta, ya que las cifras señalan que los efectos sobre el empleo del aumento del producto son cada menores.

Por otra parte, los datos señalan que en la medida que el crecimiento económico se atenúa, como aconteció en el trienio 1998-2000, los avances en la reducción de la pobreza se debilitan. Ya la comparación entre 1996 y 1998 registraba una mejoría moderada, la cual fue aun más marcada entre 1998 y 2000, implicando que el puro incremento del gasto social no resuelve el problema de fondo. Cabe recordar que entre 1998 y el 2000 el gasto social subió un 18,6 %.

Las cifras preliminares ya difundidas, y en especial aquellas definitivas para 1998, reflejan la necesidad de concentrar un enorme esfuerzo en explicar qué está sucediendo con la pobreza en Chile ya que llegó a su término la fase más fácil de este esfuerzo. Lo anterior requiere que se destinen recursos a investigaciones que permitan disponer de un buen diagnóstico, el cual sea difundido y discutido por todos los sectores. Eso significa abrir un debate en un país que no acostumbra a hacerlo sin transformarlo en una disputa desde trincheras.

La segunda etapa de la discusión es ponerse de acuerdo en cuáles son las políticas adecuadas para superar los problemas en un contexto en que probablemente tanto el diagnóstico como las soluciones mostrarán una realidad compleja, heterogénea y con gran diversidad. Para avanzar, las políticas serán de difícil implementación, pues lo simple ya se hizo.

La tercera etapa es la de los recursos, que siempre es la más difícil, como lo reflejó la lamentable resistencia a la ley contra la evasión tributaria, uno de los episodios más vergonzosos de la discusión económica de los últimos años, cuando se trataba de facilitar la recaudación de impuestos mediante el combate a delitos y destinados a financiar la propuesta de gobierno de un Presidente recién elegido para cumplir un programa que había coincidido con su adversario en la necesidad de incrementar el gasto social y también en la forma de financiarlo. Si Chile quiere reducir seriamente la pobreza y la indigencia deberá llegar a un acuerdo político para transferir recursos al Fisco y los municipios, con el objeto de solventar mayores gastos en la educación gratuita, más subsidios habitacionales, mejores servicios de salud o elevar las pensiones mínimas.

Algunas características de la pobreza

Uno de los pocos resultados difundidos para 2000 muestra que, con respecto a 1998, el número de pobres se mantuvo en los sectores urbanos en torno a 2.570.000 personas (aunque hubo una pequeña reducción porcentual, desde el 20,7 al 20,1%). Sin embargo, en el área rural la disminución de la pobreza fue significativa, desde 587.000 a 505.000 personas, y desde el 27,6 al 23,8 % de la población. Esto último puede tener varias explicaciones que será necesario examinar, como ser la rápida emigración desde el campo a las ciudades, el menor efecto de la crisis asiática en el sector agropecuario que en el resto de la economía, las tasas de desocupación más bajas y estables, la elevación de la productividad en el agro y otros factores a analizar.

También son de interés los cambios regionales. En el mismo bienio 1998-2000, calculada sobre la población regional, el porcentaje de pobreza crece en la Región Metropolitana desde el 15,4 al 16,1 %; otras regiones con la misma tendencia son la I, II y V, es decir, donde hay poca población rural. Por el contrario, hay disminuciones apreciables de la pobreza desde la VI Región hacia el sur del país, especialmente en la VIII, X y VII. A pesar de lo anterior, las regiones que mantienen la mayor incidencia son, en orden decreciente, las IX, VIII y VII.

Otras consideraciones

A pesar de la intensidad de la crisis asiática y sus efectos en cadena sobre la economía mundial y los países más ligados a Chile a través del comercio internacional, la sociedad chilena ha mostrado algunas características que van más allá de mantener la estabilidad macroeconómica. Si bien la disminución de la pobreza no es un éxito, al menos no se agudizaron los niveles relativos a pesar del aumento de la desocupación de la mano de obra.

Esta última debe estar teniendo un efecto apreciable en el aumento de la indigencia, ya que conviene señalar que entre las últimas dos encuestas de 1998 y 2000 las categorías “no pobres”, “pobres no indigentes” e “indigentes” tienen cambios entre sí, tanto ascensos como descensos. Por ejemplo, puede haber una persona que en 1998 haya estado clasificada por su ingreso monetario en alguna de las dos primeras categorías y haya caído a la de indigente al perder su trabajo y encontrarse sin ingresos al momento de la encuesta (y viceversa). El incremento de la indigencia también puede deberse a un deterioro de la calidad del subempleo, que normalmente acompaña a la mayor desocupación.

La preocupación que se ha manifestado con la persistencia de los indigentes y “la pobreza dura”, obliga a conocer detalladamente su composición y características socio-económicas, lo cual requiere de encuestas y estudios adicionales para lo cual existen técnicas que permitirían afinar el diagnóstico de este grupo específico de manera de establecer si se requieren programas de tipo asistencial, de inversión en alguna forma de capital humano o el apoyo temporal mientras se soluciona la emergencia. Ese perfeccionamiento del conocimiento de los indigentes puede ayudar a evaluar la efectividad de las políticas actuales y a realizar las enmiendas necesarias.

Es positivo el ánimo que ha manifestado el Gobierno, de evaluar y revisar las políticas sociales que se están implementando, así como de allegar fondos adicionales a aquellos programas que han demostrado una adecuada focalización en los grupos sociales más débiles, como es el caso recientemente anunciado del proyecto “Chile Barrio”, que permite la evacuación de los campamentos existentes.

MIDEPLAN ha anunciado que próximamente entregará el resto de la información sobre pobreza, así como la correspondiente a la distribución del ingreso que, si bien es un tema diferente, tiene una estrecha relación con el primero. Esos antecedentes permitirán un análisis más acabado del problema.

La pobreza es un tema central en el desarrollo económico futuro, que va mucho más allá del tema de la equidad. El crecimiento económico posibilita la atenuación de la pobreza, pero no la resuelve; el incremento del gasto social ayuda significativamente, pero las políticas que se implementan no están llegando a una masa apreciable de personas que sigue fuera del sistema. Por lo tanto, hay una tarea pendiente porque, en definitiva, ha pasado un tiempo considerable para que se resuelva este problema que es una lacra en una sociedad que como principal meta busca vivir en democracia, lo cual no sólo implica ejercer los derechos humanos sino también los derechos económicos y sociales, los cuales también forman parte de una sociedad en que se pueda hablar de libertad, solidaridad y justicia.

La desigualdad extrema, la marginación de segmentos de la población de los frutos del progreso, de mantenerse, también constituirá en freno al desarrollo, pues este no es posible sin paz e integración social.