Sección: Economía: El “Modelo” y sus polémicas

Reflexiones de un burócrata o las vicisitudes de la burguesía exportadora

Sergio Arancibia

AVANCES de actualidad Nº 18
Junio 1995

Mi desempeño durante los últimos años como Agregado Comercial de Chile en Venezuela me ha permitido tomar contacto con la actividad exportadora del país y con los empresarios que animan dicho comercio exterior. Ello me ha llevado a conocer un área de la realidad nacional que es poco visualizada por el conjunto del sistema político chileno o sobre la cual existe una serie de mitos o de imágenes erróneas.

La primera y más importante idea que me gustaría dejar sentada es que existe en Chile eso que en la terminología marxista tradicional se llamaría una burguesía exportadora manufacturera.

En otras palabras, lo que me parece importante subrayar es que más allá de los grandes exportadores mineros, forestales, pesqueros o frutícolas – que son bastante conocidos y vistosos y que concentran en sus manos un porcentaje elevado de las exportaciones chilenas – existe un segmento importante de la industria manufacturera que incursiona con éxito en el mercado internacional y que tiene una serie de semejanzas y de diferencias específicas con respecto a los otros exportadores nacionales.

El mercado externo marca la diferencia

Una de esas diferencias dice relación con el hecho de que los exportadores de manufacturas no realizan en el mercado internacional el grueso de su producción sino que sólo un porcentaje de la misma.

Como carecemos de estudios de terreno al respecto, bástenos con postular, a nivel de hipótesis, que se trata de un porcentaje sustantivamente menor al 50% de la producción la que se canaliza hacia el mercado externo. En las áreas exportadoras “tradicionales” mencionadas anteriormente, ese porcentaje debe estar cómodamente por sobre el 80%.

El hecho de exportar aunque más no sea una parte de la producción lleva a que los aumentos marginales de la misma no requieran, como antaño, del crecimiento ineludible del mercado interno, ni de los pactos con el sector sindical, ni de la inflación interna, ni del gasto fiscal deficitario. El mercado externo puede suplir la demanda que le falte al mercado interno. Se tiene, por lo tanto en ese aspecto, un denominador común con el resto de los exportadores nacionales y se desdibujan los pocos trazos que pudieran quedar de los antiguos pactos desarrollistas.

El hecho de no exportar materias primas o comodoties – en los cuales las diferencias de precios y de calidad son poco significativas – sino que bienes manufacturados donde existen grandes variedades de precios y calidades dentro de productos de la misma especie, lleva a diferencias en los mercados a los cuales se puede acceder y en las formas o mecanismos de hacerlo.

Los exportadores tradicionales están en alta medida apropiándose de una renta que va asociada a bienes que se venden fundamentalmente en Europa, Japón o Norteamérica. Tienen allí que suplir el déficit estructural que de esos productos tienen los países industrializados, compitiendo con los productos similares provenientes de otros países primario-exportadores y rentistas.

Los exportadores no tradicionales, en cambio exportan tecnología y valor agregado asociados a productos altamente diferenciables y que se destinan, en el caso chileno, fundamentalmente a los mercados latinoamericanos, donde deben competir con las mercancías similares provenientes de los países de reciente o de vieja industrialización.

Estas últimas características llevan a que las exportaciones de manufacturas sean mucho más sensibles a las pequeñas variaciones marginales en los niveles de las variables económicas fundamentales, tales como el tipo de cambio, la tasa de interés, la política tributaria o los niveles salariales, cada una de las cuales puede dar origen a variaciones en costos y precios que impliquen la permanencia o la salida de un determinado mercado.

Todo ello, a su vez puede dar origen a actitudes políticas o a proposiciones de política económica distintas a las provenientes de otros sectores del empresariado nacional.

La tasa de cambio, en particular, influida hoy en día en alta medida por las altas inversiones y los altos retornos de la actividad minera y forestal, pueden generar un punto de roce o de conflicto entre los exportadores tradicionales y no tradicionales. La mantención de salarios y tributaciones bajas, sin embargo, podría ser un ejemplo donde los intereses confluyen y donde los exportadores manufactureros pueden ser mucho más intransigentes incluso que los tradicionales.

En todo caso el hecho de que la única instancia gremial que agrupa a los exportadores no tradicionales, que es ASEXMA, no haya llenado un gran espacio político en el seno del empresariado nacional, podría estar dando cuenta de una preeminencia, por ahora, de los acuerdos por sobre las diferencias en el seno del conjunto de los empresarios chilenos.

El Estado imprescindible

Hay, sin embargo, otra diferencia más significativa entre estos nuevos exportadores de manufacturas y los exportadores tradicionales del país: los primeros necesitan dramáticamente del apoyo del Estado para consolidar su proceso de expansión internacional, mientras que los segundos andan sueltos por el mundo, basados en sus propias fuerzas o en la alianza ya estructural que han establecido con grandes empresas transnacionales.

Por las embajadas y oficinas comerciales de Chile en el exterior no circulan los grandes exportadores mineros, frutícolas, forestales ni pesqueros, pidiendo que se les organicen entrevistas con posibles interlocutores comerciales locales o solicitando información sobre la situación económica de cada país, sino que solamente transitan por allí los empresarios pequeños o medianos ligados fundamentalmente a los sectores no tradicionales de nuestra manufactura. Son éstos también los que asisten a las grandes ferias internacionales, con patrocinio y financiamiento parcial de ProChile, o los que integran las misiones comerciales que organiza esta institución.

Los convenios internacionales que ha venido firmando Chile en el transcurso de la década de los 90, orientados todos a crear áreas de libre comercio, tienen también como beneficiarios fundamentales a los empresarios manufactureros, dado que es hacia esos países – México, Venezuela, Colombia y Ecuador -, además de los países limítrofes, hacia donde pueden crecer nuestra exportaciones no tradicionales. El éxito o el fracaso de las negociaciones que se tengan con el MERCOSUR o con el NAFTA importan sin lugar a dudas en mucho mayor medida a estos segmentos del sector manufacturero que al resto del empresariado nacional.

En cualquier caso, lo último que se le ocurriría plantear a estos exportadores no tradicionales sería una política de prescindencia del Estado en materia económica, una ausencia de apoyos a la inserción internacional de los empresarios chilenos, una minimización de la capacidad estatal de negociación internacional o el imperio puro y simple de las leyes del mercado en el terreno internacional. Esas prédicas, son usuales en el discurso político de los líderes empresariales, parecen adaptarse en este campo más como un resabio tradicional y folclórico de su propia cultura que como una expresión real de sus intereses actuales.